Poseía la mayor parte [ de los bocetos ] la emperatriz de la Rusia, que mandó comprar a cualquier precio en su almoneda. Muchos [[(bocetos)_-_Mengs,_Antonio_Rafael|''[ bocetos ]'']] conservan el señor Azara, su yerno don Manuel Salvador Carmona, don Mariano Maella, don Juan de Villanueva, don Pedro González Sepúlveda y otros profesores en Madrid, don Sebastián Martínez en Cádiz, y otros aficionados y artistas en otras ciudades del reino; y se conservarían muchos más, si por su escrupulosidad no hubiese encendido con ellos y con sus bocetos la chimenea antes de partir a Roma la última vez, como lo he visto en Madrid, con harto dolor mío. Ignoro el paradero de un cartón al lápiz, que re representaba un [[descendimiento_de_la_Cruz_-_Mengs,_Antonio_Rafael|''descendimiento de la Cruz'']] echo en Roma en los últimos meses de su vida. Fue celebrado en aquella capital como un prodigio del arte, y el marques de Renuncio llego á ofrecer 20.000 reales por él.
Hacia los dibujos [ [[dibujos_-_Mengs,_Antonio_Rafael|''dibujosla Ascensión'']], ] de todas maneras, esto es, con lápiz negro y rojo sobre papel blanco, oscuro y azulado, ayudados con el clarión. los hacia con tinta de china, al pastel y temple. Pintó algunas [[dibujos_-_Mengs,_Antonio_Rafael|''miniaturas'']] con sumo gusto y delicadeza, y grabó al agua fuerte una estampa de a cuarta, que representa una [[sibila_-_Mengs,_Antonio_Rafael|''sibila'']].
Sus escritos, publicados en Madrid el año de 1780 por el señor Azara, son los mejores elementos de la pintura que tenemos en todos idiomas y el estar impresos en castellano es uno de los muchos bienes que nos dejó su autor en el reino. Tenia proyectado escribir un tratado sobre el modo de ver, observar y estudiar las bellezas del antiguo para utilidad de los discípulos de la academia de San Fernando, a la que dejó por medio de Carlos III toda su copiosa colección de [[yesos_-_Mengs,_Antonio_Rafael|''yesos'']] de las más escogidas [[estatuas_-_Mengs,_Antonio_Rafael|''estatuas'']], [[bustos_-_Mengs,_Antonio_Rafael|''bustos'']] y [[medallas_-_Mengs,_Antonio_Rafael|''medallas'']] que había en Italia, a fin de que supiesen aprovecharse de ellos. Su anhelo era la propagación de estos conocimientos, por tanto todos los profesores de Madrid que aspiraban a la perfección, acudían a él, en quien hallaban un maestro, un protector, dirigiéndolos por el buen sendero, y proporcionándoles obras y ascensos a los que consideraba acreedores. don Francisco Bayeu, Don Mariano Maella, don Gregorio Ferro, don Francisco Ramos, don Francisco Agustín y otros, que fueron sus discípulos, como algunos más sin haberlo sido, experimentaron estos beneficios.