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Andrés Procacini
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Especialidad pintor
Fallecimiento 1734 palacio de San Ildefonso [Segovia,Castilla y León]
Cronología XVII-XVIII
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Ubicación en el diccionario Tomo 4, Página 129, Letra P, Grupo PR

Procacini [ Procaccini ] (don Andrés) [ Andrea ] pintor Nació en Roma el día 14 de enero de 1671: sus padres Carlos Procacini y Arcángela Vela que eran ricos, le destinaron al estudio de las letras; pero habiendo observado su extraordinaria inclinación al dibujo, no sel a quisieron impedir, aunque contraria a sus designios. Le recomendaron con eficacia a Carlo Marata, de quien eran amigos, por lo que le trató siempre con mucho cariño y distinción. Le puso desde luego a dibujar ojos y demás miembros del cuerpo humano, que después de un año hacía con gran soltura y acierto. No quiso dilatar que tomase los pinceles por dos razones que deben tener presentes los maestros de este arte: 1.ª porque cuanto más tiempo ocupa un joven con el lápiz, tanta mayor repugnancia y aún dificultad halla en los colores, y 2.ª porque los pinceles son unas armas difíciles de manejar y es preciso desde niño perderles el miedo. Los que llevan el camino opuesto caen en sequedad y dureza.


Procacini correspondió muy bien a las acertadas ideas de su maestro: comenzó a formar grandes masas de color y a dar extensión a la luz y a las sombras, observando y preguntando en todo lo que dudaba, y en pocos meses copió una Cleopatra de medio cuerpo que Marata no pude dejar de celebrarla. Esta satisfacción le alentó a copiar figuras enteras: pasó luego a los cuadros historiados, y sin haber dejado de dibujar las estatuas del antiguo, ni de estudiar el desnudo en las academias, se entregó a inventar por si mismo, con lo que llegó en poco tiempo a ser un pintor acreditado en Roma.


Pintó muchas y buenas obras en sus templos y palacios: tales son, el bautismo de Cornelio Centurión, que está en la capilla bautismal del Vaticano: dos óvalos, que representan la venida el Espíritu santo, y san Joaquín y santa Ana, colocados en Santa María del Orto: otro óvalo en la iglesia de Santa María in Monticelli: un san Pío V en la Minerva, que pintó para las funciones de su canonización: un Daniel en San Juan de Letrán entre los otros profetas, que pintaron los profesores más acreditados de su tiempo, y otros muchos lienzos que omito por no molestar.


El marqués de Pallavicini, que era entonces uno de los primeros aficionados de Roma, le acreditó mucho con su amistad, al que siguieron otras personas condecoradas de buen gusto frecuentando su casa, celebrada por la colección de pinturas [ cuadros ], dibujos, tapices, bustosy otras alhajas. Y como pensase Clemente XI en fomentar la fábrica de tapices, se aprovechó de sus luces, y con este motivo tuvo estrecha tonel Papa, que cuanto se disponía y trabajaba de bellas artes había e ser con su dirección, como lo fue el adorno de San Juan de Letrán.


De aquí es, que habiéndole encargado el cardenal Aquaviva, ministro de España en aquella corte, una santa Cecilia, le propuso venir a Madrid al servicio de Felipe V. Consultó esta propuesta con el marqués de Carolas, su gran amigo, que le aconsejó que la aceptase. Pero antes de salir de Roma le pintó una pieza del palacio que edificaba en San Marcelo, en la que apuró todo su saber, representando la aurora rodeada de niños con aplauso de los más inteligentes. El Papa y su corte sintieron mucho la separación de Procacini: el duque de Parma le agasajó cuando pasó por aquella ciudad; y detenido en Génova algunos meses por el mal tiempo y la falta de embarcación, pintó una sala del palacio Durazo.


Felipe V a su llegada le nombró su primer pintor de cámara: acompañó a S. M. en el sitio de Valsain, mientras se concluía el palacio y jardines de San Ildefonso, en cuyas obras tuvo don Andrés no poca parte, especialmente después del año de 726 en que falleció Ardemans, maestro mayor de ellas. Se le nombró aposentador en 29, y se puso a su cargo el aumento de las habitaciones, la construcción de la casa de los oficios, músicosy otras, y permaneció en aquel sitio sirviendo al rey y a su mujer doña Isabel, cuando cedió el reino a su hijo don Luis I. entonces influyó mucho para que S. M. mandase comprar en Roma al escultor Rusconi por medio de Aquaviva la preciosa colección de estatuas que había poseído la reina Cristina, y que hoy forma el principal ornato de aquel palacio de San Ildefonso. Y habiendo vuelto el rey al trono por muerte de un hijo, siguió Procacini en la corte con el mismo favor y distinción hasta su muerte, acaecida en aquel real sitio el día 17 de junio de 1734. fue sepultado su cuerpo con gran pompa en el convento de San Francisco de Segovia; y por su testamento otorgado en 27 de septiembre de 729 ante Francisco Plasencia, dejó por heredera a su mujer, que era una dama irlandesa, de todo lo que tenía en Madrid y había dejado en Roma, que eran tres casas, una gran colección de pinturas [ cuadros ] y dibujos [ Fama y la Historia, ], muchas alhajas de plata y otras preciosidades. La academia de San Fernando compró más adelante mucha parte de los dibujos que tenía en España, en los cuales algunos son originales de Carlo marata, y otros de sus mejores discípulos.


Son muy pocas las pinturas [ Retrato Cardenal Borgia ] que tenemos de su mano en el reino, porque ocupado con disponer las obras del palacio de la Granja no tuvo ocasión de dejarnos pruebas de su habilidad en piezas de consideración. Sólo se conoce el san Ildefonso, que está en el altar colateral del lado del evangelio en la colegiata de aquel sitio, y algún otro cuadro en el palacio y en la capilla del Cristo [ Magdalena, Herminia y el pastor, Santa Marta, Castillo de Orán, Nacimiento, Presentación, Santa Bárbara, Virgen con el Niño, Virgen orante, Bodegón con figuras, ].


Grabó con gracia al agua fuerte un san Vicente Ferrer de medio cuerpo por dibujo su maestro [ Carlo Marata ]: un Baco niño: una diana cazando: Clelia embarcándose para su destierro; y de obras de Rafael de Urbino la cena de Emaús y la ascensión [ de Cristo ] del Señor, y otras estampas [ Eneas y Anquises, ] que grabó por los tapices que tuvo en Roma a su disposición.

Lioni.,León Pascoli,Tit.,Gori Gandellini, Ponz.

(Tomo IV, pp. 129-133)