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Gaspar Núñez Delgado
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Especialidad escultor
Cronología XVI
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Ubicación en el diccionario Tomo 3, Página 240, Letra N, Grupo NU

Núñez Delgado (Gaspar) escultor vecino de Sevilla y discípulo de Pedro Delgado, y tal vez su pariente. Dijimos en el artículo de éste la equivocación de don Antonio Ponz y de otros aficionados y profesores en atribuir a Pedro las obras de Gaspar, que no lució su habilidad hasta principios del siglo XVI. Tuvo más inteligencia en la anatomía que su maestro: dio más naturalidad y gracia a sus estatuas, mejores proporciones y mejores partidos de paños. La estatua de san Juan Bautista en el desierto del tamaño del natural que trabajó para un altar del monasterio de las monjas de San Clemente de Sevilla, estofada de mano de Francisco Pacheco, es una de las grandes obras de escultura que hay en aquella ciudad, y acredita a su autor por uno de los mejores profesores de la Andalucía, y aun de toda España. He visto en poder de un aficionado un crucifixo [ Cristo crucificado ] como de a tercia, firmado de su mano en la cruz, que era una cabal prueba de su saber e inteligencia del desnudo. Pero no he podido descubrir ninguno de los Eccehomos, que dice Pacheco, hacia con gran acierta en barro. O habrán perecido por la materia, o habrán salido fuera de la ciudad, como otras muchas preciosidades de las bellas artes, que se llevaron los extranjeros de Sevilla.


Tuvo Gaspar estrecha amistad con el célebre poeta Hernando de Herrera, que hacía de inteligente en pintura y escultura; y como un día de los muchos que concurría a su obrador, se hubiese dilatado más de lo ordinario en hablar decisivamente de esta última profesión, Núñez que había oído con paciencia sus equivocaciones, por no decir desvaríos, le presentó dos modelos para que eligiese el mejor, y habiendo tenido la desgracia de preferir el peor, conoció la prudencia de su amigo, y tuvo que confesar su ignorancia. ¡cuantos en el día destituidos de las luces y talento de Herrera , se atreven a hablar en materia de las bellas artes sin considerar la burla y desprecio que hacen de ellos los profesores!

Pacheco.

(Tomo III, p. 240-241)