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Frutet, Francisco (No existió)
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Especialidad Pintor
Nacimiento
Fallecimiento
Cronología XVI
Ciudad de trabajo Sevilla (Andalucía), Italia, Madrid
Ubicación en el diccionario Tomo 2, Página 140, Letra Letra F, Grupo Grupo FR
Referencia bibliográfica *J. Rojas-Marcos Gutiérrez, "La Inexistencia del pintor Francisco Frutet", Laboratorio de Arte, n.20, 2007, p.95-113.


Frutet (Francisco) pintor. Don Antonio Palomino dice que, Antonio Flores, pintor flamenco, fue contemporáneo de maese Pedro Campaña en Sevilla y que falleció joven en esta ciudad el año de 1550, dejando obras eminentes. Y como yo desease treinta años ha conocer y examinar estas obras, para deducir el mérito de este maestro, pregunté a los pintores ancianos de aquella ciudad las noticias que habían oído a sus mayores de las tablas de Flores; y me dijeron , que siempre se habían tenido por de su mano una adoración de los Reyes [ epifanía ], dos evangelistas, la circuncisión y la presentación del niño Dios en el templo, que están en el convento de la Merced Calzada de aquella ciudad [ Sevilla ]; y un entierro de Cristo en las monjas de santa María de Gracia.

Pero esta tradición antigua se desvaneció con haber hallado yo documentos auténticos en el archivo de la Merced, que aseguran haber pintado las citadas tablas de aquel convento Francisco Frutet, flamenco, quien sin duda fue también el autor del entierro, que está en las dichas monjas, y de otras tablas que luego explicaré, según parece, por la identidad de las tintas, del colorido, del dibujo y de otras partes. Y no quedando en Sevilla ninguna pintura que atribuir a Antonio Flores, sino a Francisco Frutet, sospecho sean un solo sujeto, y que Palomino haya equivocado el verdadero nombre de Frutet con el del famoso Francisco Flores, pintor flamenco, que jamás estuvo en España.

Frutet residió en Sevilla por los años de 1548, y parece haber estudiado en Italia las obras de Rafael de Urbino y de Miguel Ángel Buonarotti, como lo manifiestan sus tablas. Hay en ellas mucha corrección de dibujo sin la undulación de contornos de este, pero sí, con la sencillez de aquel. La misma simplicidad se observa en las actitudes de sus figuras, la propia grandiosidad en los caracteres y noble expresión, bien que siempre conservan la manera flamenca en el colorido. Con estas señales se distinguen los personajes de la adoración de los Reyes [ epifanía ], colocada ahora en el refectorio de la Merced, los de los evangelistas y los de las dos historias de la Circuncisión y Presentación, que están en la sala De profundis, y todas juntas formaron antes un retablo, que había en la iglesia del mismo convento. Las mismas circunstancias y mérito tiene la otra tabla del entierro de Cristo, que existe en la iglesia de santa María de Gracia, la que sin duda pintó en competencia de un Descendimiento de Pedro Campaña, que tenían las monjas, y que yo vi en Madrid en poder del sujeto que le sacó del convento con la obligación de costear en él una obra de primera necesidad.

Pero lo que más acredita el mérito y filosofía de Frutet, es el célebre oratorio con puertas, que está en la iglesia del hospital de San Cosme y San Damián de Sevilla, llamado vulgarmente de las Bubas. Cerradas las puertas se representa en la parte exterior del oratorio a la Virgen sentada con el niño Dios en los brazos, y vestida de un fresquísimo manto de púrpura y a san Bernardo arrodillado a sus pies: figuras mayores que el tamaño del natural. Y abiertas las mismas puertas, se admiran en la tabla grande del medio la majestad y nobleza de la figura del Redentor enclavado en la cruz, las actitudes y escorzos de los dos ladrones, el perfil de la cabeza de san Juan, el sentimiento de la Virgen, la rotundidad de las formas de la Magdalena y el contraste de las demás figuras de esta composición, que además del misterio indicado, representa el sorteo de la túnica [ de Cristo ] del Señor y otros accesorios.

Se ve en la puerta del lado derecho a Jesucristo caído en el suelo con el peso de la cruz y muchas figuras que le acompañan: se conoce que Frutet tuvo presentes algunas de la famosa tabla de Rafael de Urbino, que representa esta misma escena, llamada el pasmo de Sicilia, colocada en el palacio nuevo de Madrid; y otras del incendio del Borgio, que el mismo Rafael pintó, en el Vaticano, tomando de este mucha parte de una mujer que lleva unos cántaros de agua, y aquí un niño de la mano. Se manifiesta en la otra puerta del lado izquierdo el Descendimiento de la cruz, y sorprenden la desolación de la Virgen, que aunque algún tanto abatida, aparece augusta y compuesta: la atención y reverencia con que el discípulo amado acude á su socorro; el respeto con que Nicodemo y los demás varones bajan el destroncado cadáver del Señor: el sentimiento de las Marías; y todo lo demás de esta filosófica composición.

El excelentísimo señor don Gaspar de Jovellanos posee un tablón de este profesor, que trajo de Sevilla el año de 1778: representa la preferencia que hizo el pueblo hebreo del sedicioso Barrabás al inocente Jesús. Pilatos a la puerta del pretorio, acompañado de un lictor romano, presenta a Cristo coronado de espinas, con clámide violada y en actitud de abatimiento: enfrente está Barrabás sentado y atado con una cadena, en postura insultante y con aspecto sañudo; licencia que se tomó el pintor de sacarle de la cárcel para contrastar su bien señalada maldad con la inocencia del que condena el pueblo: consta este de doce figuras bien agrupadas, las cuales con los brazos levantados piden la muerte del Salvador, descubriendo la saña y el encono en sus rostros.

Archivo del coro la Merced de Sevilla, y otras noticias.

(Tomo II, pp.140-144).

Consulta <Frutet, Francisco> en el libroEditar

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