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Olivieri, Giovanni Domenico
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Especialidad Escultor
Nacimiento 1708 Carrara (Génova, Italia)
Fallecimiento 1762 Madrid
Cronología XVIII
Ciudad de trabajo Turín (Italia) Aranjuez (Comunidad de Madrid)
Ubicación en el diccionario Tomo 3, Página 248, Letra Letra O, Grupo Grupo OL
Referencia bibliográfica *C. Cuesta Mellado, C. Muriel Cegarra, "Real Academia de la Historia D.B-e", en Gian Domenico Olivieri. Accesible en: https://dbe.rah.es/biografias/130032/gian-domenico-olivieri (consultado en 2770972021)


Olivieri (don Juan Domingo) escultor. Nació en Carrara, pueblo de la república de Génova, con grandes disposiciones para la escultura, que no tardó mucho tiempo en descubrir al lado de los muchos maestros que hay en él con motivo de los mármoles que se sacan de sus canteras. Acreditado en su patria, pasó a Turín al servicio del rey de Cerdeña. Hizo en esta corte varias obras que aumentaron su reputación, de donde le trajo a Madrid el marqués de Villarías para ser el primer escultor de Felipe V

El gran afecto que tenía a España, le determinó a no salir más de ella, para lo cual solicitó y obtuvo el título de naturaleza de estos reinos, y desde entonces se dedicó con desvelo a educar y proteger la juventud. Concurría ésta por las noches a su casa, y a sus expensas la enseñó a dibujar algunos años. Si el mayor bien para las bellas artes es el establecimiento de las academias públicas, ningún profesor ha sido más útil a España que Olivieri, pues fue el móvil y causa de la fundación de la de San Fernando en Madrid, madre de todas las demás que se levantaron después en el reino.

Así lo conocía este instituto, pues no hallando modo de manifestarle su gratitud, le dio el año de 1758 una medalla de oro con el retrato del fundador Fernando VI guarnecido ricamente, y una cadena del mismo metal. Es cierto que Olivieri después de haberse desvelado por el establecimiento de la academia, redobló su celo, siendo su primer director, con continua asistencia y enseñanza, y ejecutando todas las obras que se ofrecían para su adorno, cuales fueron el busto en mármol de Fernando VI, y la medalla en la misma materia de [ medalla en mármol ] de José de Carvajal, primer protector.

No contento con haber establecido esta academia, ansioso más y más por la prosperidad de las bellas artes en todo el reino, trabajó cuando pudo para fijar iguales estudios en Valencia, Barcelona y Otras ciudades. En esto se ocupó el resto de su vida, que acabó en Madrid el día 15 de marzo de 1762, con general sentimiento de los artistas, que perdieron un padre, un maestro y un protector; y de la academia de San Fernando, que volvió a dar otra prueba de su reconocimiento, representando al rey [ Fernando VI ] a favor de su viuda y dos hijas, que dejó de tierna edad, a quienes S. M. tuvo a bien de señalar cien doblones anuales.

Es conocido el mérito de sus obras en Madrid, y manifestó su inteligencia y saber en la dirección de las estatuas de piedra que se trabajaban para coronar el palacio nuevo [ palacio Real de Madrid ]. Las demás públicas son las que siguen:

MADRID

PALACIO [ Real ]

-Dos de las cuatro estatuas colosales de emperadores que están en el patio y representan a Teodosio y Honorio; los dos mancebos del altar mayor en el retablo de la capilla real.

Real Academia de san Fernando [ En la calle de Alcalá ]

-El busto en mármol de Fernando VI, y la medalla de la misma materia de [ medalla de mármol ] don José de Carvajal, primer protector.

Plazuela de la Villa

-La traza de la fuenteque está en ella.

Salesas Reales [ Monasterio Real de la Visitación de nuestra señora de monjas de san Francisco de Sales, en la plazuela de las Salesas ]

-Un bajo relieve de mármol sobre la puerta de la iglesia que representa la visitación de [ la Virgen ] nuestra Señora: en esta fachada las tablas de Moisés, una cruz, unos ángeles y unos jarrones: las estatuas de Jesús, María y José sobre la portería del monasterio: una medalla también de mármol en el ático del altar mayor, que representa a san Francisco de Sales en gloria: dos estatuas de la fey de la caridad con algunos niños, y a los lados del propio altar las de san Fernando y de santa Bárbara.


ARANJUEZ

ALPAJES Parroquia

-La de san Francisco Javier en su retablo

Actas de la Academia de san Fernando

(Tomo III, pp. 248-250).

APÉNDICE

REAL ACADEMIA DE S. FERNANDO

Como se debe a don Juan Domingo Olivieri el haber promovido la idea del establecimiento de esta real academia hasta el punto de ver florecientes sus estudios, creemos que este sea el lugar más oportuno para hablar de su erección, de sus progresos y del estado en que se halla.

No se puede negar que el proyecto de formar una academia pública de las bellas artes en Madrid principió el año de 1619 cuando los profesores imprimieron y presentaron un memorial a Felipe III, pidiendo que estableciese en la corte una academia de pintura, como la había de matemáticas, acompañando los estatutos con que había de ser gobernada, lo que no tuvo efecto. Tampoco la tuvo aunque se renovó la instancia en el reinado de Felipe IV, pues convencido el reino de su utilidad, nombró, junto en cortes, cuatro diputados que tratasen la materia con la debida madurez. Celebraron sus juntas: se hicieron constituciones y reglamentos para su gobierno y conservación, que aprobó el reino; pero “se suspendió todo (dice Vincencío Carducho), no por causa de la pintura ni por la de sus favorecedores, sino por opiniones y dictámenes particulares de los mismos, de la facultad."

Bien pudiera atribuirse a esta suspensión la principal causa de la decadencia de las bellas artes en España; pero ya manifestamos en la introducción a este diccionario las que concurrieron a su ruina. Lo cierto es, que precisamente desde aquella época comenzaron nuestros artistas a separarse del buen camino y de las buenas máximas que Berruguete, Becerra, Vigarny, y otros grandes profesores españoles y extranjeros trajeron de Italia, y llegaron las artes a principios del siglo XVIII al estado más deplorable de ignorancia y desprecio.

Así las halló Felipe V de quien dijo un célebre orador, que “cuando pasó los Pirineos ya le inflamaba el deseo de restaurar las ciencias y las artes." En efecto, luego que se desembarazó de los estorbos que tuvo para subir al trono, trató de restablecerlas, para lo cual trajo de Italia y Francia los mejores artistas y la preciosa colección de estatuas de la reina Cristina. Fue uno de estos profesores don Juan Domingo Olivieri, que lleno de amor patriótico, estableció en su casa y a sus expensas una escuela pública de dibujo. La reputación de Olivieri, que clamaba por el establecimiento de una academia real en Madrid, el favor que disfrutaba del marqués de Villarías, ministro de Estado, fueron la causa de que se tratase en algunas sesiones sobre la utilidad del proyecto.

El Gobierno la vio en la primera junta y comenzó a proteger la escuela de Olivieri. Celebrose una pública en la casa de la princesa de Robec, que presidió el mismo ministro de Estado, y a la que concurrieron muchos personajes, artistas y aficionados: se pronunció una oración inaugural, que se imprimió, y un general aplauso enardeció los ánimos de los profesores y aficionados, y sobre todos el de Olivieri, que proseguía con su escuela, ya auxiliada por el Gobierno y más concurrida; y a sus instancias el rey aprobó en 1742 la idea de formar una academia pública. Mas; por ciertas dificultades que ocurrieron, no se estableció la junta preparatoria hasta el día 13 de julio de 44 con el objeto de perfeccionar el plan de la academia y de continuar los estudios públicos de las bellas artes. Se destinó para sus funciones la casa de la Panadería, y se ocurrió suficientemente a sus gastos.

Pero antes que Olivieri viniese a España, un celosísimo asturiano por el bien público, por el adelantamiento de las bellas artes y por el honor de la nación, el escultor don Juan de Villanueva trabajó por establecer una academia pública en Madrid, y aunque pudo lograr que se juntasen los artistas, se desvaneció tan útil proyecto el año de 1709 con las turbaciones de la guerra; y más adelante otro asturiano don Francisco Antonio Menéndez, pintor de miniatura de Felipe V, quien después de haber visto en Italia por espacio de diecisiete años los progresos que hacían las academias del dibujo, se afanó y clamó por la erección de una en Madrid, hasta escribir e imprimir a su costa una larga representación al rey el año de 1726, en que demostró las utilidades que resultarían al reino de este establecimiento; y proponiendo la misma casa de la Panadería para los estudios públicos, ofrecía trabajar y publicar el reglamento con que se habían de gobernar. pero no habiendo sido oído entonces, quedó reservada esta, gloria a un extranjero, contentándose Villanueva y Menéndez con el título de directores de la junta precursora de su suspirada academia.

Nombró el rey por protector de esta junta al marques de Villarías, y por vice protector a don Fernando Treviño. Por individuos de ella al marqués de Santiago , al conde de Saceda, don Baltasar de Elgueta, don Miguel Zuaznábar y don Nicolás Arnaud. Por director general a don Juan Domingo Olivieri: por directores de pintura a don Luis Van Loó, don Juan Bautista Peña, don Andrés de la Calleja, don Santiago Bonavía, don Antonio González Ruiz don Francisco Menéndez: de escultura a don Antonio Dumandre, don Juan de Villanueva y don Nicolás Carisana; y de arquitectura a don Juan Bautista Sacheti, don Santiago Pavía y don Francisco Ruiz.

Celebrose la primera junta pública el día primero de septiembre del propio año de 44, la segunda en 15 de julio del siguiente con lucida concurrencia; pero la muerte del rey acaecida en 9 de julio de 46 suspendió la deseada aprobación del establecimiento de la academia. Estaba destinada esta gloría para su hijo don Fernando, que aprobó todo lo actuado y mandó formar las ordenanzas. Aumentase la dotación en 1750, y se enviaron pensionados a Roma. Confirmáronse los estatutos en 8 de abril de 1750, y en 12 del mismo mes del año siguiente se expidió el real decreto de erección de la academia con el titulo de San Fernando, bajo la protección de S. M. que nombró para su gobierno y enseñanza a las personas siguientes.

Protector.

El excelentísimo señor don José Carbajal y Lancaster.

Viceprotector.

El señor don Alfonso Clemente de Aróstegui.


Consiliarios y académicos de honor

El excelentísimo señor marques de Sarria.

El excelentísimo señor conde de Peralada.

El señor conde de Saceda.

El señor don José Bermúdez.

El señor conde de Torrepalma.

El señor don Tiburcio Aguirre.

El señor don Baltasar de Elgueta y Vigil.

El señor don Ignacio Luzán.


Directores y Tenientes

EN PINTURA.

Directores

don Luis Van Loó.

don Antonio González Ruiz.


Tenientes

don Pablo Pernicharo.

don Juan Bautista Peña.

don Andrés de la Calleja

EN ESCULTURA.


Directores

don Juan Domingo Olivieri

don Felipe de Castro


Honorarios

don Antonio Dumandre

don Juan de Villanueva


Tenientes.

don Roberto Michel

don Juan Pascual de Mena.

don Luis Salvador Carmona.

EN LA ARQUITECTURA


Directores

don Ventura Rodríguez.

don José Hermosilla.


Honorarios

don Juan Bautista Sacheti.

don Francisco Carlier.

don Santiago Bonavía.


Tenientes

don Alejandro González Velázquez

don Diego de Villanueva.

EN EL GRABADO.


Directores

don Juan Bernabé Palomino.

don Tomas Francisco Prieto.


Secretario

don Juan Bautista Magadán


Se celebró con gran solemnidad y muy distinguida concurrencia la junta de abertura el día 13 de junio del mismo año de 52 en lacasade la Panadería, y dijo la oración el viceprotector. Algunos discípulos dibujaron y modelaron en medio de la asamblea, mientras la música tocaba sus conciertos, y se concluyó con un abundante refresco servido con el mejor orden.

Desde entonces se aumentó extraordinariamente el número de los jóvenes que concurrían a los estudios y también la aplicación y celo de los maestros. Para excitar a las primeros mandó el rey repartir dieciocho premios en nueve medallas de oro y nueve [ medallas ] de plata con la efigie de San Fernando en el anverso y la empresa de la academia en el reverso, grabadas por don Tomás Prieto, y mandó también que propuestos los asuntos de cada arte y clase se convocase por edictos a concurso de oposición a todos los profesores del reino, como así se hizo y se observa en el día.

No pudo ser más solemne ni más autorizada la primera distribución de premios. Se celebró el día 23 de diciembre de 53 en el cuarto bajo del palacio nuevo [ Palacio Real ], adornado con las obras de los opositores, y presidió la junta el señor protector Carvajal. El concurso, sobre ser numeroso, fue de las personas de primera distinción de la corte.

Para repartir los premiosde la oposición del año siguiente se dispuso el teatro en el seminario de nobles, donde se celebró el 22 de diciembre, y presidió el señor don Ricardo Wal, secretario de Estado. La academia dio entonces una prueba de su gratitud al rey y a su ministro su fundador y su primer protector, presentando al público un busto de S. M. [ Fernado VI ] y una medalla con el retrato del señor Carvajal, ya difunto, que trabajó en mármol Olivieri , otro retrato del mismo ministro [ José Carvajal ], pintado por don Andrés de la Calleja, y acordó que don Antonio Gonzalez Ruiz pintase el de S. M. [ Fernando VI ]

Como este cuerpo carecía de una sala capaz y proporcionada para celebrar las juntas generales, se veía en la necesidad de buscara en las mas autorizadas de Madrid. Por este motivo tuvo la tercera y cuarta distribución de premios en las casas consistoriales de la villa los días 25 de enero de 56, y 6 de marzo de 57.

El rey, deseoso de dar la última mano de perfección y estabilidad a este instituto, firmó sus estatutos el día 30 de mayo del propio año de 57, día consagrado a celebrar el santo de su nombre con el obsequio y besamanos de su corte. Se publicaron en la academia el 15 de octubre y en el Consejo el 23 de diciembre, quien los comunicó a los demás tribunales, chancillerías y audiencias del reino para que velasen sobre su observancia.

Previniéndose en ellos que los concursos generales a los premios fuesen de tres en tres años, no se verificó la quinta distribución hasta el de 1760, y ensanchado el principal salón de la Panadería, se celebró en él el día 28 de agosto. Continuaron sucesivamente Y sin interrupción estas funciones en el propio sitio en todos los trienios que cupieron hasta el año de 72, en que se celebró la nona. Se trató después de trasladar la academia a la casa que actualmente ocupa, siendo necesarias las obras y reparos que exigía un establecimiento que consta de tantas salas y clases, fue indispensable que volviese toda su atención a estas operaciones; sin haber podido distribuir los premios en 75; pero lo verificó en 25 de julio de 78, continuando después los trienios hasta el de 99, que se cuenta el décimo octavo concurso.

Desde el principio de su establecimiento se persuadió la academia de la necesidad de enviar a Roma jóvenes aplicados a las tres nobles artes para estudiarlas a presencia de tan célebres modelos; y precediendo consulta a S. M. y su real aprobación, nombró seis, dos para cada profesión, en 23 de mayo de 758 con la dotación anual a cada uno de 4400 reales, y por director de ellos a don Francisco Preciado de la Vega , que residía en aquella capital, con la de 6600, cuyas pensiones habían de durar seis años. Este sistema sufrió alguna interrupción; pero Carlos III le renovó en 17 de septiembre de 778, mandando publicar un concurso a la oposición de estas plazas con la prevención de que las pruebas de los opositores se habían de hacer dentro de la misma academia, sin que ninguno pudiese entrar a corregirlas, lo que así se verificó.

También creyó necesario a propuesta de Olivieri establecer diez pensiones para otros tantos discípulos de la academia, pobres y aplicados, dos en cada profesión, incluyendo las del grabado de laminas y en hueco para que las estudiasen con sus respectivos maestros y directores en Madrid; y se señalaron en septiembre de 58 a cada discípulo 1500 reales anuales por espacio de cuatro años. Pasados diez pareció más acertado invertir el importe de estas pensiones en gratificaciones mensuales entre los jóvenes más asistentes a los estudios dé la academia, y que acreditasen mejor su aprovechamiento con las obras que hiciesen en ella a presencia de los directores, cupo sistema aprobó el rey en 20 de mayo de 768. Después de algún tiempo se premiaban sus obras de tres en tres meses; pero en 777 volvieron a serlo mensualmente hasta que se abolieron del todo.

Se dio principio al estudio de perspectiva en 1.º de octubre de 66, estableciendo una plaza de director de esta ciencia, como tan necesaria a las tres nobles artes; y se dieron las primeras lecciones de anatomía en febrero, de 68, por ser no menos interesante a la pintura y escultura; pero mucho más a todas tres el conocimiento y estudio de las matemáticas, que comenzó el primer curso en 2 de octubre del mismo año, nombrando dos directores para su enseñanza.

Arregladas las salas de estos estudios, volvió la academia su atención a los modelos que habían de imitar los discípulos. Los papeles de principios estaban maltratados y sus formas y contornos no eran conformes a la grandiosidad de dibujo que se había propuesto adoptar. Los directores hicieron muchos y se compró una colección de diseños de cabezas y academias de mano de Carlos Marata y de sus mejores discípulos, que había sido de don Andrés Procacini, pintor de Camara de Felipe V: también ejecutó otros [ diseños y academias ] don Mariano Maella y varios profesores; y últimamente se colocaron setenta dibujos hechos por don José Camarón y don Agustín Esteve, bajo la dirección de don Francisco Bayeu, que añadió doce cabezas del tamaño del natural, que había trabajado para estudio de lo que pintó en el claustro de la catedral de Toledo.

Los yesos que había desde el principio del establecimiento estaban vaciados por las estatuas y cabezas que don Diego Velázquez había traído de Italia de orden de Felipe IV, y los más restaurados en partes principales por don Juan Pascual de Mena: mas sin agraviar la buena memoria y habilidad de tan acreditado profesor, no correspondían ni llenaban las ideas de una academia que aspiraba a ser el modelo de otras. Tuvo la dicha de que Carlos III le diese varios vaciados del antiguo que había hecho traer del Herculano, y que le cediese la coleccion de estatuas, cabezas ir otros vaciados griegos y romanos que poseía en Madrid don Antonio Mengs y había ofrecido a S. M. Adquirió después parte de los del estudio de don Felipe de Castro por su muerte, que había juntado en Italia. Pero lo que completó la riqueza y preciosidad de la academia en este ramo hasta un grado, que tal vez no llegara ninguna otra de Europa, fueron dos remesas, que vinieron de Roma en setenta y seis grandes cajones, parte en julio de 78 parte en febrero del año siguiente, con el precioso y escogido estudio que tenía Mengs en [ Roma ] aquella capital y que pudo juntar por el espacio de muchos años entre lo más selecto que había del antiguo en toda Italia. Y nuestro actual soberano [ Carlos IV ] mandó traer a la academia cincuenta y seis vaciados de las mejores estatuas y bustos antiguos que pertenecen a la colección de la reina Cristina y se conservan en el palacio de San Ildefonso.

Estando sin uso el estudio de los paños por el natural, tan necesario a la pintura y escultura, se acordó en 5 de enero de 94 poner el maniquí en la sala del yeso, señalando una semana en cada mes para su estudio. Y no restando por arreglar más que el del natural vivo, entre veintiséis mozos bien formados se examinaron sus desnudos, y fueron elegidos dos, que con el que antes había completaron las tres clases necesarias a este estudio; y aunque sólo uno trabaja diariamente, con los tres se forma un grupo que estudian los discípulos más adelantados en la última semana de cada mes.

En fin para perfeccionar la enseñanza hasta en la teórica se abrió una biblioteca publica en la misma academia en 14 de enero de 1794, compuesta de los mejores libros de las bellas artes y de otras ciencias que tienen relación con ellas, y de una colección de dibujos, estampas e instrumentos matemáticos, adonde concurren los profesores a deponer sus dudas, y los aficionados a instruirse y a formar el buen gusto.

Ordenados así los estudios, veamos cuanto el rey y la academia procuraron fomentar cada una de las profesiones. Más de una vez Carlos III mandó colocar en las salas de este instituto cuadros de autores clásicos, que adornaban su real palacio, con el fin de propagar el buen colorido entre sus discípulos: condescendió en 774 en que se depositasen en ellas una porción de los [ cuadros ] que poseían los jesuitas: dispuso también que se colocasen en las propias salas unas pinturas [ cuadros ] que en la guerra pasada con la Inglaterra se habían cogido en una presa, y una Magdalena de Murillo, interceptada en una aduana del reino al tiempo de extraerla de él. Con el mismo objeto tuvo a bien de mandar que se circulase una real orden a los intendentes que prohibía la extracción de cuadros originales de los pintores españoles difuntos, como en efecto se circuló en 5 de octubre de 779; y nuestro actual soberano [ Carlos IV ] le envió trece cuadros originales de Tiziano, Caracci, Guido [ Reni ] y Rubens.

La academia procura conservar las obras que hicieron sus directores de pintura para su adorno, las [ obras ] que remitieron los pensionados de Roma, las [ obras ] que merecieron los premios generales, las[ obras ] que pintaron los discípulos que aspiraron al título de académicos de mérito, y en fin las que regalaron en distintas ocasiones los consiliarios y académicos de honor de sus colecciones, y todas forman una copiosa [ colección ], que siempre esta llamando y convidando a los alumnos de este establecimiento a imitar las huellas del buen colorido, que dejaron estampadas sus autores.

Carlos III desde que llegó a España parece que se propuso fomentar la escultura. Inmediatamente mandó destinar seis discípulos de los más adelantados de la academia en esta profesión a la real fabrica de porcelana, que estableció en el Buen Retiro, dotándolos competentemente, cuyas plazas se confirieron por oposición que se celebró en la casa del consiliario Marques de Villafranca; y con fecha de 17 de septiembre de 778 el señor protector dirigió a la junta en su real nombre la carta siguiente:

“ Deseoso el rey de promover el ejercicio de la escultura en los asuntos más dignos de su real memoria y de la gratitud y honor racional quería que la academia de San Fernando propusiese a los directores y tenientes de aquella arte formar un modelo de cuatro pies de alto, que representase a caballo al señor don Felipe V, augusto padre de S. M. dejando en plena libertad a dichos profesores admitir o no el encargo." Concluidos cinco modelos por otros tantos profesores de la academia, el rey se dignó pasar a verlos al Buen Retiro, y merecieron su aprobación.

Se puede decir que el arte de grabar en dulce nació para España en la academia de San Fernando, pues sus padres fueron directores de ella. Es verdad que hubo antes en el reino grabadores que merecieron serlo de cámara del rey, pero trabajaban por genio y no sobre principios propios de su arte. El primero que enseñó estos elementos fue don Manuel Salvador Carmona, discípulo de la junta preparatoria, que pasó a París pensionado por el rey a aprenderlos. Fueron también entonces y en los mismos términos don Juan de la Cruz y don Tomás López para el grabado de arquitectura, cartas geográficas y adornos. Mientras tanto la academia procuro sacar todo el partido posible del director don Juan Bernabé Palomino, que sin salir de España grababa con limpieza y corrección, y destinó tres jóvenes a su enseñanza en Madrid con la dotación de 150 ducados anuales a cada uno, cuyas pensiones se confirieron por oposición; y en 760 añadió un premio general para esta profesión como le tenían y tienen cada tres años la pintura, escultura y arquitectura. Finalmente para que el fruto de estas disposiciones y de los adelantamientos de los discípulos tuviese el lucimiento que correspondía, se enviaron a París en 763 dos de la academia, pensionados por el rey a aprender el arte de estampar, preparar, hacer las tintas y lo demás necesario a este importante e ignorado objeto.

Con el mismo tesón se fomentó el grabado en hueco, sin la necesidad de enviar discípulos a aprenderle fuera del reino (a excepción de don Alonso Cruzado que pasó a París al grabado en piedras duras) porque don Tomás Prieto igualaba si no excedía a los extranjeros en este arte, a cuya dirección se destinaron otros tres pensionados para estudiarle en Madrid, y se señaló premio general en la distribución trienal de la academia como al grabado en dulce.

Pero la arquitectura mereció la predilección del Gobierno y de la academia, sin duda por la importancia de sus obras. Aunque el establecimiento de las dos cátedras de matemáticas tuvo por objeto coadyuvar a todas las bellas artes, miró más particularmente a la arquitectura por serle su estudio absolutamente necesario. Los planes y perfiles que se mandaron hacer a consulta de la academia en 17 de septiembre de 776 a dos discípulos suyos de los monumentos árabes, que se conservan en el palacio de la Alhambra de Granada y en la catedral de Córdoba, se dirigieron también a fomentar e ilustrar esta profesión.

Fueron muchos los desvelos de la academia en libertar a la arquitectura de la opresión de los gremios que hay en las provincias, hasta conseguir dos reales ordenes que se circularon en todo el reino, mandando que no se ejecutase ninguna obra pública sin remitir antes a la misma academia, para su examen y aprobación, las trazas, planes o diseños, y prohibiendo que ningún cuerpo eclesíastico, ni ayuntamiento de ciudad o villa confiriesen en adelante títulos de arquitecto o maestro de obras, ni nombrasen para dirigirlas artífices que no se hubiesen sujetado al examen de la academia, aboliendo los privilegios de los pueblos que concedían la facultad de dar tales títulos, con otras prevenciones muy útiles a la arquitectura y honoríficas al Estado. Y como fuesen muchos y frecuentes los expedientes remitidos por el Consejo a consulta de la academia, mandó el rey en 23 de marzo de 786 establecer en la misma academia una junta perpetua de comisión de arquitectura, compuesta de directores, tenientes, de algunos académicos y de un secretario, a fin de que estos negocios se despachasen sin detención y sin perjuicio de las partes.

Parece que nada quedaba ya que hacer a este celoso instituto; pero quiso rectificar el plan de sus estudios, deseoso de perfeccionarle. Oyó sobre este punto de palabra y por escrito a todos los directores, tenientes, académicos de mérito y a los de honor, y se demostraron con sus luces muchas utilidades que aprovecharan en lo sucesivo para el adelantamiento de los jóvenes.

Tampoco dejaron nada por hacer los reyes ni su augusta familia en honor y distinción de la academia de San Fernando y de sus individuos. Dice el artículo 34 de sus estatutos. “A todos los académicos profesores, que por otro título no la tengan, concedo especial privilegio de nobleza con todas las inmunidades, prerrogativas y exenciones que, la gozan los hijosdalgo de sangre de mis reinos; y mando que se les guarden y cumplan en todos los pueblos de mis dominios, donde se establecieren, presentando el correspondiente título o certificación del secretario de ser tal académico."

Cuando se confirió al señor don Ricardo Wal la secretaría de Estado, se pasó aviso a la junta de la academia en 6 de junio de 754, diciéndole que también había sido nombrado protector de este cuerpo; y desde cnt6nces quedó anexa esta presidencia a aquel ministerio; y se declaró por otra real orden de 6 de mayo de 777 que la plaza de viceprotector gozase perpetuamente los honores y antigüedad en el consejo de Hacienda. Finalmente no es de menor aprecio y condecoración para la academia que los grandes, los títulos, los ministros, los principales caballeros y los sabios del reino sean los consiliarios y académicos, a quienes están confiados el gobierno y decisión en sus juntas.

Carlos III, no satisfecho con haber remitido en distintas ocasiones el censo anual de 37,5000 reales que paga la academia por la casa que habita en la calle de Alcalá a la renta de correos, quiso Honrarla con su real persona, visitándola en los años de 765 y 76, cuyo ejemplo imitaron sus augustos hijos, nietos y la fidelísima reina madre de Portugal. ¿Y que señal más clara del aprecio y estimación de los serenísimos señores príncipes de Asturias, ahora nuestros soberanos, hacía este distinguido cuerpo que haberle enviado unos preciosos diseños de sus reales manos? La academia, apreciando sobre manera esta honra, los colocó con sus marcos y cristales bajo el dosel de la sala de juntas, en donde nos recuerdan la protección de SS. MM. y nuestra eterna gratitud. Lo mismo hizo el señor infante don Gabriel con dos cabezas que había copiado con lápiz de unos dibujos de Rafael de Urbino; y los profesores de este noble instituto tienen la gloría de estar escrito en el catalogo de sus nombres el de S. A. sin otra distinción que la de su antigüedad.

Carlos IV, imitando a su augusto padre, visitó la academia el día 3 de julio de 794 en compañía de su amada esposa, de los serenísimos infantes sus hijos y hermanos y del señor príncipe de, Parma el infante don Luis, quien en 13 de julio de 96 se dignó de ser académico de honor y mérito, de presidir las juntas generales y de distribuir los premios de aquel año y del de 99.

En fin jamás, se ha visto un cuerpo tan distinguido, ni a quien se haya franqueado tanto favor y protección, después de gozar 12,000 pesos anuales de dotación. ¿Y cual debe ser la gratitud, la aplicación y el fruto? De todo tenemos testimonios en los templos, palacios, edificios, calles, paseos, puertas y aun casas particulares de Madrid, sitios reales, ciudades: y villas del reino, pues en todas partes vemos la mudanza y progresos de la pintura. escultura, arquitectura y grabados. Cotejadas las obras de estas bellas artes ejecutadas desde el establecimiento de la academia de San Fernando con las que se trabajaron en la primera mitad del siglo XVIII y en la segunda del anterior, publican aquellas el adelantamiento y aplicación de sus profesores y el celo del Gobierno y de la academia en protegerlas.

Bastante se ha indicado en la introducción a este diccionario sobre cuanto han cambiado el gusto y conocimientos en las nobles artes en España desde esta feliz época, resta solamente el empeño de los poderosos en fomentarlas, las luces de los sabios para iluminarlas, y el honrado amor de los maestros en enseñar cuanto sepan a sus discípulos, como dijo docta y oportunamente el último orador de la academia, para que lleguen al sublime grado que tuvieron en los pontificados de Julio II y de León X y en los reinados de Carlos V y de Felipe II.

Archivo de la Secretaría de Estado, Archivo de la Real Academia de San Fernando.

(Tomo III, pp. 251-270)

Consulta <Olivieri, Juan Domingo ( Giovanni Domenico )> en el libro

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Busto en mármol de Fernando VI - Olivieri, Juan Domingo (Giovanni Domenico) Mármol 1754 Real Academia de Bellas Artes de san Fernando
 
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