Ponz Piquer, Antonio

De Diccionario Interactivo Ceán Bermúdez
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Ponz Piquer, Antonio
normal
Especialidad Pintor
Nacimiento Torrás [(Castellón, comunidad valenciana)
Fallecimiento 1792 Madrid
Cronología XVIII
Ciudad de trabajo Madrid, (Italia), El Escorial (Comunidad de Madrid)
Ubicación en el diccionario Tomo 4, Página 107, Letra Letra P, Grupo Grupo PO


Ponz (don Antonio) pintor. Nació en la villa de Bexix [ Bechi ], diócesis de Segorbe, el día 28 de junio de 1725. Sus padres don Alejandro Ponz y doña Victoriana Piquer le destinaron a la carrera de las letras. Después de haber estudiado en Segorbe la gramática y parte de la filosofía, le enviaron a Valencia para concluir en la universidad, en la que concursó teología, y tomó el grado de doctor en la de Gandía. Arrastrado de su inclinación a la pintura, comenzó a aprender sus rudimentos con don Antonio Richard, profesor acreditado en Valencia el gusto que encontró en ellos le hicieron casi olvidar su primera facultad, y deseoso de hacer mayores progresos vino a Madrid el año de 46 a seguir sus estudios en los públicos de la junta preparatoria para la fundación de la academia de San Fernando. Estuvo cinco años cimentándose en el dibujo, y en los buenos principios de la practica de la pintura hasta el de 51, que arrebatado de una vehemente pasión a este arte, partió a Roma.

Residió nueve en aquella capital, engolfado en el estudio de las obras del antiguo, en las de los grandes maestros del buen tiempo, en la observación de las ruinas y fragmentos de la antigüedad, y en fin en la investigación de todo lo que era digno de analizarse, sin dejar de pintar [ Autorretrato, ], pues era el recurso para su manutención y para comprar cuantos libros de artes podía.

Con su instrucción se le proporcionó el trato de amigos sabios y condecorados, así españoles como extranjeros. La fama del descubrimiento de la antigua Heraclea y de otras ciudades soterradas por el Vesubio, le movió a dejar aquella residencia, y se trasladó a Nápoles el año de 59. Cuanto vio de raro y precioso en el Herculano, le hubo de excitar con entusiasmo a buscar las antigüedades en los países desiertos, donde tuvieron su origen y perfección las bellas artes; y a no haberlo estorbado don Alfonso Clemente de Aróstegui, que se hallaba de ministro plenipotenciario en aquella corte, hubiera emprendido el peligroso viaje a la Grecia y a Egipto. El respeto y amor que tenía a este sabio ministro le obligaron a obedecerle, no solo en esta parte, sino también envolver a España, a que le había persuadido con razones convincentes.

Aportó a Cartagena; y en Madrid tuvo buena acogida en los amigos de Aróstegui, y en los que le habían tratado en Italia, que muy pronto difundieron en la corte la noticia de su llegada, de sus conocimientos, de su buen gusto en las bellas artes. De lo que resultó haberle enviado el ministerio al Escorial a pintar los retratos de los sabios españoles, cuyos escritos están en aquella biblioteca. Permaneció cinco años en aquel monasterio, examinando códices y manuscritos, observando y analizando cuanto contiene de las nobles artes. Copió entonces las famosas tablas de Rafael de Urbino, que representan las dos vírgenes o madonas, conocidas con los títulos del [ copia de la madonna ] Pez y [ copia madonna ] la perla: la [ virgen ] nuestra Señora y [ copia ] las cabezas de san Pedro y san Pablode Guido Reni; y la [ copia ] presentación de la Virgen en el templo, y [ copia ] la fe del Centurión de Pablo Veronés.

Concluida su comisión volvió a Madrid con el sentimiento de haber dejado aquel retiro tan adaptable a su genio; y a poco tiempo el Consejo extraordinario le envió a la Andalucía a escoger entre las pinturas que había en las casas que fueron de los jesuitas, las que pudieran servir de modelos en la academia de San Fernando [ en la calle de Alcalá ]. Y como su instrucción y conocimientos no se ceñían solamente a las bellas artes, volvió a Madrid, no sólo con la descripción de las pinturas de su encargo, sino también con apuntaciones de cuanto halló en el camino, relativo a las antigüedades, inscripciones, epitafios, sepulcros, fundaciones piadosas, a la economía y gobierno de los pueblos por donde pasó, sus usos y costumbres, a la agricultura, a las fabricas e industria, y en fin a cuanto se le presentó en su viage. Y de aquí tuvo origen el proyecto del general por España que escribió.

Aprobada su comisión, lo fue también el nuevo proyecto, y animado por sus amigos para tan ardua empresa, y particularmente por el sabio magistrado, que ha sido móvil de otros útiles al reino, salió de Madrid a su primera correría el año de 1771. En el siguiente vio el público su utilidad en el primer tomo, y Carlos III se persuadió tanto de ella, que tratando de premiar el celo del autor, le concedió la prestamera de Cuerva. Estaría de más decir aquí los bienes que produjo esta obra a la agricultura, a la economía de los pueblos, a las bellas artes, y particularmente a la arquitectura, cuando lo confiesa la nación, y la aprecian los extranjeros que la han traducido en sus idiomas. La lastima es que haya quedado incompleta, pues faltan las descripciones de Granada, Galicia, Asturias y parte de otras provincias, que vio de paso. Cuantos elogios pudiera yo hacer de sus veinte tomos, están indicados en el aprecio con que me remito a ellos en los artículos de este diccionario, porque son muchos los artistas antiguos que descubrió con su celo, afición e inteligencia.

Para premio de su mérito y buenos servicios no había destino más a propósito que la plaza de secretario de la real academia de San Fernando, que se le confirió el año de 1776, y desempeñó por espacio de catorce años. Después de ser incansable en la asistencia a este instituto, promoviendo medios en adelantamiento de los discípulos, continuó sus viages en las temporadas que se lo permitían sus estudios: arregló el establecimiento de la junta de comisión de arquitectura, cuyos asuntos y pronto despacho ocupan en el día a un solo secretario, y él los desempeñaba con los generales de la academia: publicó el manuscrito de don Felipe de Guevara, intitulado Comentarios de la pintura; y jamás deja de alentar a los jóvenes y a los maestros, proporcionándoles obras, en que siguiesen el buen camino de su profesión. Y para descanso de tantas fatigas tuvo a bien el rey de exonerarle de un empleo tan trabajoso y de nombrarle consiliario de la misma academia, que desempeñó con igual tesón hasta su muerte, acaecida en Madrid el día 4 de diciembre de 1792, y fue enterrado en la parroquia de San Luis [ anexo de la parroquia de San Ginés, en la red de San Luis ].

Su sobrino don José Ponz, a quien debemos la publicación del tomo XVIII del viage de España, quiso grabar en su sepulcro este epitafio.

D. 0. M.

Antonius Ponz

Regís

Et bonarum artium academiae

à Secretis

Hispana peragrata

Templis, aedibus, vijs lustratis

De urbium decore et civium utilitate

0ptime meritus

Ann. LXVII , M. V, D. VII.

H. S. E.

Ob. A.D. M.DCCLXXXXII

Josephus Ponz, Nepos

D.S.P.


Fue general el sentimiento de su muerte para las nobles artes, para sus profesores y para sus aficionados las sociedades Vascongada, de Madrid y de Granada, las academias de los Arcades y de san Lucas de Roma, la de los anticuarios de Londres, y sobre todas la de San Fernando lloraron la pérdida de tan ilustre individuo.

Viage de España Tomo XVIII.

(Tomo IV, pp.107-113)


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