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Federico Zuccheri o Zúcaro [Zuccaro]
normal
Especialidad pintor
Fallecimiento 1609 Ancona [Italia]
Cronología XVI-XVII
Ciudad de trabajo Madrid, El Escorial (Comunidad de Madrid) Valencia (Comunidad Valenciana), Roma (Italia)
Ubicación en el diccionario Tomo 6, Página 37, Letra Letra Z, Grupo Grupo ZU

Zuccheri (Federico) pintor, o Federico Zúcaro, [ Zuccaro ] como acá decimos. Fue más estimado en Italia, Francia, Flandes e Inglaterra, que en España. Nació en Sant Angelo in Vado, del ducado de Urbino, el año de 1543, y su padre Octaviano procuró inclinarle a la pintura, como lo hada hecho con otro hijo mayor, llamado Tadeo. Hallábase este en Roma con grande reputación el de 550, y para que Federico aprendiese a su lado le Llevó el padre a aquella capital, cuando fue a ganar el jubileo de aquel año santo. Aprovechó mucho con tan buen maestro, y cuando llegó a ser grandezuelo no quería sufrir las correcciones de su hermano; y como este hubiese retocado algunos defectos que Federico había pintado al fresco en Roma en la fachada de una casa, picó con un martillo lo que le había enmendado, por lo que se separaron; mas volvieron a vivir juntos poco tiempo después.


Aumentábanse cada día los progresos de Federico, ocupándole Tadeo en obras del Vaticano, del [ obras en el ] palacio Farnesio y [ obras en ] del castillo de Caprarola, que estaban a su cargo, trabajando los dos de conformidad, así los diseños como las pinturas; pero habiendo fallecido Tadeo el año de 66, le enterró en la Rotunda al lado de Rafael de Urbino con una, inscripción tan lisonjera, que solamente la amistad fraternal puede disculparla; y como el hermano hubiese dejado por acabar la cúpula de santa María in Fiorien Florencia instó al gran duque para que Federico fuese a concluirla, lo hizo con brevedad, y con tan buen estilo, que le dio mucho honor y fama.


Volvió a Roma, llamado por Gregorio XIII, para pintar la capilla Paulina. Durante esta obra hubo de tener algunas diferencias con sus familiares,y para vengarse de ellos pintó el cuadro de la calumnia, que después grabó Cornelio Cort, en el qué representó con orejas de asno a los que le habían ofendido; y no satisfecha su venganza le colocó sobre la puerta de la iglesia de san Lucas en un día de mucha concurrencia. Indignado el Papa con tan grosero atentado, tuvo que salir Federico huyendo de Roma. Halló abrigo en el cardenal Lorrayne, que le envió a Paris, donde pintó algunas obras: pasó después a Amberes a diseñar cartones para tapices: de allí a Holanda y a Inglaterra, y logró en Londres retratara la reina Isabel, y pintar otros cuadros que le dieron estimación y dinero. Regresó a Venecia, y pintó con el Tintoreto y el Veronés en la sala del gran consejo de aquella república: acabó la capilla del patriarca Grimani, que Juan Bautista Franco había dejado por concluir; y pintó para la iglesia de San Francisco de aquella capital un excelente cuadro de la adoración de los Reyes [ epifanía ].


Durante estas correrías se suavizó la cólera del Papa, y Zúcaro volvió a sus pies recibiéndole benignamente, y concluyo la capilla Paulina. Hallábase entonces en Roma de embajador de España el conde de Olivares, a quien Felipe II había encargado buscase un pintor hábil, capaz de reemplazar al mudo Navarrete y a Lucas Cambiaso en lo que faltaba por pintar en el Escorial. Bien quería S. M. que fuese el elegido Pablo Veronés por las buenas noticias que tenia de su mérito, confirmadas con algunos cuadros de su mano que habían venido a España; pero habiéndose excusado con las muchas obras que tenia entre manos en Venecia, el conde envió a Zúcaro, como pintor del Papa y el más acreditado en Roma.


Cuando llegó a Madrid se hallaba el rey en Valencia, desde donde escribió al prior del Escorial con fecha de 2o de enero de 1586, avisándole su venida, el nombramiento de su pintor, su residencia fija en aquel sitio, y la asignación de 2,000 escudos de oro al año, los 1,500 pagados en Roma, y los 500 restantes en España, comenzando a gozarlos desde el día 16 de septiembre de 535 en que había salido de aquella capital. Dice el padre Sigüenza, que en atención al buen nombre con que fue anunciado, al crédito que le habían adquirido las estampas grabadas por sus obras, y a los personajes que le recomendaron, no faltó más que salir a recibirle con palio en el Escorial. Restituido el rey a este monasterio le mandó pintar los lienzos [ cuadros ] del retablo mayor, los [ cuadros ] de los colaterales, y las estaciones al fresco del claustro principal.


Pintó y se colocaron en el retablo mayor el martirio de san Lorenzo en el medio del segundo cuerpo: Cristo a la columna y [ Cristo ] con la cruz a cuestas en los lados; y la asunción de [ la Virgen ] nuestra Señora, la resurrección del Señor, y la venida del Espíritu santo en el tercer cuerpo. Sospechoso Zúcaro del silencio que todos los de la corte y hasta los monjes guardaban, sin que profiriesen ningún elogio a unas obras de tanta consideración, trabajó con mucho cuidado los dos lienzos que restaban del nacimiento y de la adoración de los Reyes [ epifanía ] para el primer cuerpo; y habiéndolos concluido, lleno de confianza los presentó al rey, diciendo: “esto es, Señor, adonde puede llegar el arte: son para lejos y para cerca" Mirolos el rey despacio, y después de un gran rato, le preguntó si eran huevos los que se figuraban en una cesta del cuadro del nacimiento. Sintió sobremanera esta pregunta, pero se consoló con haberse colocado en sus sitios; y de seguida, pintó la anunciación y el san Jerónimo para los altares colaterales.


Pasó después a trabajar al fresco las estaciones del claustro con los oficiales que había traído de Italia, entre los cuales vino el buen Bartolomé Carducho, que pintó obras de mucho mérito en aquel monasterio. Desagradaron al rey las seis primeras desde la concepción hasta la visitación de [ la Virgen ] nuestra Señora, y fue preciso decírselo por lo claro: habiéndose disculpado con los oficiales, diciendo que se las habían echado a perder, se le mandó que él solo pintase la [ Inmaculada ] Concepción. La pintó y tuvo la misma suerte que las demás. Disimuló el rey por entonces, y poco despues le concedió licencia para que se retirase a Itallia. Salió de España después de tres años escasos que estuvo en aquel monasterio, habiéndosele pagado lo estipulado, y dándole otras gratificaciones, según resulta de una real cédula de 8 de diciembre de 1588, por la que mandaba S. M. al pagador del Escorial entregarle 600 escudos dé oro; y de otra que se le permitiese sacar del reino dos medallas y una cadena de oro, una sarta de perlas y 900 ducados en dinero efectivo.


Inmediatamente que se despidió del rey, besó la mano a S. M. el obrero del convento fray Antonio de Villacastin, diciendo que se la besaba por la merced que había tenido a bien hacer a Zúcaro: No tiene él la culpa (respondió el rey) sino quien le encaminó acá. Conocirose entonces y se habló de la falta del mudo Navarrete, que para substituirla trajeron a Cambiaso y Federico, y dice el padre Sigüenza, que, “si viviera se ahorrara de conocer tantos italianos, aunque no se conociera tan bien el bien que se había perdido."


Mandó Felipe II que Juan Gómez retocase la Anunciación y el san Jerónimo de los colaterales, con lo que quedaron más suaves en el colorido: que se quitase del retablo mayor el martirio de san Lorenzo, y que se llevase fuera del monasterio a la capilla de aquel real sitio, donde permanece: que se pusiesen en la aula del convento los dos lienzos del nacimiento y de la epifanía [ adoración de los reyes ], quedándose los restantes en el retablo mayor, “y se sufren allí (añade Sigüenza) porque como están tan lejos de la vista, harían poca diferencia los que se pusiesen mejores" ; y finalmente que se picasen las seis estaciones que había pintado al fresco; pero se conserva la de la encarnación, para que se note la diferencia que tiene entre las demás.


No por esto perdió un punto de su estimación en Roma Federico Zúcaro, donde habiendo llegado pintó muchas obras que le estaban esperando. Fijó toda su atención y conato en promover el establecimiento de una academia pública de dibujo en aquella capital; y habiendo obtenido de antemano una orden del Papa Gregorio XIII para el efecto, consiguió que la confirmase Sixto V. Construyó a sus expensas una casa, en la que estableció la academia, y fue el primer príncipe de ella. Y para que no careciesen sus individuos de las reglas y preceptos de las tres bellas artes, compuso una obra en dos volúmenes con el tituló, Idea de los pintores, escultores y arquitectos, que lleva a imprimir a Venecia. A la vuelta quiso visitar la casa santa de Loreto, y acometido de una grave enfermedad , falleció en Ancona el año de 1609 a los sesenta y seis de edad. Luego que supo su muerte el caballero Cristóbal Rocalli delle Pomerancie, que estaba pintando la cúpula de Loreto, corrió a Ancona, y le enterró con gran pompa.


Federico Zucaro fue pintor de gran genio, y de gran facilidad en la inverción y en el dibujo. Su colorido no fue el más agradable, porque arrastrado de su espíritu y viveza, apartandose de la naturaleza declinó en sequedad, A pesar de esto fue muy celebrado en Roma, donde tenía estrecha amistad con los mejores profesores, como eran Dominico Passignano ,Bartolomé Carducho y Pablo de Céspedes, no sólo por los vastos conocimientos que tenia en las bellas artes, cuanto por su istrucción y delicado gusto en la poesía, pues imprimió también en Venecia un tomo de sus versos.


Además de los lienzos [ cuadros ] que pintó para el Escorial, es de su mano un cuadro de ánimas que esta en la iglesia del colegio de Corpus Christi de Valencia, y se le atribuyen los de san Pedro y san Pablo, colocados en los lados del altar mayor de la misma iglesia. Tengo en mi pequeña colección algunos dibujos suyos a la puma y aguada, ejecutados con más facilidad que exactitud, bien que son muy abreviados.

Junta de Obras y Bosques, Padre Sigüenza, Butrón, Carducho, Pacheco, Padre Orlando, Mr. De Piles, Anónimo, Palomino, Ponz.

(Tomo VI, pp. 37-44)

Consulta <Zuccaro, Federico> en el libro

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