Valdés Leal, Juan

De Diccionario Interactivo Ceán Bermúdez
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Valdés Leal, Juan de
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Especialidad Pintor
Nacimiento 1622 Sevilla (Andalucía)
Fallecimiento 1690 Sevilla (Andalucía)
Cronología XVII
Ciudad de trabajo Córdoba, Sevilla (Andalucía), Madrid, La Granja (Segovia, Castilla y León)
Ubicación en el diccionario Tomo 5, Página 107, Letra Letra V, Grupo Grupo VA
Referencia bibliográfica *E.Valdivieso González, "Real Academia de la Historia D.B-e", en Juan de Valdés Leal. Accesible en: http://dbe.rah.es/biografias/4671/juan-de-valdes-leal (consultado en 24/5/2021)


Valdés Leal (don Juan) pintor. Nació en Córdoba el año de 1630 de padres asturianos según Zúñiga y otros autores coetáneos. Descubierta su inclinación a la pintura, les movió a ponerle en la escuela de Antonio de Castillo, no pudiendo haber sido discípulo de Roelas, como pretende Palomino, por haber muerto cinco años antes de nacer Valdés. Con su viveza extraordinaria tomó otro rumbo diferente del estilo de Castillo, pintando más abreviado. Siendo todavía joven se casó con doña Isabel Carrasquilla, que también pintaba por afición. A poco tiempo de estar casado se estableció en Sevilla, ciudad de mejores proporciones para los artistas, por su gran Comercio en Indias y por su mayor riqueza y población, y aunque había muchos y buenos pintores, no le falto que trabajar desde que llegó a ella.


Se juntaron los más acreditados con los escultores a tratar de establecer una academia pública de dibujo, y de acuerdo con el asistente y veinticuatro formaron sus estatutos y dieron principio a los estudios en una sala de la casa lonja el día 11 de enero de 1660. Para correr con el gasto y economía de esta escuela nombraron mayordomo de ellas a Valdés, que desempeñó este encargo solamente hasta 1.º de noviembre del mismo año, por haber sido elegido alcalde de la pintura de la hermandad de San Lucas que estaba en el parroquia de San Andrés. Ofreció un cahíz de cal para una pared que se levantaba en la academia y contribuyó a sostener sus gastos en los años siguientes de 61 y 62.


Volvieron a nombrarle mayordomo en 63, pero se desistió en 11 de febrero por varias disputas originadas por su genio dominante. Para acallarle le nombraron presidente en 25 de noviembre del propio año, cuyo honorífico empleo obtuvo hasta 30 de octubre de 66, en el que hizo desistimiento formal y por escrito, también por su carácter orgulloso. En este periodo de su presidencia sucedió aquel pasaje del pintor tunante que cuenta Palomino; pero no siendo protector el marqués de Villamandrique, sino el conde de Arenales, que lo fue hasta el año 70 que falleció, y luego le sucedió el marqués. Habiendo el tunante obtenido licencia del protector, que Valdés le había negado como presidente, se sentó a dibujar en la academia, y manchando el papel con carbón, y determinado con una miga de pan sobre el oscuro los contornos, claros y medias tintas de la figura, despachaba con suma facilidad y blandura tres figuras cada noche. Fue grande la sorpresa de los concurrentes al ver un modo de dibujar tan nuevo y al parecer tan fácil; pero don Juan que se preciaba de muy expedito en el dibujo, no pudiendo sufrir los elogios que hacían al forastero, y no le dejó dibujar más de cuatro noches. Picado este del desaire, pinto un crucifijo y un san Sebastián, que puestos en las gradas de la catedral en un día de mucha concurrencia, merecieron ser muy celebrados de los inteligentes: a la verdad con justicia, pues estaban pintados con valentía. Valdés tuvo esta acción a desprecio de los pintores de la academia, y montando en cólera buscó al tunante, y a no haber salido huyendo precipitadamente de la ciudad, después de haber vendido a buen precio los dos cuadros, hubiera sucedido una desgracia muy funesta. Después que don Juan hizo renuncia de la presidencia no volvió más a la academia, ni aún a firmar las nuevas constituciones que se formaron en 5 de noviembre de 673.


Por encargo del cabildo de aquella santa iglesia [ catedral ] grabó al agua fuerte por el gusto pintoresco en 668 tres láminas pequeñas de la custodia famosa de plata de Juan de Arfe, representando en cada uno de los tres cuerpos que contiene, con las mudanzas y adiciones que acababa de hacer en ella el platero Juan de Segura, y otra que comprende toda la custodia. Pagáronle por esta obra 2,500 reales; y aunque está a la ligera, tiene gracia y corrección. Grabó en mayor tamaño también al agua fuerte y con mucha composición y travesura el año de 671 una lámina del aparato que se puso en la catedral para las fiestas de la canonización de san Fernando, que él mismo había trazado y dirigido, acompañado del escultor Bernardo Simón de Pineda; y en 72 otra del adorno que se hizo en la puerta grande de la misma catedral con el propio motivo.


Don Ambrosio Spínola, arzobispo de Sevilla, le encargó en 73 que pintase la vida de san Ambrosio para el oratorio bajo de su palacio, lo que ejecutó al óleo en varios cuadros pequeños y medianos [ El milagro de las abejas, El nombramiento de San Ambrosio como gobernador, La consagración de san Ambrosio como Arzobispo, La conversión y bautismo de san Agustín por san Ambrosio, San Ambrosio negando al emperador Teodosio la entrada en el templo, San Ambrosio absolviendo al emperador Teodosio, San Ambrosio recibiendo la última comunión de manos de San Honorio ], por lo que mandó pagarle 10,000 ducados, incluso el dorado y estofado del oratorio. Y en 74 dibujó a la pluma y a la aguada la graciosa portada de un libro que se conserva en el archivo del hospital de la Caridad de Sevilla y contiene los inventarios de los muebles, pinturas y alhajas de esta santa casa; y entre sus partidas hay las de 5740 reales que le pagó la hermandad por los dos mejores cuadros [ In Ictu Oculi y Finis Gloriae Mundi ] que pintó y están colocados debajo del coro de su iglesia, y la de 11,000 ducados por el dorado, pintado y estofado de la medalla y retablo mayor que ejecutó Pedro Roldán.


Pero antes de haber trabajado estas obras, dio en 672 una vuelta a su patria, donde le visitó don Antonio Palomino, principiante entonces en la pintura, a quien corrigió lo que hacía y dirigió por el buen camino, de manera que puede pasar por su maestro, pues desde entonces comenzó Palomino a seguir la pintura con orden de buenos principios. Después de haber pintado Valdés algunas obras en Córdoba volvió a Sevilla, y vino a Madrid en fines de 74. Asistió a las academias particulares que tenían los profesores en su casa, dibujando dos y tres figuras en cada noche: vio y observó las pinturas del los templos, palacios reales y del monasterio del Escorial, y se volvió a Sevilla sin haber pintado ninguna obra de consideración; pero sí muchas en esta ciudad, pues con la muerte de Murillo quedó siendo el pintor más acreditado que había en ella. Pero cuando trataba de pintar varios cuadros para la iglesia de los Venerables, fue acontecido de un accidente de perlesía que le dejó incapaz de poder trabajar, del que falleció el día 14 de octubre de 91.


Pocos pintores españoles ha habido tan parecidos como Francisco Rizi y don Juan de Valdés; ambos cuidaban más de pintar mucho que de pintar bien, siendo capaces de pintar mejor, violentaban las figuras con actitudes forzadas. Valdés empeñado en representar mucho con pocos y repentinos golpes, miraba con desprecio a los que iban por el camino opuesto. El prudente Murillo tuvo que sufrir la dureza de su genio y la envidia de que estaba poseído, pues celebrando con blandura y oportunidad las obras que pintaba Valdés, cortaba los choques que cada día había entre los dos. Así lo hizo cuando colocados los dos cuadros que don Juan pintó para debajo del coro de la Caridad, que representaba uno de ellos varios cuerpos muertos y casi corrompidos, le dijo Bartolomé: “Compadre, esto es preciso verlo con las manos en las narices”. Elogio que tranquilizó a Valdés de los que todo el mundo hacía a los demás lienzos que hay de Murillo en la misma iglesia.


Fue aquel tal abreviado en su modo de pintar como fray Juan Rizi el benedictino y Rabiella el de Zaragoza; y si alguna vez quería detenerse en sus obras, caía en el defecto de amanerado, como se ve en algunos lienzos que hay en Sevilla. No Obstante ha habido desde su muerte otro pintor en aquella ciudad que le haya igualado en la fecundidad de invención, en el dibujo, ni en el buen gusto del colorido. Las obras públicas de su mano son las siguientes:

SEVILLA.

Catedral.

-Un Cristo a la Columna con verdugos, detrás del altar mayor de la capilla del sagrario. Sobre las gradas. Hubo otros dos lienzos de la pasión en este sitio que perecieron con el temporal. San Lorenzo en el altar de Santiago: san Ildefonso recibiendo la casulla de mano de la Virgen en el de San Francisco. Hay estampa de este cuadro grabada por Matías de Arteaga.

San Andrés. Parroquia

-Algunos cuadros en la capilla de San Lucas.

San Francisco.

-San Juan Bautista predicando en el desierto, colocado junto al altar mayor de la capilla de los Vizcaínos.

San Pablo.

-La aparición del Señor [ Cristo ] a santa Catalina de Siena en un altar de la capilla de Montserrat.

San Antonio.

-Todos los cuadros del segundo claustro, que representan pasajes del fundador de la provincia de los ángeles [ fray Juan de la Puebla ] en la religión de san Francisco. Están desfigurados con retoques que sufrieron el año de 1711.

San Clemente el Real.

-Dos lienzos grandes en el presbiterio, relativos a la vida [ de san Clemente ] del santo titular: un san Fernando sobre la reja del coro, y otros cuadros en el altar del santo rey [ San Fernando ].

Madre de Dios.

-Los dos santos Juanes [ san Juan Bautista y san Juan Evangelista ] y otros cuadritos en un retablo que está junto al coro.

San Benito de Calatrava.

-Todas las pinturas del altar mayor que representan: Las del primer cuerpo la Virgen con san Benito y san Bernardo, a los lados san Juan Bautista, san Andrés, santa Catalina y san Sebastián: las del segundo san Miguel y a los lados san Antonio Abad y san Antonio de Papua; y en lo alto un Padre eterno. Un Calvario [ Cristo crucificado, la Virgen y san Juan ] y una [ Inmaculada ] Concepción grandes en los colaterales.

Los Venerables.

-San Fernando en el altar mayor.

Merced Calzada.

-La Asunción y la Coronación de [ la Virgen ] nuestra Señora en el Presbiterio: el nombre de Jesús [ IHS ] y el sueño de san José en el coro, y un Eccehomo en la sacristía.

La Caridad.

-Un cuadro grande en el coro que representa la exaltación de la santa Cruz: los dos excelentes ya citados que están debajo del coro [ In Ictu Oculi y Finis Gloriae Mundi ]: otras cosas al fresco en la iglesia y en la casa.

Real Alcázar.

-Algunos cuadros en el salón bajo.

Palacio Arzobispal.

-La vida de san Ambrosio en varios cuadros del altar y del oratorio bajo [ El milagro de las abejas, El nombramiento de San Ambrosio como gobernador, La consagración de san Ambrosio como Arzobispo, La conversión y bautismo de san Austín por san Ambrosio, San Ambrosio negando al emperador Teodosio la entrada en el templo, San Ambrosio absolviendo al emperador Teodosio, San Ambrosio recibiendo la última comunión de manos de San Honorio ].

San Jerónimo de Buenavista.

-seis u ocho cuadros grandes de la vida [ de san Jerónimo ] del santo fundador, y otros que representan venerables de esta religión [ de la orden de san Jerónimo ] con figuras del tamaño del natural: todos en la sacristía y son de lo mejor que pintó.


CÓRDOBA

Carmelitas Calzados.

-Los lienzos del atar mayor relativos a la vida de Elíasy de Eliseo: unas santas de medio cuerpo y algún otro en la iglesia.

San Francisco.

-El de San Andrés, mayor que el tamaño del natural, en un retablo de la iglesia.

La Platería.

-La [ Inmaculada ] Concepción de nuestra Señora, san Antonio y san Eloy a los lados de un retablo que hay en esta calle.


SAN ILDEFONSO

Palacio

-Un Cristo a la columna con ángeles.


Archivo de la Catedral de Sevilla, Manuscrito, Zúñiga, Palomino, Ponz.

(Tomo V, pp.107-115)

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Finis Gloriae Mundi - Valdés Leal, Juan Óleo sobre lienzo 1671-1672 Hospital de la Santa Caridad
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In Ictu Oculi - Valdés Leal, Juan ha. 1671 Hospital de la Santa Caridad
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