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{{Autor
|nombre_completo=Pablo Céspedes |alias= |fecha_nacimiento= |lugar_nacimiento=Córdoba [Andalucía] |fecha_fallecimiento=1608 |lugar_fallecimiento=Córdoba [Andalucía] |cronologia_siglo=XVI-XVII |cronologia_ano_desde= |cronologia_ano_hasta= |ciudad_trabajo=Sevilla (Andalucía) Madrid, Roma (Italia) |especialidad=pintor, escultor y arquitecto |imagen= |tomo=1 |pagina=316 |letra=Letra C |grupo=Grupo CE }}{{Autor:header}}'''Céspedes''' (Pablo de) escultor y arquitecto. Nació en Córdoba el año de 1538 en la casa de Francisco López Aponte, racionero de aquella santa iglesia, [ catedral ] y tío de Alonso de Céspedes, padre de nuestro Pablo y hermano de Pedro de Céspedes, quien después fue también racionero de la misma catedral. Se llamó su abuelo Alonso de Céspedes, cuyo padre fue noble y natural de Ocaña, y su abuela paterna Francisca de Mora. La madre que había nacido en la villa de Alcolea de Torote, se llamó Olaya Arroyo, y fue hija de Ciprian de Arroyo y de Pasquala Martínez, naturales y vecinos de la misma villa. No está de mas esta explicación, cuando se trata de uno de los mejores artistas, anticuarios, humanistas y sabios que hubo en España.  
Se mantuvo y educó en la casa en que había nacido, estudiando las primeras letras, gramática y filosofía hasta la edad de dieciocho años; y en el de 1556 pasó a Alcalá de Henares a estudios mayores y al de las lenguas orientales. No consta el tiempo que se ocupó en ellos, ni si aprendió en España el arte de la pintura, pero es de creer que antes de ir a Italia tuviese algunos principios. Pacheco, su grande amigo, dice que estuvo dos veces en Roma, y parece que no alcanzó a Miguel Ángel, pues en sus escritos no habla de haberle conocido, sino de las cosas que de él se decían, y manifiesta en ellos cuan afecto era a sus obras, que sin duda estudió bajo la dirección de alguno de sus discípulos.
 
 
Dio pruebas en aquella capital de sus grandes adelantamientos en la pintura con el fresco que pintó en la pared de la iglesia de Araceli, sobre el sepulcro del marques de Saluzzo, que representa unos [[niños_-_Céspedes,_Pablo|''niños'']]; y en la capilla de la Anunciata, en la Trinidad del Monte, con la [[historia_de_la_Virgen_-_Céspedes,_Pablo|''historia de la Virgen'']], y los [[profetas_-_Céspedes,_Pablo|''profetas'']] en los pilares, notándose en todo grandiosas formas y buena manera; y en la escultura con la cabeza de mármol que hizo para la estatua de [[Séneca_(cabeza)_-_Céspedes,_Pablo|''Séneca [ cabeza ]'']], pues no la tenia, y apareciendo una mañana con ella fue muy aplaudida, y escribieron al pie: Victor il spagnuolo. Estas y otras obras le dieron mucho crédito y estimación en Roma, como también el trato y amistad que tenia con los anticuarios y sabios, lo que pudo haber contribuido a conseguir una ración de la catedral de Córdoba.
 
 
Obtenida esta gracia se restituyó a su patria y tomó posesión el día 7 de septiembre de 1571 con general aprobación del cabildo de canónigos y del obispo. Desempeñó sus funciones con la más cumplida asistencia al coro, y con graves encargos y comisiones que el cabildo puso a su cuidado, como fue el haber arreglado el cuaderno de los santos Mártires de Córdoba con el doctor Ambrosio de Morales, por el que se mandó rezar en aquella santa iglesia en junio de 583. No dejaba por esto de entretenerse en la pintura, y entonces hizo los lienzos que señalaré al fin.
 
 
Solía pasar los meses de recles en Sevilla, en donde se cree tuviese casa con parte de sus estudios y antigüedades, según dio a entender el discurso que escribió a Pedro de Valencia sobre la comparación de la antigua y moderna pintura y escultura, diciendo: “Yo tuve una [[figurita_egipcia_de_piedra_negra,_toda_labrada_de_hieroglíficos_-_Céspedes,_Pablo|''figurita egipcia de piedra negra, toda labrada de hieroglíficos'']]: hase perdido en la peste de Sevilla, porque murió de ella un criado mío que la tenia a su cargo con otras cosas". Estuvo por la última vez en aquella ciudad el año de 6o3, cuando su amigo Pacheco pintaba al temple unos lienzos de la [[fábula_de_Dédalo_e_Ícaro_-_Céspedes,_Pablo|''fábula de Dédalo e Ícaro'']] para el camarín o despacho de don Fernando Henríquez de Ribera, tercer duque de Alcalá, los que merecieron su aprobación, asegurándole que era el temple que habían usado los antiguos, y que más se acomodaba al aguazo que él había aprendido en Italia.
 
 
Vuelto A Córdoba siguió en la alternativa del coro, de la práctica de las bellas artes, y de escribir sobre sus teorías y antigüedades hasta el fin de su vida; y según consta del libro del punto del coro de aquella catedral ''“murió el señor racionero Pablo de Céspedes, racionero entero de esta santa iglesia [ catedral ] de Córdoba a 26 de julio de 1608 años. Están obligados todos los beneficiados siguientes a decir dos misas por su ánima”''. Y al margen tiene la nota siguiente: ''“gran pintor y arquitecto, cuyas grades virtudes ennoblecieron nuestra España”''. Fue enterrado en la misma catedral, como a unas ocho varas de distancia y frente a la capilla de capilla de san Pablo; y sobre la lápida de su sepultura, mandó el cabildo grabar el siguiente epitafio:
  ''Paulus de Céspedes hujus alma''<br> ''Eclesial porcionarius, picturae''<br> ''Sculturea, architecturae, omniumque''<br> ''Bonarum artium, variarumque''<br> ''Linguarum peritissimus, hic situs est.''<br> ''Obiit anno Domini M.DC. VIII.''<br> ''Septimo kalendas sextilis. ''
Y también consta del libro de cargas de la mesa capitular, que: ''“El señor Pablo de Céspedes dotó un aniversario que se cumple anualmente por el ilustrísimo cabildo el día 30 de julio con 7500 maravedís de distribucion, juntamente la fiesta del y santo ángel de la guarda con la misma dotacion”.''
 
 
 
 
Pablo de Céspedes fue el artista más sabio y erudito que ha tenido España, y acaso le habrán igualado muy pocos en Europa. Escribió sobre la antigüedad de su catedral, probando que el sitio que ocupa, y en el que los moros erigieron su gran mezquita, es el mismo en que los romanos fundaron el templo de Jano, sobre lo cual tuvo una larga correspondencia con el erudito anticuario de la Andalucía el licenciado Juan Fernández Franco, con gran instrucción en la materia y conocimiento de la lengua arábiga, discurriendo con propiedad sobre la etimología de las voces que quedaron de aquel idioma en el castellano.
 
 
Poseyó también el griego y el hebreo, y por la uniformidad de principios tuvo estrecha amistad con el célebre Benito Arias Montano, como dice en otro discurso que escribió sobre el monte Tauro: ''“Arias Montano, doctísimo varón, á quien debo suma reverencia, así por su singular erudición e incomparable bondad, como por la amistad grande que tantos años hubo entre nos....&quot;'' Y en otra parte añade: ''“El señor Arias Montano, que esta en el cielo, tan señor y particular patrón mío.&quot;''
 
 
Su poema de la pintura, cuyos trozos conservamos por el celo de Francisco Pacheco, es superior al que escribió en latín Du-Fresnoy, y los de Le-Mierrey Watelet en francés, por su mejor plan y división, por la elevación y claridad de ideas, por la pureza del idioma y por la armoniosa versificación de sus octavas rimas.
 
 
No he hallado ningún fragmento del tratado que escribió de perspectiva, teórica y práctica, mas por sus pinturas se deduce la inteligencia con que estaría desempeñado; pero si un pedazo del discurso que trabajó sobre el templo de Salomón, en el que descubre su gran instrucción en el origen de la pintura, y la gracia y verosimilitud con que busca el del orden corintio en la arquitectura, fundando sus conjeturas sobre una exposición de Estrabón. Pacheco apoya las opiniones de su ''Arte de la pintura'' con una carta que Céspedes le escribió el año de 1608 poco antes de morir: carta muy interesante a los pintores, pues trata de los diversos modos de pintar que usaron los antiguos.
 
 
 
 
Pero excede a todo esto el eruditísimo discurso que escribió el año de 1604 a instancias de otro amigo suyo el sabio cronista Pedro de Valencia, e intituló: ''De la comparación de la antigua y moderna pintura y escultura''; pues confesando de buena fe que no había visto ni leído la obra de Vasari, escrita en su tiempo, contiene muchas noticias de los pintores florentinos desde Cimabúe hasta entonces, que refiere este escritor; y es digno de todo elogio el conocimiento, gusto y erudición con que describe las obras de los griegos, siguiendo el texto de Cayo Plinio segundo, y el tino con que las coteja con las de Rafael Miguel Ángel, Tiziano y otros famosos profesores de su edad.
 
 
Si estos escritos dicen su gran saber en la teórica de las bellas artes, sus pinturas le hacen descollar entre los primeros artistas de Italia. Pacheco asegura, que, ''“fue uno de los mejores coloristas de España, a quien la Andalucía debe la buena luz de las tintas en las carnes, como lo ha manifestado en Sevilla con sus obras y particularmente en Córdoba su patria”''. Y don Antonio Ponz después de haber visto unas y otras afirma: ''“Que si como Céspedes tuvo amistad con Federico Zúcaro, la hubiese tenido y alcanzado a Rafael , hubiera sido uno de los mayores pintores del mundo, así como lo fue de los mas doctos”''.
 
 
El mismo Pacheco hablando de Céspedes, dice en el prólogo inédito del ''Arte de la pintura'', lo siguiente: “Pero con su muerte perdió España la felicidad de tan lucidos trabajos (habla del poema de la pintura) y el si de la dilatación y fama de su nombre, como diré yo en una epístola, que por ser en honra de tal sujeto será justo poner aquí parte de ella.&quot;
Mas ¡ó cuan desviado del camino<br>
Que intenté proseguir torcí la vía,<br>
Honor de España, Céspedes divino!<br>
Vos podéis la ignorancia y noche mía<br>
Mas que Apéles y Apolo ilustremente<br>
Volver en agradable y claro día.<br>
Mas ¡ó cuan desviado del camino Que intenté proseguir torcí la vía, Honor de España, Céspedes divino! Vos podéis la ignorancia y noche mía Mas que Apéles y Apolo ilustremente Volver en agradable y claro día. Que en vano esperara la edad presente<br>En la muda poesía igual sujeto,<br>Ni en la ornada pintura y elocuente. Ántes á la futura edad prometo Que el nombre vuestro vivirá seguro Sin la industria de Sóstrato arquiteto. El faro, excelsa torre, el grande muro,<br>
Mauseolo, pirámides y templo,Ántes á la futura edad prometo<br>Que el nombre vuestro vivirá seguro<br>Sin la industria de Sóstrato arquiteto.<br>
El faro, excelsa torre, el grande muro,<br>
Mauseolo, pirámides y templo,<br>
Simulacro coloso en bronce duro,
Vuelto todo en cenizas lo contemplo,<br>Que el tiempo á dura muerte condenadas<br>
Tiene las obras nuestras para ejemplo;
Mas si en eternas cartas y sagradas<br>Por vos se extiende heroyca la pintura<br>Á naciones remotasy remotas y apartadas, Cercado de una luz excelsa y pura En el sagrado templo la alta fama,
Cercando de una luz excelsa y pura<br>
En el sagrado templo la alta fama,<br>
En oro esculpirá vuestra figura.
Ahora yo á la luz de vuestra llama<br>Sigo el intento y fin de mi deseo,<br>
Encendido del zelo que me inflama.
 
 
Se celebra la elegancia y grandiosas formas de su dibujo, la gallardía de las figuras, el estudio é inteligencia en la anatomía, la destreza en los escorzos, el efecto del claro oscuro, la brillantez del colorido, la verdad de la expresión, y sobre todo su invención, que no tuvo necesidad de mendigar de otros. También se ocupaba en los [[retratos_-_Céspedes,_Pablo|''retratos'']], y estando dibujando con lápiz negro el de un amigo suyo, le dijo este que no se parecía; y le respondió con viveza: “¿Ahora sabe vm. que los retratos no se han de parecer? Basta , señor mío, que se haga una cabeza valiente. Y aunque la respuesta parece despropositada (añade Pacheco), por ser de semejante sujeto me hace reparar, si en su opinión pudo ser mejor la cabeza buena, que la parecida a su dueño.&quot; Pero esta doctrina no es para los que exigen las más mínimas señales y defectos del original.