Pacheco, Francisco

De Diccionario Interactivo Ceán Bermúdez
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Pérez del Río, Francisco. "Francisco Pacheco"
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Especialidad Pintor
Nacimiento 1564 Sanlúcar de Barrameda (Cádiz, Andalucía)
Fallecimiento 1644 Sevilla (Andalucía)
Cronología XVI-XVII
Ciudad de trabajo Madrid (El Escorial (Comunidad de Madrid), Toledo (Castillla la Mancha)
Ubicación en el diccionario Tomo 4, Página 3, Letra Letra P, Grupo Grupo PA
Referencia bibliográfica *E. Valdivieso González, "Real Academia de la Historia D.B-e", en Francisco Pérez del Río. Accesible en: https://dbe.rah.es/biografias/7705/francisco-perez-del-rio (consultado en 16/09/2021)


Pacheco (Francisco) pintor. Si la prerrogativa de haber sido suegro y maestro de don Diego Velázquez de Silva le hace memorable en la historia de los artistas españoles, la de ser un pintor correcto, un sabio escritor y un gran poeta le eleva a más alto grado de honor y reputación. Don Antonio Ponz dice, que nació en Sevilla de familia ilustre el año de 1580; pero el mismo Pacheco afirma al folio 470 de su Arte de la pintura, impreso en Sevilla el de 1649, ser de edad de setenta años cuando lo escribía, que por lo menos era en el de 41, en que tiene la licencia de ordinario para imprimirle, que quiere decir haber nacido en el de 1571, nueve antes de lo que afirma Palomino.

Fue sobrino del licenciado Francisco Pacheco, canónigo de aquella iglesia metropolitana, sujeto de mucha erudición en las sagradas letras y excelente poeta latino, a quien el cabildo encargó dispusiese los santos de los bajos relieves, estatuas y otros adornos para la gran custodia de plata que Juan de Arfe había de trabajar para la catedral. Compuso los excelentes versos latinos que están esculpidos o grabados en la antesala de la sala capitular, y los que hay al pie de figura colosal de san Cristóbal, que Mateo Pérez de Alesio pintó al fresco en la propia iglesia, y otros muchos que le hacen memorable en ella.

Aprendió nuestro Francisco su profesión en Sevilla con Luis Fernández pintor de sargas, distinto de otro del mismo nombre y apellido, que residió en Madrid a principios del siglo XVII, de lo que no debió dudar Palomino cuando el de la corte era posterior y de menor edad que Pacheco. Tampoco debió afirmar que este hubiese estado en Italia, donde dice estudió por las obras de Rafael; y para comprobar esta aserción se refiere a lo que el mismo Pacheco escribió en su tratado de la pintura á los folios 243 y 265.

Dice en el primero: que seguiría “en el historiado, gracia y composición de las figuras, bizarría de trajes, decoro y propiedad a Rafael de Urbino, a quien por oculta fuerza de naturaleza desde muy tiernos años, he procurado siempre imitar, movido de las bellísimas invenciones suyas y de un papel original de la escuela, de su mano, de aguada, que vino a mis manos, y he conservado conmigo muchos años ha, dibujado con maravillosa destreza y hermosura" Aquí nada se indica de haber estado en Italia, por el contrario, se infiere que las invenciones que le excitaron a imitar a Rafael fueron las estampas que vería en Sevilla.

Hablando en el otro folio de la hermosura, de su inconstancia y corta duración, añade: “Hurtaré estos versos de una epístola, que envié a don Juan de Jáuregui estando en Roma." De estas últimas palabras infirió Palomino que Pacheco había estado en aquella capital, habiendo sido el que estuvo Jáuregui, como él mismo asegura en un discurso que escribió en favor de la pintura, y publicó Carducho en el libro de sus diálogos al folio 199. Si Pacheco quisiese decir que él había estado en aquella corte, como buen escritor, que ha sido, diría: hurtaré estos versos de una epístola, que estando en Roma, envié el don Juan de Jáuregui. Finalmente, si hubiera estado en Italia, lo hubiera repetido muchas veces en su tratado, refiriendo cuanto habría visto, como lo hizo de Madrid.

Sin salir de Sevilla siguió sus estudios con aplicación y aprovechamiento, y desde muchacho, como él mismo dice al folio 174, se dedicó a inquirir por los libros y varones doctos las noticias de la historia y de la fábula, como tan conducentes a la pintura. Pintó al óleo el año de 1594 en damasco carmesí estandartes para las flotas de Nueva España y [ estandartes para la flota ] Tierra Firme de treinta y cincuenta varas cada uno, con las armas reales, Santiago a caballo, cenefas y adornos; y al temple el de 98 la cuarta parte del túmulo que se levantó en la catedral de Sevilla para las honras de Felipe II.

Fue el primero en aquella ciudad en encarnar [ encarnado ] y estofar [ estofado ] bien las estatuas. Lo están de su mano la de san Juan Bautista, que ejecutó Gaspar Núñez Delgado en el monasterio de san Clemente: la de santo Domingo en el convento de Portaceli: las cabezas y manos de san Ignacio y de san Francisco Javier en la iglesia que fue de la casa profesa de los jesuitas: el crucifijo [ Cristo crucificado ] del monasterio de la cartuja de santa María de las Cuevas y el san Jerónimo del retablo mayor de los monjes de Santiponce, todas trabajadas por su amigo Juan Martínez Montañés.

También fue el primero en ayudar con colores y perspectivas los bajos relieves: así lo están de su mano los del retablo de san Juan Bautista en el citado monasterio de san Clemente. Estaba ya muy acreditado en su patria el año de 1600; pues fue elegido para pintar seis cuadros grandes de la vida de san Ramón para el claustro principal del convento de la Merced calzada en competencia de Alonso Vázquez, pintor de gran fama y mérito en aquella ciudad; y en efecto principió en el propio año a diseñar el primero.

En el de 603 pintó en lienzo al temple varios pasajes de la fábula de Dédalo e Ícaro para el camarín o gabinete de su gran amigo don Fernando Enríquez de Ribera, tercer duque de Alcalá, con actitudes muy difíciles en las figuras, por estar escorzadas en el aire. Y como a la sazón se hallase en Sevilla Pablo de Céspedes y los hubiese visto, encareció mucho su mérito, y dijo, que el temple era el mismo que habían usado los antiguos, y muy conforme al que él había aprendido en Roma, llamado aguazo. Ajustó esta obra en 1,000 ducados; y concluida compuso y dirigió al duque este soneto.

Osé dar nueva vida al nuevo vuelo

Del que cayendo al piélago dió fama,

Príncipe excelso , viendo que me llama

El honor de volar por vuestro cielo.

Temo á mis alas, mi subir recelo,

O gran Febo ! á la luz de vuestra llama,

Que tal vez en mi espíritu derrama

Esta imaginacion un mortal yelo.

Mas promete al temor la confianza

No del joven la muerte, ántes la vida

Que se debe á una empresa gloriosa;

Y esta por acercarse á vos se alcanza,

Que no es tan temeraria mi subida,

Puesto que es vuestra luz mas poderosa.

Ansioso por ver y observar las obras de los grandes pintores, pasó el año de 1611 a Madrid, al Escorial y a Toledo, donde trató a Dominico Greco. Tuvo estrecha amistad con Vincencio Carducho, y compuso elegantes versos al retrato de su hermano Bartolomé [ Carducho ], que había muerto el año de 608, y también con otros pintores de mérito, que había entonces en la corte, de quienes fue muy estimado y aplaudido. Restituido a Sevilla, se entregó a un estudio más serio y filosófico de su profesión, con arreglo á los principios y sistema que había observado en las pinturas de los valientes artistas. Estableció en su casa una escuela metódica, concurrida de muchos y aprovechados discípulos, como fueron Alonso Cano, Diego Velázquez y otros.

Sobre estos sólidos cimientos pintó el año de 1613 un san Ignacio de Loyola por su mascarilla para el colegio de san Hermenegildo, y en el siguiente concluyó el gran cuadro del juicio universal, que está en las monjas de santa Isabel de aquella ciudad [ Sevilla ], que tan prolija y teológicamente describe en su libro de la pintura. Pagáronle por esta obra 700 ducados: corta cantidad sí se atiende al esmero que puso en ella, al número de figuras que contiene, y al conjunto de ensayos, operaciones y circunstancias que concurrieron. El maestro Francisco de Medina compuso la inscripción siguiente, escrita en una lápida fingida, que está en el primer término del propio cuadro.

Futurum ad finem soeculorum judicium

Franciscus Paciecus Romulensis depingebat

Soeculi á judicis, natali XVII

Anno XI,

El padre Gaspar de Zamora, jesuita, escribió una apología de esta pintura contra los que la satirizaron; y don Antonio Ortiz Melgarejo, caballero de la orden de san Juan, una silva en su alabanza.

No le dio menos honor el encargo que le hizo el santo tribunal de la Inquisición de Sevilla el día 7 de marzo de 1618 para que velase sobre el decoro y decencia de las pinturas sagradas, que estuviesen en tiendas y parajes públicos, y no hallándolas con el que convenía, las hiciese llevar al tribunal para que vistas y examinadas se diese providencia. Con estas prerrogativas se aumentaba más y más su opinión, la que le proporcionaba más obras que las que él podía pintar. Pintó el año de 620 sobre mármol de Granada, aprovechando las manchas naturales, el bautismo de Cristo, y la comida que le suministraron los ángeles [ a Cristo ] en el desierto, para el retablo mayor del colegio de san Hermenegildo, y el de 23 un san Juan Bautista del tamaño del natural para la cartuja de santa María de las Cuevas.

Volvió este año a Madrid acompañando a su yerno don Diego Velázquez de Silva, que había sido llamado de orden del conde duque de Olivares, y fue testigo y participante de los honores y distinciones que le hizo el rey cuando le nombró su pintor de cámara. Se detuvo dos años en la corte examinando y estudiando todas las pinturas del palacio y de los sitios reales con más espacio y proporción que la primera vez, por el destino de su yerno. Está en su artículo el soneto que compuso con el motivo del retrato que Velázquez hizo de Felipe IV a caballo. En esta época pintó Pacheco algunas obras para particulares, y un lienzo con dos figuras del tamaño natural, flores, frutas y otros juguetes [ bodegón ], que poseyó después su amigo Francisco de Rioja. Estofó [ estofado ] por encargo del arquitecto y maestro mayor Juan Gómez de Mora una estatua de nuestra señora [ virgen ] de la Expectación para la condesa de Olivares en 2,000 reales. Fue muy celebrado este trabajo de todos los inteligentes, y particularmente de Eugenio Cajés, que le apreció en 500 ducados. La condesa envió la estatua al convento de los franciscos descalzos de Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, que acababa de fundar.

A pesar de estas satisfacciones Pacheco respiraba por el retiro y sosiego de su casa, que pudo conseguir con gran sentimiento de Velázquez, que le quería siempre a su lado. Le recibieron en Sevilla con no menor obsequio, que el que había tenido en Madrid, desde entonces fue concurrida su casa de las personas más principales, de más gusto y de más erudición de la ciudad. Los Jesuitas fueron sus antiguos y más íntimos amigos: trataba con ellos los asuntos de sus obras, y a ellos se atribuye la mayor parte del Arte de la pintura, principalmente el tratado de las pinturas sagradas. Así acabó sus días en su patria el año de 1654 con gran reputación y sentimiento de los profesores de la pintura, por el honor que le había dado con su enseñanza , con sus obras y con el celo y amor con que había defendido sus prerrogativas.

Manifestó éstas en un papel muy erudito, que escribió con fecha de 16 de julio de 1622 en favor de la pintura, prefiriéndola a la escultura, con motivo de un pleito que ciertos pintores de Sevilla disputan contra el escultor Juan Martínez Montañés sobre haber cobrado 6,000 ducados por el retablo mayor de las monjas de santa Clara de aquella ciudad, que había trabajado, dando solo 1500 al pintor que le había dorado y estofado. Censuró en este escrito la conducta de los escultores en encargarse de la pintura de sus obras, queriendo manifestar los perjuicios que resultaban a los artistas de esta profesión. Si todos los doradores y estofadores trabajasen como él, tendría razón; pero Montañés no quería que manos ignorantes corrompiesen sus estatuas y bajos relieve; y el cuidado y dirección del escultor en este trabajo sobre sus obras es más interesante al público, que los privilegios del gremio de pintores que había antiguamente en Sevilla.

Las pinturas de Pacheco dicen que fue algo más que especulativo y erudito pintor como le llaman Carducho y Palomino. Tienen corrección de dibujo, actitudes sencillas, y están observadas las reglas de la composición, del decoro, de la costumbre, de la luz y de la distancia. Si hubiera sido más suave en el colorido y más franco en la ejecución, aventajaría a los mejores pintores de Andalucía, que cuidaron más de la hermosura del colorido que de la exactitud del diseño. Tal vez por este motivo uno de sus paisanos escribió al pie de un Cristo desnudo, que había pintado, este gracioso epigrama.

¿Quien os paso así Señor,

Tan desabrido y tan seco?

Vos me direis que el amor,

Mas yo digo que Pacheco.

Ninguno hubo más estudioso ni más constante que él en el trabajo. Siguió por más de cuarenta años el sistema de preparar sus obras con el estudio de dos o tres diseños para el asunto que había de pintar. Copiaba a parte y al óleo las cabezas por el natural: también dibujaba por él en papel teñido los brazos, piernas, manos y otras partes del desnudo, que necesitaba para sus composiciones, realzando los claros con yeso o albayalde seco. De este modo estudiaba y diseñaba los paños y las sedas, que arreglaba en el maniquí, vistiéndole con capas, túnicas y otras cosas adaptables al asunto. Así pintó los seis cuadros [ de la vida de san Ramón ] del claustro de la Merced, el juicio universal de santa Isabel, el san Miguel del colegio de san Alberto, y otras obras recomendables en Sevilla, que diremos al fin.

Hizo más de ciento cincuenta retratos al óleo de varios tamaños, la mayor parte pequeños, porque entonces se usaban así, y con más utilidad que ahora los de miniatura; y el mejor fue el de su mujer. Y pasaron de ciento setenta los dibujos [ fraile mercedario, ] que ejecutó de lápiz negro y rojo de sujetos de mérito y fama en todas facultades, incluso el de Miguel de Cervantes. Y a este propósito cantó don Francisco de Quevedo y Villegas los versos siguientes:

Por ti honor de Sevilla,

El docto, el erudito , el virtuoso

Pacheco con lápiz ingenioso

Guarda aquellos borrones,

Que honráron las naciones

Sin que la semejanza

Á los colores deba su alabanza,

Que del carbon y plomo parecida

Reciben semejanza, alma y vida.


También pintaba de iluminación o miniatura, y descubrió su habilidad en este género en la ejecutoria de Pedro López de Verastegui, cuyo trabajo celebraron mucho los pintores Antonio Mohedano y Alonso Vázquez, y le pagaron por él 80 ducados.

El libro que escribió Arte de la pintura es una obra elemental en que vertió todos sus conocimientos y gran erudición. Los pintores de la Andalucía la consideraron como indispensable para su instrucción y adelantamientos; y los demás de España siempre la respetaron como la mejor obra de pintura en nuestro idioma. La lástima es que se ha hecho muy rara y convendría reimprimirle. El ejemplar que yo tengo de esta obra ni algún otro que he visto contienen el prólogo que compuso para ella; y como hubiese llegado manuscrito á mis manos, sospecho que no se haya impreso, y por ser harto interesante he determinado copiarle aquí en la siguiente nota (I).

No se limitaba su erudición solamente a la pintura: cuando se trató de hacer compatrona de España a santa Teresa de Jesús escribió unos doctos reparos contra el memorial de don Francisco de Quevedo Villegas, que defendía el único patronato de Santiago, y en ellos hizo ver cuanto distaba su instrucción de la que tenían los demás artistas de su tiempo. Y para satirizar la devoción indiscreta, los concluyó con el siguiente

EPÍGRAMA.

Era en la sazón dichosa

Cuando ajena de alegría

A su esposo y rey hacia

Honras la sagrada esposa.

Y andando en su movimiento

Un loco, encontró un lanzón

Y al punto le dio afición

De guardar un monumento.

Puesto en su ejercicio pío

V ido acercarse a rezar

A un honrado del lugar,

Pero en fama de judío.

Con la aprehensión o el celo

Enarboló la cruel

Asta, :conque dio con él,

Mas que aturdido en el suelo:

Y al pueblo que le cercó

Para vengar esta injuria

Daba voces con gran furia:

¿Hemos de guardar ó no?

Fabio mío, la razón

Siga un camino quieto,

Que nunca el celo indiscreto.

Alcanza reformación.


No son menos discretos y graciosos otros dos que hizo contra la mala imitación de la naturaleza en la pintura: los copiaré también, aunque lo haya hecho antes el redactor del Parnaso español, colocando a Pacheco entre nuestros mejores poetas.

Sacó un conejo pintado

Un pintor mal entendido;

Como no fue conocido

Estaba desesperado:

Mas halló un nuevo consejo

Para consolarse y fue

Poner de su mano al pie

De letra grande CONEJO.

pintó un gallo un mal pintor,

Y entró un vivo de repente,

En todo tan diferente

Cuanto ignorante su autor.

Su falta de habilidad

Satisfizo con matallo,

De suerte que murió el gallo

Por sustentar la verdad.


Recogió los versos de su amigo Hernando de Herrera y con su retrato, que él mismo dibujó, y grabó Pedro Perret, los imprimió en Madrid en 4 ° el año de 1619 con este soneto que puso en el principio.

Goza, o nación osada el don fecundo

Que te ofrezco en la forma verdadera

Que imaginé de el culto y gran Herrera,

Y el fruto de su ingenio alto y profundo.

Ya que amaste el primero, ama el segundo;

Pues pudo el uno y otro en su manera,

Aquel honrar del Tajo la ribera,

Este del Betis y los dos del mundo.

El dulce y grande canto el espumoso

Océano á naciones diferentes

Lleve y dilate ufano su pureza:

Porque tú nombre ilustre y generoso

No invidie ya otras liras mas valientes,

Ni del latino ó griego la grandeza.

Rodrigo Caro dice en el libro que escribió, Claros Varones en letras, naturales de la ciudad de Sevilla, obra inédita, cuyo original posee el conde del Águila: “Francisco Pacheco, célebre pintor en esta ciudad, cuya oficina era academia ordinaria de los más cultos ingenios de Sevilla y forasteros....”

Y finalmente Lope de Vega Carpio cantó en alabanza de nuestro profesor la siguiente estrofa.

De Francisco Pacheco los pinceles

Y la pluma famosa

Igualan con la tabla verso y preso.

Sea bético Apeles

Y como rayo de su misma esfera

Sea el planeta con que nazca Herrera,

Que viviendo con él y dentro della

Adonde Herrera es sol, Pacheco estrella.


Las pinturas que se le atribuyen son las siguientes:

SEVILLA.

Catedral.

-San Fernando recibiendo las llaves de la ciudad en un cuadro pequeño del zócalo en el retablo del trascoro: una Concepción en la sacristía de la capilla de san Hermenegildo: otra [ Concepción ]con el retrato de Miguel Cid, de medio cuerpo, presentándole las coplas que compuso de este misterio, colocada junto a la puerta del Lagarto por la parte de afuera.

Universidad

-La Anunciación del retablo mayor.

San Lorenzo, Parroquia

-Otra [inmaculada] Concepción con el Padre eterno encima y unos santos a los lados en el altar de su capilla.

Los Toribios

-Las historias ya explicadas del bautismo de Cristo y de la comida [ de Cristo ] que le suministraron los ángeles en el desierto, pintadas en los jaspes del zócalo del retablo mayor.

San Francisco

-En Una pieza interior de la capilla de la Veracruz el cuadro que representa al Salvador [ Cristo ] y a los dos san Juanes [ san Juan Bautista y san Juan Evangelista ] con figuras casi del tamaño del natural.

San Alberto

-Las pinturas del retablo de la adoración de los Reyes [ epifanía ]: las de otro [ retablo ] en que está colocado un estandarte tapando la principal; y debajo del coro el famoso san Miguel derrocando al demonio, figuras de suma corrección y buen efecto, y el mejor cuadro de su mano. Pintó en el pedestal del retablo a los santos Vicente mártir y Vicente Ferrer de medio cuerpo, y un crucifijo [ Cristo crucificado ] en la cruz de la mesa del altar.

Merced Calzada

-Los seis cuadros grandes de la vida de san Ramón en el claustro principal; y un san Jerónimo penitente en la sacristía.

Colegio de san Francisco de Paula.

-Varias pinturas [ cuadros ] en una capilla de la iglesia al lado de la epístola, firmadas el año de I63.

San Clemente

-Después de haber estofado la estatua de san Juan Bautista y [ estofado ] las medallas de su retablo, pintó en él algunos pasajes de la vida [ de san Clemente ] del santo precursor. El cuadro grande que dicen, está en el refectorio de este monasterio y representa a los ángeles sirviendo á Cristo la comida en el desierto.

Monjas de la Pasión.

-Los lienzos del altar mayor, relativos a la pasión de Cristo y los del retablo de san Juan Bautista.

Monjas de santa Isabel

El referido cuadro de¡ juicio universal en su altar.

Trinitarios Calzados

-Las pinturas [ cuadros ] del retablo colateral del lado del evangelio.

San Domingo de Portaceli

-Varios santos de medio cuerpo en el zócalo del altar mayor.


SANTA MARÍA DE LAS CUEVAS.

Cartuja

-El cuadro de san Juan Bautista en el refectorio de los legos.


BRENES

Parroquia.

-Los lienzos de¡ retablo principal, que representan el nacimiento y la circuncisión [ de Cristo ] del Señor: diferentes santos y santas y en el remate la beatísima [ santísima ] Trinidad.


ALCALÁ DE GUADAIRA

Hospital

-El de san Sebastián en el altar.


CARMONA

Santa María, Parroquia

-Los del retablo de san Bartolomé, cerca del presbiterio


NOTA

(I) Muchos recibidos por doctos y sabios varones en todas las facultades y ciencias por haber manifestado el maravilloso caudal suyo y fruto de sus vigilias por escrito, han quedado sujetos a la temeraria libertad del vulgo, que a ninguno perdona. Cosas que muchas veces me quitó la pluma de la mano para no poner este mi deseo en ejecución. Mas considerando, que esto que pudo detener a muchos, a otros alentó, puse la mira en el bien común y premio temporal y eterno, y que el hombre no debe ocultar su talento ni la luz que te fue comunicada por tan humildes respetos. Por estas y otras causas es justo es temer a los viciosos y desocupados que quieren adquirir opinión de jueces severos y prudentes a costa de la honra ajena a los cuales si recelase alguno dejará pocas prendas de sus estudios, antes morirá (dice Hernando de Herrera) en silencio y oscuridad sin ser conocido, como Ipasso de Mesaponto, que siendo el más docto de todos los pitagóricos, temió tanto las calumnias de los maldicientes, que rehusó dejar algunos escritos. Así venciendo estas dificultades me determine a manifestar alguna parte de lo mucho que la pintura encierra en sí, conforme a la humildad de mi ingenio, reprimiendo en parte la osadía de lo que con menos que mediano caudal o sin haber trabajado esta profesión, teniéndola por limitada materia, pensaron recoger en un sólo discurso la grandeza suya con sólo trasladar de otros. Séame lícito tan justa empresa, pues no aventuro el trabajo en facultad ajena, ni con tan moderada experiencia que no se acerque mucho a lo que dijere. Porque ¿a quién no hace lástima ver una arte tan noble y tan digna de ser estimada y entendida sepultada en olvido en España? Que en otras naciones tanto se preciaron y precian ilustres varones de honrarla y celebrarla y particularmente en Italia hasta escribir las vidas de los que las ejercitaron. Y que sola nuestra nación carezca de este loable empleo culpa es de la mayor parte de los que tratan de ella, que la tienen reducida sólo a la mayor ganancia sin aspirar al glorioso fin que ella promete. Antes estos se entretienen en su ociosidad, burlando de los estudios de los que le son verdaderamente enamorados, teniéndolos por hombres impertinentes y por gente que vive en miserable melancolía. Y en la verdad se engañan, porque si el cielo no pusiera gusto en las ciencias encaminadas ni fin virtuoso, no fueran de tanta utilidad al cuerpo y alma, ni hubiera habido tantos que en ellas fueron tan excelentes y celebrados, que ilustran sus patrias y naciones con inmortal renombre.

Bien es verdad que Juan de Arfe, insigne platero osó en nuestra lengua dar principio a alguna parte de este intento con el libro que escribió de conmensuración, imitando algo de lo que el príncipe de la pintura Alberto Durero escribió de la simetría del cuerpo humano, tan doctamente y con tanta variedad y abundancia, pues trató de huesos, anatomía y músculos y de otras proporciones de animales. Pero parece que abraza a escultura y pintura , y no fue su intento tratar más que lo perteneciente a su profesión. También el licenciado Gaspar Gutiérrez de los Ríos, natural de Salamanca, el año de 1600 sacó un libro que intitula, Noticia general de las artes. donde entendidamente prueba ser la pintura arte liberal, y la prefiere a las damas ciencias y artes; y aunque no fue su intentó principal tratar de si la la pintura, sino de las demás artes que se valen del dibujo, con todo descubrió muchas grandezas y excelencias de la pintura bien doctamente, que podrán ver en nuestra lengua los aficionados; pero de intento ninguno hasta ahora ha entrado en este profundo piélago con ánimo de enseñar. Y cuando este mi trabajo no sirva de más que quitar el temor a muchos de los nuestros que sobre este humilde principio, con mejor ingenio y más aventajado caudal puedan descubrir y dar mayores rayos de la mucha luz que han alcanzado, no habrá sido en vano. Además de que podrá aprovechar a algunos mucho lo que aquí se escribe para la ejecución de la pintura y a otros que en la teórica de ella se les ofrece hablar; pues en el ordinario trató manchas veces ocurre ver y tratar y poner ejemplos de pintura.


Por esto quiere el conde Baltasar Castellón en el primer libro, que su cortesano sepa dibujar y tenga noticia muy grande del arte de la pintura, y Alexandro Picolomini, caballero sienés, en su Introducción del hombre noble, en el capítulo 12 del libro 3, y ambos lo tomaron de Aristóteles en su política y economía, que entre las honrosas disciplinas y enseñanzas que pone delante a los niños mezcla a la pintura, llamándola la arte diseñativa o figurativa. A la cual no sólo alaba para que el hombre no pueda ser engañado en la elección de tanta variedad de cosas como se ofrecen en el uso común, mas para que sepa conocer y considerar la verdadera belleza de las cosas criadas, siendo el tal conocimiento no solo deleitable al sentido, pero mucho mas al entendimiento. Y vemos que por carecer de él algunas veces varones muy doctos en otras ciencias, hablan en esta con mucha impropiedad. Lo cual no sucederá en Italia por estar tan ricos de escritores cuan faltos de envidia y emulación. Y así en su lengua se halla escrito todo lo que así a esta como a otras artes pertenece que los libra de esta común ignorancia, porque hallan libros que se lo digan en .su misma lengua. Y porque lo que en este se dijere sea recibido con mayor gusto y admitida su doctrina, no hablaré tanto de mi autoridad, cuanto de la de varones excelentes antiguos y modernos; celebrados en otras naciones, citándolos en sus lugares y algunos de la nuestra, pues no carece en todas las facultades, ni ha carecido jamas de hombres dignos de ser estimados, remitiendo a otro lugar la mayor noticia de ellos, donde los entiendo celebrar, aunque sea corta cualquiera alabanza humana.

Pudiera haber colmado nuestro deseo la obra de pintura en verso heroico que Pablo de Céspedes, racionero de la santa iglesia [ catedral ] de Córdoba, escribía doctísimamente a imitación de las Geórgicas de Virgilio en honra de nuestra nación y de aquella famosa ciudad, patria suya, siguiendo los heroicos ingeniosos hijos de ella que en la poesía han florecido en todas las edades. Pero con. su muerte perdió España la felicidad de tan lucidos trabajos y el la dilatación y fama de su nombre, como diré yo en una epístola, que por ser en honra de tal sujeto será justo poner aquí. parte de ella (*).Algunas de aquellas sus famosas estanzas vinieron a mis manos después que pasó á mejor vida, que esparciremos en esta obra para ilustrarla y para que no perezcan en la oscuridad del olvido; y juntamente otros lugares que en una doctísima carta de pintura me escribió el año de 1608, en el cual murió a 26 de julio.

Y pasando adelante, porque nuestro intento se entienda mejor, dividiré esta obra en tres libros. En el primero se trata de la noticia, antigüedad y grandeza de la pintura: en el segundo la división y diferencia de todas sus partes y lo tocante á la técnica; y en el tercero los varios modos dé ejecutarla con todo lo que pertenece a la práctica y ejercicio de ella. Y aunque no le. conviene a ninguno prometer nada de sí, confiando de la naturaleza de las mismas cosas, oso esperar que si acertare a decir con palabras sencillas, no sólo con la autoridad referida, pero también con la razón

probare mucho de lo que dijere, pues es la que tiene más lugar en los que viven por ella, a quien ofrezco mi humilde trabajo para que lo amparen y defiendan en premio de la voluntad con que se ofrece.

(*) Los versos que siguen en el MS. de Pacheco están en el articulo de Céspedes, por lo que no se repiten aquí. El lector puede leerlos en él porque son dignos de ello.

Manuscrito, Otro manuscrito de Cuesta, Díaz del Valle, Carducho, Pacheco, Palomino, Ponz.

(Tomo IV, pp.3-23)


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(Concepción)con el retrato de Miguel Cid - Pacheco, Francisco Óleo sobre lienzo 1619 Catedral de Sevilla
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Dibujos - Pacheco, Francisco Dibujo,Lápiz negro,Lápiz rojo 1599-1644 Museo Lázaro Galdiano
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Fraile mercedario - Pacheco, Francisco Lápiz negro 1602 Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
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Juicio universal - Pacheco, Francisco Óleo sobre lienzo 1611-1614 Musée Goya
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