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Dancart, Pedro [Pierre]
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Especialidad Escultor
Nacimiento
Fallecimiento h.1488 ¿Sevilla (Andalucía)?
Cronología XV
Ciudad de trabajo Sevilla (Andalucía)
Ubicación en el diccionario Tomo 2, Página 1, Letra Letra D, Grupo Grupo DA
Referencia bibliográfica *"Wikipedia", en Pedro Dancart. Accesible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Dancart (consultado en 29/08/2022)


Dancart o Danchart (el maestro) [Pierre] escultor y arquitecto: de ambos modos se halla escrito en los autos capitulares de la santa iglesia [ catedral ] de Sevilla. Consta del primer libro de acuerdos que en 6 de mayo de 1478 se mandó darle 50,000 maravedíes a cuenta de las sillas nuevas del coro que estaba haciendo. Es cierto que Nufro Sánchez dirigía esta gran obra antes del año de 1475, pero el deseo de concluirla presto hubo de mover al cabildo a recibir en ella a Dancart. En el mismo año de 78 se le dieron otras partidas a cuenta de su trabajo, y se mandó en 3 de junio que no se excediese de lo que montaba la obra. Concluyó la silla del prelado en 13 de noviembre, y acordaron los capitulares que se colocase en el cabo del coro, con las dos de los asistentes, que también había ejecutado.

Finalizó la [ silla ] del deán en 10 de noviembre de 79, y ordenó el cabildo pagarle la demasía que había hecho en ella y en 22 de diciembre del mismo año estaba ya concluida toda la sillería, pues se mandó dar 1,000 maravedíes de estrenas a los criados de Dancart. Consta también de aquel primer libro haberse vendido las sillas viejas al monasterio de San Jerónimo, llamado ahora de Buenavista, y al convento de santo Domingo de Portacoeli. Véase la descripción de la actual sillería del coro de la catedral de Sevilla en el artículo de Sánchez (Nufro).

Habiendo cobrado Dancart todo lo que alcanzó a la fábrica en su cuenta, y satisfecho igualmente el cabildo de su buen cumplimiento en aquella obra, se ausentó de la ciudad a buscar trabajo en otra; y como Nufro Sánchez hubiese hecho desistimiento de la plaza de maestro mayor de escultura de esta santa iglesia [ catedral ], nombró el cabildo a Dancart en 20 de abril de 1480, mandando que se le escribiese, y que en viniendo se trataría de salario. Vino en efecto, se le señalaron 10,000 maravedíes al año y tomó posesión del empleo.

Se le encargó en 1482 una traza o diseño para el retablo mayor de la catedral: hízola luego, y habiendo agradado al cabildo, mandó que se pusiese por obra, ayudado de sus oficiales y criados, y siguió trabajando en él hasta el año de 97, en que se cree haya fallecido, pues no vuelve a parecer en los libros desde Aquel tiempo, ni en las nóminas de gastos de fabrica.

Siendo este retablo el mayor y el más cargado de escultura, que se conoce en España, no desagradará a los aficionados a las bellas artes, que yo siga la historia de su construcción hasta finalizarle, y describa después lo que contiene.

Por falta de Dancart entró a dirigir esta obra el maestro Marco, que ayudado de Bernardo de Ortega, llegó en 1505 hasta lo que llaman la viga o dosel. En 508 pasó de Córdoba a Sevilla Jorge Fernández Alemán, con su hermano Alejo Fernández, pintor, a tratar de la conclusión y de las estatuas del retablo. Se puede ver en sus artículos lo que trabajaron en él estos dos profesores hasta el año de 25, habiendo acompañado al segundo Alonso de Covarrubias en el dorado y estofado.

Concluido el retablo en 526, mandó el cabildo al maestro Moya en 29 que hiciese un modelo en pequeño de él, y es lástima que no se conserve, pues sería muy útil para saber y observar lo que contiene el retablo, pues no se puede lograr exactamente por su elevación y por la distancia en que se debe poner el espectador para mirarle.

No ocupaba entonces el retablo más que la pared o fachada a que está arrimado; y como quedasen sin adorno los dos grandes espacios laterales del presbiterio, que están debajo de la viga o dosel, llamados los lados, acordó el cabildo se vistiesen, siguiendo la misma distribución que tiene el retablo, con pilastras, Lajas, nichos y demás adornos, para lo cual concurrieron de todo el reino muchos y buenos escultores.

Fueron los primeros en 541 Roque Balduc, Pedro Becerril y Juan de Villalba: Diego Vázquez en 52: Pedro Bernal en 53; y en este año se llamó a Juan Reclid y a Luis del Águila, que residían en Jaén, para tasar lo que los anteriores maestros habían trabajado. Fueron en 554 Pedro de Heredia, Juan López, Andrés López del Castillo y sus hijos: Nufrio de Ortega y Juan de Palencia en 55; y Juan Bautista Vázquez en 61, de los cuales algunos continuaron hasta el año de 64, en que todo se concluyó, según el estado en que hoy está, aunque ahora muy obscurecido el oro y encarnaciones de las estatuas con el humo del incienso el extraordinario número de luces, colocas muchas de ellas debajo del dosel o viga sobre un promontorio de plata de mal gusto, que se pone en el presbiterio en las octavas del Corpus y de la Concepción en los tres días de Carnestolendas.

El retablo, que dicen ser de borne o alerce, madera incorruptible, criada en otro tiempo en las inmediaciones de aquella ciudad, es magnífico en su clase de arquitectura gótica, corresponde con el todo de la fábrica del templo, y como he dicho, es el mayor que hay en el reino, pues con el crucifijo [ cristo crucificado ] que le termina llega cerca de la bóveda. Se levanta sobre dos zócalos, el primero llega a la mesa altar, y el segundo tiene de alto como vara y cuarta: descansan sobre este ocho columnas en la fachada y dos en los lados, que se deben llamar mejor grupos de columnitas o de pilastras casi redondas y delgadas, según el estilo de este género de arquitectura, las que llegan hasta cerca del dosel. Atraviesan sus intercolumnios unas fajas horizontales, muy cargadas de labores, que sirven de peanas a treinta y seis nichos, repartidos en cuatro andanas o cuerpos, si se quieren llamar así, y contienen nueve nichos cada andana.

Se representan con figuras de todo relieve en los del primer cuerpo los misterios de la infancia de nuestro señor Jesucristo, con la creación de nuestros primeros padres [ Adán y Eva ] y su trasgresión [ pecado original ]: en los del segundo los de la predicación y milagros [ de Cristo ]del Salvador: en los del tercero los de su pasión y muerte; y en los del cuarto su gloriosa resurrección, las apariciones a los apóstoles, su ascensión a los cielos y la venida del Espíritu santo.

El tamaño de las figuras en todas cuatro andanas o cuerpo, vistas desde lejos, parece igual al del natural, porque se aumenta en proporción de la distancia o altura. Sobre la mesa del altar y detrás del tabernáculo está la estatua de la virgen de la Sede, forrada en chapa de plata; y a los lados hay algunas, que representan profetascon doselillos encima y otros adornos góticos, como los que hay con abundancia en: la primera faja, que contiene estatuitas historias pequeñas.

Encima está lo que llaman la viga, sin duda porque atraviesa todo el ancho de la capilla mayor, sobre la que se forma el dosel, cuyo cielo es un delicado artesonado con casetones de muy buen gusto, cobijando el retablo y los espacios que ocupan los lados. Sobre esta viga se levanta un frontispicio de bastante altura, dividido en trece nichos, en que están doce grandes estatuas de los apóstoles [ san Pedro, san Andrés, Santiago el Mayor, san Juan, santo Tomás, san Mateo, san Simón, Santiago el Menor, san Felipe, san Bartolomé san Judas Tadeo, san Matías ], y en el del medio la Virgen con el Señor muerto [ Cristo ] en el regazo y las Marías, que es la Quinta angustia de que se habla en el artículo de Jorge Fernández, ejecutada por él. Están cubiertos los trece nichos con doseletes piramidales muy labrados; y remata esta gran máquina con un calvario aislado o exento en el medio, cuyas figuras son mucho mayores que el natural.

El mérito de todas varía en proporción de las diferentes manos que las trabajaron: es mayor el de las que están en los lados, porque fueron ejecutadas en mejor tiempo y con mas inteligencia del arte. Las demás, aunque participan de la manera gótica, tienen buenos pliegues y partidos de paños, actitudes sencillas, y no son tan lánguidas ni tan secas como las del siglo XV.

Archivo de la Catedral de Sevilla.

(Tomo I, pp. 1-6)

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