Pérez de Alesio, Mateo

De Diccionario Interactivo Ceán Bermúdez
Ir a la navegación Ir a la búsqueda
Mateo Pérez de Alesio
normal
Especialidad [[Especial:Browse/:pintor|pintor]] La propiedad «Especialidad» (como tipo de página) con el valor de entrada «Category:pintor|pintor» contiene caracteres inválidos o está incompleto, por lo que puede causar resultados inesperados durante una consulta o proceso de anotación.
Cronología [[Especial:Browse/:XVI|XVI]] La propiedad «Cronología» (como tipo de página) con el valor de entrada «Category:XVI|XVI» contiene caracteres inválidos o está incompleto, por lo que puede causar resultados inesperados durante una consulta o proceso de anotación.
Ciudad de trabajo [[Especial:Browse/:Sevilla (Andalucía), Lima (El Perú, América)|Sevilla (Andalucía), Lima (El Perú, América)]] La propiedad «Ciudad de trabajo» (como tipo de página) con el valor de entrada «Category:Sevilla (Andalucía), Lima (El Perú, América)|Sevilla (Andalucía), Lima (El Perú, América)» contiene caracteres inválidos o está incompleto, por lo que puede causar resultados inesperados durante una consulta o proceso de anotación.
Ubicación en el diccionario Tomo 4, Página 75, Letra [[Letra::P]], Grupo PE

Pérez de Alesio (Mateo) pintor y natural de Roma, donde estudió en la escuela de Miguel Ángel Buonarota [ Buonarroti ]. Vino a España, y en Sevilla, donde hizo más detención, se presentó con muchos dibujos, que había trabajado sobre las obras de aquel gran maestro, los que merecieron la admiración de los profesores de aquella ciudad, particularmente del escultor Jerónimo Hernández, que al verlos le dijo, que si eran de su mano le recibiese por su discípulo. Y habiendo acreditado que lo eran, el cabildo de la santa iglesia [ catedral ] le encargó pintase un san Cristóbal de gran tamaño. Para acertar en las proporciones hizo varios diseños y un cartón con las mismas medidas que había de tener la figura: por él pintó al fresco en un lado del crucero de la catedral, cerca de la puerta que sale a la lonja, un san Cristóbal, que hicimos medir al arquitecto del cabildo, y tiene de alto desde el extremo de la cabeza hasta la planta del pie once varas y tercia. Lleva en su hombro izquierdo al [ Cristo ] niño Dios, y en la mano derecha una robusta palma por bastón: en la otra parte del río que está vadeando aparece un ermitaño con linterna en la mano con un delicioso país [ paisaje ], y en primer término hay un guacamayo, pintado con dulzura, hermoso colorido y maestría. Le concluyó el año de 1584, según la firma que está en un lado.


Don Pablo Espinosa de los Monteros dice en el teatro que escribió de aquella santa iglesia [ catedral ], que costó esta pintura 4,000 ducados, pero consta de una libraza original, que existe en en el archivo de aquélla catedral, fecha en 26 de mayo del propio año de 84 que “se pagaron á Mateo Perez D`Alecio 27200 mrs. á cumplimientote 3,000 reales, que se le dieron por la manufactuara y colores, y cartones y modelos que hizo para la figura del bienaventurado sant Cristobal, que píntó en esta santa iglesia”. En el zócalo o debajo de esta pintura hay unos excelentes versos latinos, que compuso en loor del santo el canónigo Francisco Pacheco, de quien hablamos en el articulo de su sobrino el pintor Pacheco. En el arte de la pintura que este publicó, se lee una tradución de estos mismos versos hecha por Francisco de Rioja y traen otras de igual mérito Espinosa en su teatro y Zúñiga en sus anales.


Cuenta Palomino de Alesio que “era tan modesto, que viendo el Adan y Eva que pinto Luis de Várgas (en una tabla que representa la generacion temporal de Jesucristocolocada en una capilla no distante del S. Cristóbal ) y en el Adan una pierna grandemente te escorzada, dixo: Piu vale la tus gamba che mio S.Christophoro; y últimamente viendo la superior habilidad de Luis de Várgas le dixo un dia que se quedase con Dios, que él se volvia á Italia; pues no era razón.que viviendo Várgas pusiese en otro la s,estimacion su patria." Lo primero puede ser cierto, porque la pierna del Adan es excelente; pero lo segundo no, pues que Vargas había fallecido quince años antes de el de 584 como justificaremos en su articulo.


Tampoco lo es que luego que hubiese acabado de pintar el san Cristóbal se volviese a Italia, porque consta de una escritura pública, otorgada en Sevilla ante Simón de Pineda en 25 de mayo de 587, que se obligó a pintar otro san Cristóbal para la parroquia de San Miguel de aquella ciudad a costa de Diego Núñez Arroyo, cuya obra concluyó en 30 de octubre del propio año. También es de su mano el cuadro del altar mayor en la parroquia de Santiago el viejo en la misma ciudad, que representa al santo [ Santiago ] a caballo en la batalla de Clavijo; y Pacheco habla de otras pinturas que hizo Alesio al fresco en la puerta del Cardenal, que ya no existen.


El padre Calancha refiere en la crónica que escribió del Peru lib. I, cap. 39, fol. 348, que el arco toral de la iglesia de su convento de San Agustín de Lima está adornado con un grandísimo lienzo que le rodea desde la bóveda hasta abajo, en el que representó Mateo Pérez de Alesio (a quien condecora con el titulo de pintor del papa Gregorio XIII), a san Agustín sentado en un trono con un sol en las manos, que despide rayos a otros ocho o diez doctores de la iglesia. Si es cierto que este lienzo es de mano de Alesio, le pintaría en Sevilla, donde se ejecutaban muchas obras para la América, pues no hay noticia de que haya pasado a aquel reino, sino de que volvió a Roma donde falleció el año de 1600.


No hay en el Santiago que pintó al óleo para el altar mayor de la parroquia de este santo en Sevilla el buen gusto y frescura de color, que tiene el san Cristóbal de la catedral, pues le falta morbidez y toca en sequedad; pero en ambos resalta la inteligencia del dibujo y la grandiosidad de las formas. Grabó al agua fuerte varias estampas de su invención, que son muy raras, Y es celebrada y buscada la de san Roque, que tiene nueve pulgadas y media de alto y seis de ancho.


Archivo de la Catedral de Sevilla, la Citada escritura, Butrón, Carducho, Pacheco, Padre Calancha, Gori, Ponz.

(Tomo IV. pp. 75-78)