No tenia mas que veinticuatro años de edad guando llegó a Sevilla el pintor Pedro de Moya, que volvía de Londres a Granada con el gusto y hermosos colorido que había aprendido de Van Dick. Admiróse Bartolomé sobre manera de la dulzura: suavidad de su estilo y entró en gran deseo de imitarle; pero Moya se detuvo poco tiempo en Sevilla, y Murillo quedó confuso y vacilante sobre el camino que había de tomar para ser un gran profesor. Bien quisiera ir a Inglaterra, pero sabia que acababa de morir Van Dick: también pensaba pasar a Italia, mas se afligía al considerarse sin medios para emprender viajes tan largos y costosos. Al fin halló un recurso, que solo su virtud y aplicación podrían inspirarle. Compró una porción de lienzo: la dividió en muchos cuadro: los imprimó por su mano, y pinto en ellos [[asuntos_de_devoción_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''asuntos de devoción'']]: después los vendió a uno de los muchos cargadores a Indias que había en aquella ciudad, y con su producto vino a Madrid el año de 1643 sin despedirse de nadie, y sin haber participado su proyecto a ningún profesor.
Luego que llegó a la corte se presentó a su paisano don Diego Velázquez, a quien manifestó su intención y deseos que le habían sacado de su casa. Tuvo en ello Velázquez mucha complacencia, y le proporcionó copiar todos los cuadros que quiso de la colección del rey en sus palacios y en el monasterio del Escorial. Por los efectos se puede inferir cual habrá sido su método, aplicación y constancia en dos años que se ocupó en estudiar y copiar las obras de [[Tiziano_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''Tiziano'']], [[Rúbens_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''Rúbens'']], [[Van_Dick_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''Van Dick'']], [[Ribera_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''Ribera'']]y [[Velázquez_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''Velázquez'']].
Restituido a Sevilla en 645, como pocos artistas le habían echado menos en su ausencia, se admiraron todos al ver los cuadros que pintó al año siguiente para el [[cuadros_del__claustro_chico_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''[ cuadros del ] claustro chico'']] del convento de San Francisco de [ Sevilla ] aquella ciudad. Nadie acertaba como y con quien había aprendido aquel nuevo, magistral y desconocido estilo, pues no hallaban allí ni modelo ni maestro que pudiese habérsele enseñado. Manifestó desde luego en estos cuadros los tres profesores a quien se propuso imitar en Madrid; porque en los [[ángeles_del_que_representa_a_un_venerable_estático_en_la_cocina_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''ángeles del que representa a un venerable estático en la cocina'']], se ve todo el estilo del Spañoleto [ Rivera ]: el de Van Dick en el [[perfil_de_la_cabeza_y_manos_de_la_santa_Clara_en_su_tránsito_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''perfil de la cabeza y manos de la santa Clara en su tránsito'']]; y el de Velázquez en todo el lienzo de [[san_Diego_con_los_pobres_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''san Diego con los pobres'']].
Esta obra le dio una reputación superior a la que tenían los demás pintores de Sevilla: le proporcionó otras muchas públicas y particulares, que le sacaron de indigencia y le pusieron en situación de casarse con doña Beatriz de Cabrera y Sotomayor, persona de conveniencias en la villa de Pilas, cuyo matrimonio se efectuó el año de 648. Hora fuese por la facilidad extraordinaria que adquirió con tantas obras, hora por complacer al vulgo, mudó su estilo detenido fuerte en otro más franco, más dulce y agradable aun aún a los mismos inteligentes, con el que pintó los principales y más estimados cuadros de Sevilla.
Tales son: el [[san_Leandro_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''san Leandro'']] y el [[san_Isidoro_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''san Isidoro'']], mayores que el tamaño del natural, vestidos de pontifical, sentados y colocados en la sacristía mayor de la catedral. Los pintó el año de 55 por encargo del arcediano de Carmona don Juan Federigui, quien los regaló al cabildo; y consta de un M. S. de aquel tiempo, que el san Leandro es retrato del licenciado Alonso de Herrera, apuntador del coro, y el san Isidoro del licenciado Juan López Talaván. Pintó en 56 el célebre cuadro de [[san_Antonio_de_Padua_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''san Antonio de Padua'']] que está en el altar del baptisterio de la misma catedral, por el que le pagó el cabildo 10,000 reales. Los inteligentes le celebran por uno de los mejores de su mano, sea por el acorde y contraposición de luces y tintas, sea por la expresión de la figura del santo, que arrodillado recibe con los brazos levantados al niño Dios, que baza en una gloria de ángeles tocando instrumentos, o sea por el ambiente que rodea todos los objetos, o por la diestra indecisión con que se pierden los contornos. Y en 65 pintó los cuatro [[medios_puntos_de_la_iglesia_-_Esteban_Murillo,_Bartolomé|''medios puntos de la iglesia'']] de santa María la Blanca a expensas del fervoroso racionero don Justino Neve. Se celebra mucho la procesión de figuras pequeñas al paraje nevado, en último término de uno de estos lienzos, por la verdad con que está representado el polvo y hasta el calor del estío.