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De pocos artistas ha habido tantos diseños como de éste, porque de ninguno hubo tantos motivos para ello [ [[retablo_de_San_Andrés_de_Madrd_-_Cano,_Alonso|''retablo de San Andrés de Madrd'']], ]. Jamás ejecutó obra alguna en las tres bellas artes, que antes no trazase; y cuando no se hallaba con dinero, socorría a los que le pedían limosna con algún dibujo [ [[Boceto_de_la_figura_de_una_mujer_sentada_-_Cano,_Alonso|''Boceto de la figura de una mujer sentada'']], ], que formaba en el instante, con proporción a la inteligencia, gusto y deseo del que le podía comprar, a cuya casa dirigía al pobre, que hallaba pronto y suficiente socorro. También hacia [[diseños_para_las_obras_que_se_encargaban_a_sus_discípulos_-_Cano,_Alonso|''diseños para las obras que se encargaban a sus discípulos'']], y se divertía muchas veces en dibujar sin destino determinado, que concluía con suma gracia y limpieza. La mayor parte son [[(dibujos)_de_pluma_sobre_papel_blanco,_ayudados_con_tinta_parda_-_Cano,_Alonso|''[ dibujos ] de pluma sobre papel blanco, ayudados con tinta parda'']], no son los menos apreciables los más abreviados, porque manifiestan mejor su gran saber, su tino y talento. Muchos de estos han salido del reino, por lo que se han hecho raros. Conservo alguno; pero don Pedro González Sepúlveda, grabador general de las reales casas de moneda, posee una gran parte de ellos.
En todo fue Cano original hasta en la rareza y extravagancias de su genio duro y fuerte, aunque dotado de un corazón tierno y caritativo. Fue muy propio de su carácter la aversión a los penitenciados por el santo Tribunal: lo fue el pasaje que le sucedió con el oidor de Granada, que por pagarle con vilipendio un [[san_Antonio_-_Cano,_Alonso|''san Antonio'']]que le había encargado, le hizo pedazos en su presencia: el no haber querido concluir el [[coro_-_Cano,_Alonso|''coro'']] de la catedral de Málaga, por la misma razón, atribuyéndolo a desprecio de su mérito; y el no querer mirar el crucifijo que le presentaba el sacerdote cuando le estaba auxiliando para morir, por estar mal ejecutado, pidiendo una cruz con la que falleció abrazado; mas desmentía estos accidentes con el afecto e interés que tomaba en la enseñanza de sus discípulos, ayudándoles en las dificultades, y muchas veces concluyéndoles sus obras. Los más adelantados en la pintura fueron: Alonso de Mesa, Miguel Jerónimo Cieza, don Sebastián de Herrera Barnuevo, Pedro Atanasio Bocanegra, Ambrosio Martínez, Sebastián Gómez y don Juan Niño de Guevara; y en la escultura Pedro de Mena y José de Mora.
Sus obras públicas y principales están repartidas en los templos del reino; y aunque sean muchas no puedo privar a los inteligentes y aficionados de señalarlas, porque todas son muy apreciables.