Fragmentos que escribió sobre la pintura Pablo de Céspedes, (T.V, 267-343)

From Diccionario Interactivo Ceán Bermúdez
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APÉNDICE


FRAGMENTOS DE OBRAS QUE ESCRIBIÓ SOBRE LA PINTURA EL PINTOR PABLO DE CÉSPEDES RACIONERO DE LA SANTA IGLESIA DE CÓRDOBA


ADVERTENCIA

Cuando se dio razón en su artículo de la sublime doctrina, pureza del lenguaje castellano y profunda erudición que contienen los opúsculos inéditos e impresos sobre las bellas artes del sabio pintor y humanista Pablo de Céspedes, quiso publicarlos el autor de este diccionario por apéndice al fin del mismo artículo; mas no habiendo podido tener efecto por haber salido voluminoso el tomo primero, a que correspondían, lo ejecuta en este a fin de no privar a los eruditos aficionados a las nobles artes, ni a sus profesores de la satisfacción y utilidad que pueden sacar de estos escritos tan importantes corno deleitables.

Los que se han hallado hasta ahora son cuatro: dos inéditos, y dos ya impresos; pero todos incompletos, o porque Céspedes no pudo concluirlos por sus achaques y ocupaciones, o porque moderado y prudente dejaba dormir sus obras para finalizarlas y corregirlas con examen más detenido y circunspecto, según el consejo de Horacio; o porque si en efecto los concluyó, no ha llegado a nuestros tiempos lo que les falta; sin embargo así como están merecen la luz pública y el aprecio de las personas eruditas y de buen gusto.

El primero es un discurso de la comparación de la antigua y moderna pintura y escultura, donde se trata de la excelencia de las obras de los antiguo, y si se aventaja á la de los modernos, que escribió a instancias de Pedro de Valencia, cronista de S. M. el año de 1604; y el segundo es otro discurso que trabajó sobre el templo de Salomón, en que se habla del origen de la pintura. Ya se ha dicho en la nota cuarta del prólogo de este diccionario, que habiéndolos hallado en Córdoba el pintor don Juan de Alfaro, los hizo copiar con limpieza, adornándolos con algunas notas instructivas, y que los dedicó a doña Teresa Sarmiento, duquesa de Béjar, de cuya afición, practica y conocimiento en la pintura se ha hecho mención en su artículo.

Los impresos son otros dos, que publicó en fragmentos el año de 1649 en su Arte de la pintura Francisco Pacheco para comprobación de la doctrina que expone en los capítulos de su obra, como dice él mismo en el prólogo inédito, que se ha publicado en una nota de su artículo. Uno de ellos es el Poema de la pintura en octavas rimas, que por su plan, elevación y claridad de ideas, por la pureza del idioma, y por la armoniosa y noble versificación, tiene un lugar muy distinguido entre las poesías de Garcilaso, Boscán, Fray Luis de León, los Argensolas y de otros grandes poetas españoles, igualando o excediendo a los poemas que del mismo arte de la pintura escribieron en latín Du Fresnois, en francés La Mierre y Watelet, y otros en italiano.

Le volvieron a publicar en sus colecciones el redactor del Parnaso español y don Ramón Fernández, pero con el mismo desorden que Pacheco, esto es, copiando los trozos dispersos e intercalados, sin reparar que está dividido en dos libros o cantos. Por estas razones ha parecido conveniente publicarle cuarta vez, arreglado al plan que adoptó su autor, poniendo al margen los epígrafes de las materias que contienen las octavas, y corrigiendo estas de varios defectos que se notan en las ediciones anteriores, conforme a un códice original (que se ha tenido presente) del Arte de la pintura de Pacheco, que se acabó de escribir en 24 de enero de 1638, firmado al fin por don Agustín de Arteaga y Cañizares, quien rubricó todas las hojas de este precioso manuscrito, sin duda con el objeto de acreditar las aprobación o permiso para darlo a la imprenta, como en efecto se verificó once años después.

El último fragmento es una carta que el mismo Céspedes escribió a Pacheco el año de 1638 sobre los varios modos de pintar. Por haberse hecho muy raro el Arte de la pintura de este profesor, donde está inserta con el mismo desorden y objeto que el poema, se vuelve a publicar ordenadamente y corregida por el propio códice, considerándose de mucho interés para la práctica de los pintores en su arte.


DISCURSO DE LA COMPARACIÓN DE LA ANTIGUA Y MODERNA PINTURA Y ESCULTURA, DONDE SE TRATA DE LA EXCELENCIA DE LAS OBRAS DE LOS ANTIGUOS, Y SI SE AVENTAJABA DE LOS MODERNOS. DIRIGIDO A PEDRO DE VALENCIA, Y ESCRITO A INSTANCIAS SUYAS AÑO DE 1604.

Tan malos pies ha tenido mi carta como yo, pues llega tan tarde a las manos de vuestra merced. Yo la di a aquel caballero a quien vuestra merced envió la suya, o no tuvo con quien enviarla, o se olvidó de darle recaudo. Holgaría hallar mejor expediente para de aquí adelante. El portador le dio a vuestra merced mejores nuevas de mí de las que debía darle, porque por ese mismo tiempo que vuestra merced las recibió, yo estaba tal que esperaba muy poco de mi salud, y aun de la vida propia. Bendito sea nuestro Señor, que así con la enfermedad, como en haberme dado salud, he recibido infinita merced de su mano. Cierto, señor, que desde esta pascua pasada de Resurrección, que comenzó por unos corrimientos, y en la de Pentecostés que acudieron unas calenturas paroximales, y ya libre de ellas revolvieron otra vez con tanta malicia que nos hizo a todos estar en no pequeño miedo. Ya, bendita sea su divina bondad, estoy con salud, aunque las fuerzas faltan y los pies algo lastimados.

Era tanto el deseo que tenía de ver letra de vuestra merced esperando con ella particular alivio, confiado que la alegría que yo había de tener con ella, había de expeler totalmente los remanentes de mis enfermedades: demás que deseaba acabar ciertos pliegos que enviaba a Sevilla para con menos embarazo escribir a vuestra merced, suplicándole me encomendase a nuestro Señor, y esto era en el mismo punto que recibí la de vuestra merced, y el portador me prometió enviar la respuesta a vuestra merced. Con todo eso, no me descuidaré yo en buscar otros caminos, si los hallare, más breves; y brevemente diré a vuestra merced respondiendo a ella, que debo mucho a nuestro Señor, pues con su favor haya tenido tan buen suceso el amor y gran voluntad que muchos años ha he tenido al nombre de vuestra merced para servirle, teniéndome por dichoso si alcanzase ocasión a mi buen deseo, ahora veo como es acertado por vuestra merced e yo admitido a su servicio.

Háceme vuestra merced sabidor de algunos particulares estudios de vuestra merced acerca de escritores griegos, donde vuestra merced nota culpas, así de los que han traducido a Ateneo como a otros autores. En ello recibo infinita merced, y doy el parabién a la república de las letras de las riquezas que vuestra merced la comunicara para acrecentamiento del tesoro de ella, y así mismo de la del señor Arias Montano (I) que está en el cielo, tan señor y particular patrón mío. Día llegará, como espero en Dios, que el mundo gozara de las unas y de las otras. Yo, señor, en todo soy el más ignorante del mundo, y particularmente en las letras griegas. En mi mocedad atendí a estos estudios con harto cuidado: después acá con otras preocupaciones les di de tal manera de mano, que del todo los he olvidado. Bien es verdad que algunas veces no dejo de leer algo en Píndaro, a quien siempre tuve particular devoción, porque hallo a mi gusto mucho, con todo que nunca le miro así sino sobre peine, como dicen, siempre veo en él una muy bien dibujada y florida pintura, grande y cual convendría a un Miguel Ángel.

Las notas que se irán añadiendo se hallaron en el manuscrito donde se copió este discurso. Algunas parecen ser del mismo Céspedes, y otras del pintor don Juan de Alfaro, quien le dedicaba a la duquesa de Béjar. [Nota de transcripción. Con objeto de facilitar la lectura, las notas se insertarán al final de cada fragmento.]

Con grande alegría leo en la carta de vuestra merced, donde significa la ardiente afición que vuestra merced tiene a esta arte verdaderamente nobilísima, y de la muestra que en los tiernos años vuestra merced daba de lo mucho que alcanzara en esta arte si vuestra merced la cultivara con su divino ingenio. Vuestra merced la dejó por demostrarlo en las cosas mayores. Postquam nos Amaryllis habet, Galatea reliquit, y la que en vuestra merced persevera todavía es grande indicio de la nobleza del ingenuo pecho de vuestra merced, y lo que vuestra merced trata de ella es el más ilustre elogio que yo jamás he visto de nadie, pues vuestra merced la sube tanto de punto (2) que la descubre una cierta divinidad que lleva tras sí los ojos de los hombres con tanta maravilla que se hizo adorar: concepto nuevo y no advertido hasta ahora de nadie.

Mándame vuestra merced decir mi parecer acerca de la excelencia de las obras de los antiguos y si se aventajaba a la de los modernos. Háceme retirar la dificultad del argumento, y fuérzame el mandato de, vuestra merced, tanta mas que es muy ordinario de los que poco sabemos decir y discurrir de lo que entendemos menos. Con todo que vamos, aunque con la relación de Plinio (3), a quien yo doy crédito en todo por ser tan particular y acertada, que no sólo parece ser escrita por autor diligente y de cuidado, pero tan exacta como de pintor, que alcanzaba lo muy primo y dificultoso de esta arte. Digo, pues, que vamos muy a peligro de errar, comparando y cotejando las obras que no vemos con las que hemos visto de los pintores de este siglo.

De la excelencia de la pintura aventajada a la escultura, o al contrario, muchas cosas he visto de lo uno y de lo otro escritas de hombres doctos y prácticos, y todavía se queda el pleito por sentenciar, de mi parte a lo menos. De su antigüedad entiendo ser antiquísima. ¿Cómo pudo el escultor hacer cosa buena si no se ayudaba primero del dibujo, que es principal elemento de la pintura y gran parte de ella? Las obras de media talla, que hacen mención Homero y Virgilio, sin dibujarlas primero ¿Cómo se podrían labrar? Las bordaduras y obras de recamo, de que hay tanta mención como vuestra merced mejor sabe ¿podría hacerlas primero la aguja que no precediese un padrón de mano de pintor, juntamente con los colores donde hablan de ir? que era andar a ciegas, y casi imposible poderse hacer la labor.

Los hierogíficos [jeroglíficos] de los egipcios demuestran esto mismo, porque aquellas figuras que grababan en los obeliscos y otras obras dan a entender que primera se hacían padrones de ellas y se estarcían en el mármol para poderse cortar. Las figuras son simplicísimas, aunque no muy apartadas de la buena manera, y que no tienen más que los perfiles de afuera. Yo tuve una figurita egipcia de piedra negra, toda labrada de hieroglíficos [jeroglíficos]: ha se perdido en la peste de Sevilla, porque murió de ella un criado mío que la tenia a su cargo con otras cosas. Entiendo que su pintura sería del mismo jaez, y así no fue celebrada ni se estimó, no habiendo en las tales obras más que los contornos, teñido el resto con algún color, como son los libros que vemos venidos de Nueva España, donde los indios tienen sus calendarios, como algunos dicen.

Dice Plinio que en la guerra troyana, ni antes no habla pintura. El escudo de Héctor y de Aquiles, sin duda entendió Plinio que eran labrados de cincel de diversos metales, y sobrepuestas las figuras en el campo del escudo, y yo así mismo lo entiendo de la misma manera.

Καὶ δύο Πευχέιδας Περιμήδεά τε Δρύαλόντε

Α'ογύρεοι, χρυσέας ἐλάτας ἐν χερσὶν ἔχοντες

Et duo Peucidae, Perimedes, Dryalusque,

Argentei, aureas abietes in manibus habentes.

Δοιόι δ᾽ἀναφυσιόωντες

Α'ργίρεοι δελφῖες ἐϑοίνων ἔλλοπας ἰχθῦς

Τῶν ὕπο χάλκεοι τρεον ιχθύες. ἀυτὰρ ἐπ᾽ ἀκταῖς.

Duo autem sursum efflantes

Argentei delphines, depascebant mutos pisces.

Sub his ærei trepidabant pisces, sed in ripis...

Hesiod. scutum Herculis.

[….y a los dos Peucidas, Perimedes y Dríalo eran de plata con mazas de oro en sus manos

.....dos resoplantes delfines de plata asustaban muchos peces; por debajo huían peces de bronce, además en la orilla...

Hesíodo obras completas, pp. trad de Aurelio Pérez Jiménez, ed. Gredos, 1990.]

Parece de esto, o sean de medio relieve, las figuras sacadas de cincel y cortadas o perfiladas no más, y cortadas las sobreponían en el campo del escudo, así de oro como de otros metales, y algunas grabadas en el mismo campo de metal o bronce, que era no pequeño primor, si en ellos están en mayor reputación que oro ni piedras preciosas.

Tiziano de Cador, insigne y singular en su facultad, entre otras obras hizo retratos de príncipes y princesas y otros particulares que el vivo no es así más semejante. Alonso Berruguete y nuestro Becerra, gran imitador de Miguel Ángel, así en el pincel, como en la escultura, diera grandes prendas de su valor, si la muerte no le atajara: fue asimismo muy semejante en la arquitectura como en las demás facultades a Miguel Ángel, a quién tuvo por maestro. ¿Dónde dejo yo a Polidoro de Caravaggio? Pintó de blanco y negro muchas delanteras de casas, con tanto artificio e imitación de las cosas antiguas, que ultra que es escuela de los pintores su pintura, Tiziano cuando vino a Roma, luego que se le ofrecía mirar algunas de sus obras, se paraba, y decía: veamos esta obra del maestro.

Otros muchos hubo que yo pudiera poner en lista, como a Tadeo Zuccaro y su hermano Federico, archivos verdaderamente del tesoro de este arte, y otros que dejo, así por atender a la brevedad, como porque sus obras no han sido vistas por mí, y si lo han sido no las tengo tanto en la memoria, aunque ahora me representa a Julio Romano, discípulo de Rafael, o por decir mejor, otro Rafael; Lucio Romano, gran mi amigo en su última vejez, maestro de pintar grutescos por excelencia. Y en nuestra España no han faltado algunos, mas su excelencia fue más en dorados y estofados, y si algunas historias hay de ellos, es más de loar la pulideza del pincel que la materia.

Eius est sacerdos adorans, et Ajax fulmine incensus (I) [equivocadamente numerada por Cean, corresponde consecutivamente a la nota 4]. No puede con todo esto competir con el retrato que Rafael de Urbano hizo de Julio II, en el cual se ve su semejanza al vivo, los terciopelos y demás ornatos que de ordinario traen los sumos pontífices, porque no se puede llegar, cuanto el pasar de allí. Pintó asimismo un incendio del palacio e iglesia de san Pedro, donde hay unas mujeres, que llevan agua para apagarlo, y otra que ha echado una criatura de un terrado por librarla del fuego, la recoge un hombre, medio vestido en los brazos, ¡divina cosa! y un hijo que saca de las llamas su padre a cuestas, y un hijo que lleva delante de sí, a imitación de Eneas y Anquises: no hay más que ver, ni que decir.

Deprehenditur tamen Zeuxis grandior in capitibus articulisque, &c. (2) [equivocadamente numerada por Cean, corresponde consecutivamente a la nota 5]. Esto no se puede reprender en ninguno de los ya nombrados.

Descendisse hic in certamen cum Zeuxide traditur. Et cum ille detulisset uvas pictas tanto successu, ut in scenam aves advolarent, ipse detulisse linteum pictum, ita veritate repraesentata, ut Zeuxis alitum iudicio tu mens flagitaret tandem remoto linteo ostendi picturam, atque intellecto errore concederet palmam ingenuo pudore, quoniam ipse volucres fefellisset (6). Paréceme conseja. Él engañó las aves y engañáronle a él con la toalla pintada. Haberse engañado las aves en la capilla del Papa en algunos asientos y cornisas hechos por Miguel Ángel es cosa cierta: no por eso se hace gran caso. Tiziano retrato al duque de Ferrara, y puso el duque su retrato en una ventana, y él se puso a otra para gustar el engaño, y cuantos pasaban, pensando que era el duque, lo reverenciaban con la gorra en la mano. Y el mismo Tiziano, que es mas, estando en Roma fue a ver las pinturas que hizo Rafael en el jardín de Agustín Guigi, que ahora es del cardenal Farnesio, y en una lonja que sale a la puerta hay unos niños pintados de blanco y negro, y algunas cornisas fingidas de estuque, y no quiso creer que los niños fuesen de pintura, hasta tanto que trajo una caña y los tentó para ver si eran de bulto: tanto duró en él el engaño, que aunque otros se lo decían, no lo creía. Hízolos Baltasar Peruci de Siena.

Otras cosas dice Plinio en el cap. 10 del dicho libro, que comparadas a otras cosas de ahora quedan inferiores. Primus symmetriam picturae dedit, primus argutias vultus, elegantiam capilli, venustatem oris, confessione artificum in lineis extremis palmam adeptus. Haec est in pictura summa sublimitas. Corpora enim pingere et media rerum, est quidem magni operis; sed in quo multi gloriam tulerint. Extrema corporum facere et desinentis picturae modum includere, rarum in successu artis invenitur. Ambire enim debet se extremitas ipsa, et sic desinere, ut promittat alia post se, ostendatque etiam quae occultat (7).

No se puede decir más de lo que Plinio incluye en estas cuatro palabras, ni mejor dicho con más propiedad y elegancia no las pudo decir otro ninguno; y si Parrasio efesio tuvo todas estas partes, él era egregio pintor, y cualquier pintor que las poseyere será, el mismo.

Lo primero, in extremis lineis, entiendo los contornos y verdaderos perfiles, hechos con gracia y grandeza, y son las líneas que forman una cabeza, un brazo, una pierna, otro cualquier miembro, y finalmente toda una figura. Este es el primer trabajo del arte y el extremo estudio en que consiste el dibujo, el donaire y la majestad de las figuras.

Corpora enim, pingere, et media rerum. Aquí entiendo se encierran los colores, las luces que realzan la figura, las medías tintas, obscuros y más obscuros, en que consiste principalmente la buena manera y colorido.

Extrema corporum facere, et desinentis picturae modum includere. Entiendo que es gran pintor, como de verdad lo es, y artificio grande las líneas que circunscriben una figura o miembro de ella, estar de tal manera disimuladas, que no se vean los perfiles ni término alguno, sino que parezca que va arredondeando; y que si Vuestra Merced volviese la tal figura, hallaría la otra parte que no se ve, porque en estando perfilada ya se acaba allí la vista, y cierra aquella parte y no promete más que aquello que tiene perfilado. Y así los buenos maestros huyen esta suerte de manera perfilada.

Et sic desinere, ut promittat alia post se ostendatque etiam cuae ocultat. Entiendo yo que cuando se va contornando un brazo, una pierna, u otro cualquier miembro, que siguiendo el contorno de un muslo, el cual tuerce a la parte de dentro, recibe aquel perfil el del músculo que se sigue de manera que el que lo mira, comprende para donde camina el dicho músculo, y casi ve lo que no se puede ver. Estas partes tuvieron los pintores próximamente nombrados, cual florecía más en una parte, cual en la otra, y Miguel Ángel en todas.

Alia multa graphidis vestigia extant in tabulis ac membranis eius, ex quibus proficere dicuntur artífices (8). No solamente a los estudiosos de esta arte aprovechan los dibujos de Miguel Ángel, de Rafael y otros, sino que se compran de príncipes y otros personajes con excesivos precios (9). Retrató Miguel Ángel a su amigo Tomás del Caballero en un cartoncillo cerca de una vara algo menos, de lápiz negro y con tanta vivacidad y grandeza con el traje, que en aquel tiempo se usaba, y en una mano tiene una medalla. No espere nadie ver en algún tiempo mejor cosa, aunque sea de colores, antes a mi parecer, quedan muchos pasos atrás, con una manera de dibujar tan grande y hermoseada, que no sólo es cosa maravillosa; pero hasta ahora nunca imitada, aunque de muchos tentada, ni hasta aquel día vista.

Sunt et duae picturae eius nobilissimae: hoplititis, in certamine ita decurrens, ut sudare videatur: alter arma deponen, ut anhelare sentiatur (10). En un paño de rázago en la capilla del Papa estrecho, que así lo pide el sitio, esta tejido por padrón de Rafael de Urbino el terremoto haciendo fuerza con los brazos, mostrando en el rostro la fuerza y fiereza con que hace temblar un monte, que a quien lo mira le parece que realmente tiembla ruina.

Pinxit et minoribus tabelis libidines, eo genere petulantis ioci se reficiens (11). Bien entiendo que si él viera las que en este género han dibujado maravillosas cierto Perino del Vaga, Rafael de Urbino y Antonio de Correggio, él quedara vencido y corrido.

Eius enim est Iphigenia, oratorum laudibus celebrata, qua stante ad aras peritura, cum moestos pinxisset omnes praecipue patruum et tristitiae omnem imaginem consumpsisset, patris ipsius vultum velavit, quem digne non poterat ostendere (12). En más estimo un descendimiento de la Cruz que pintó Antonio de Correggio en Parma, donde nuestra Señora se muestra dolorosísima con suma modestia, dando mucha expresión de sentimiento a san Juan y a otras figuras; con todo tuvo bastante caudal para henchir omnet imaginem tristitiae en la Magdalena, quae plus ardebat caeteris, la cual figura ha sido celebrada, de suerte, que ella sola anda retratada en innumerables cuadros de por sí.

He hecho mención de estas obras por haberse hecho después de los tiempos de Plinio; y sin duda se acabara del todo la pintura si la religión cristiana no la hubiera sustentado de cualquiera manera que fuese. La causa general de su caída fue la misma que la de todas las buenas artes: la particular Plinio también la refiere, o la da a entender. Fue parecer a aquellos príncipes romanos, acerca de los cuales había de ser favorecida, ser ya ornato pobre no conforme a sus riquezas, y quizá la vileza de algunos pintores, como también los hay ahora, que han de ser causa de la misma ruina. Dieron en adornar sus paredes encostrándolas con mármoles de diversos colores, con los cuales a modo de taracea, variaban las piezas con varios compartimientos de arquitectura y labores grutescas de diversas piedras y aun nácares; y demás de esto historias y figuras de diversos animales. Algunas de ellas he visto conservadas en las ruinas de Roma en los corredores de San Juan Luterano [de Letrán] junto a la puerta de Sancta Sanctorum: antes que Sixto V los mudase y labrase, había un pedazo de friso subiente sobre mármol verde, las hojas taraceadas de diversidad de piedras y nácares, harto gracioso, y que en su tiempo debiera de costar la obra que lo acompañaba gran suma de dineros.

En el Hospital de Santo Antonio, cerca de Santa María Mayor, vi en una sala antigua, que sirve de bodega y almacén al hospital, un pedazo de friso que corría por arriba a la redonda, ancho más de cinco o seis cuartas, donde hay animales de mármoles de colores encajados y taraceados en diversas piedras que imitan el color de los animales, y el campo me pareció jaspe verde. Y no solamente eran adornados los edificios de los antiguos de semejantes riquezas en vez de la pintura , pero también se lían hallado pavimentos de piedras preciosas. Yo vi una cantidad de ágatas lindísimas en manos de un anticuario, que se habían hallado en un pavimento asentadas y encajadas, que no debieran tener precio; pues de creer es que las paredes corresponderían al suelo , y en el enmaderado o bóveda habían de corresponder a tal riqueza. Habíala también en las obras de mosaico, que también por su parte ayudaron a echar fuera la pintura.

Y demás de esto estando yo en Roma, cavando entre unos estribos del monte Quirinal, hacia una calle que va de Suburra a Santa María Mayor, hallaron todas tres paredes encostradas de tablas de varios y diversos esmaltes, guarnecidas de compartimientos, asimismo de esmaltes de diversos colores, que tomaba la ladera de alto a bajo, y remataba en el fondo de la cava junto a su verdadero suelo antiguo, con una pintura de mosaico de diversas piedras, figuradas las tres diosas entre arboledas; y de las ramas de un pino colgadas algunas máscaras con sus tercias, como que llevadas del aire revolaban a una y otra parte. Acordeme de lo que Virgilio dice, si es esto.

Oscilla ex alta suspendunt mollia pinu.

Porque en otra parte dice el mismo:

Oraque corticibus sumunt horrenda cavatis.

Estaba Paris sentado en un pedestal: era de bulto, él solo de mármol, harto buena figura, vestido a la antigua con el bonete frigio. Debiera servir todo este aparato de fuente, porque a la redonda, así del pedestal, como de las paredes, corría un Euripo envestido de tablas de mármol, y asimismo el pavimento.

Algo de esto quiso decir Plinio en el libro XXXV, cap. I , hablando de la pintura y de la grande estimación que antes tuvo.

Nunc vero ira totum marmoribus pulsa, iam quidem et auro: nec tantum ut parietes toti operiantur, verum et interraso marmore, vermiculatisque ad efigies rerum et animalium crustis. Non placent iam abaci, nec spatia montis in cubiculo delitentia: coepimus et lapidem pingere . Hoc Claudii principatu inventum: Neronis vero, maculas cuae non essent, in crustis inserendo, unitatem variare, ut ovatus esset Numidicus, ut purpura distingueretur Synnadicus, qualiter illos nasci optarent deliciae. Montium haec subsidia deficientium: nec cessat luxuria id agere, ut quam plurinum incendiis perdat.

Algunos fragmentos han quedado del mosaico antiguo en Roma, hechos en aquellos tiempos , cuando florecían con el imperio las artes. Un pedazo de pavimento al parecer vi en casa de Tomas del Caballero, caballero ilustre romano: nómbrelo por haber sido grandísimo amigo, y aun creo, compadre del señor Arias Montano; donde estaban unos peces de mosaico, excelente obra. En santa María de Trans-Tíber [Trastevere] unos pájaros maravillosos. En el pórtico de San Pedro in Vaticano un papagayo dentro de una jaula, de no menos artificio y gracia que dibujo.

Cerca de Nápoles, en un lugar, que se llama Puzol, fuera de él, en la gruta, como dicen, de la Sibila la bóveda de un aposento no muy grande, también labrada de esta suerte de mosaico de aquel tiempo, enriquecido con piezas de nácar. Vi en otra pieza más adentro, aunque no de mosaico, sino de muy buena pintura las paredes en lo que de ellas dejaba ver la antigüedad, pintadas de yedras y parras con grande imitación del natural, sobre el encalado. La razón de esta curiosidad era porque el blanco del encalado no diese pesadumbre a la vista, templada con el verde de las parras y yedras que las vestían.

Estos fragmentos de mosaico antiguo son muy diferentes de los que en tiempos más modernos se usaron. Eran los antiguos de solas piedrecitas de mármoles de diversos colores con grandísimo artificio y dibujo. Los modernos son hechos de fassetos de esmaltes varios, y en campo de mosaico de oro, que los antiguos no usaron, o porque no lo sabían hacer, o por conformarse con la buena pintura. Los que se han hecho con grandísima costa en nuestro tiempo en la capilla de Gregorio XIII son asimismo de fasselos de esmaltes varios, y de varias piedras, principalmente los rostros y encarnaciones, asimismo dorados y otros ornatos: obra verdaderamente no menos que de gran príncipe. Dícenme que el papa Clemente VIII, que hoy vive, hace otra capilla a imitación de esta.

Tornando pues a lo que comenzamos, con estas y otras ocasiones dieron tan gran caída las buenas artes, principalmente la pintura, que ya al tiempo de Constantino el Magno, o poco después, casi era ya del todo o poco menos que sepultada, como dicen los estudiosos de esta arte; y digo yo que debe ser así, porque el arco que el senado y pueblo romano levantaron en gloria de este emperador, hecho y adornado de los despojos de otro del emperador Trajano, es excelentísima escultura maravillosa, y lo que añadieron y pusieron de más, como el día de hoy se ve, por aplicarlo a Constantino, unas victorias y figuras de ríos y otras cosas que no me vienen a la memoria, son abominables, fruta de aquellos tiempos; y así de lo uno como de lo otro infiero que la pintura debiera ser lo mismo. Llegados pues, estos tiempos, este arte quedó en los términos de su primer nacimiento, y aun por ventura peor. Con más brío comienza a salir una planta del suelo, aunque sea una hojita sola, que cuando se va secando, aunque esté cargada de hojas.

Dos maneras de pintura he visto de aquellos tiempos y por muchos años después: una que llaman manera griega, quizá por serlo sus primeros maestros; y otra que podemos llamar latina. La griega consistía todo en puro artificio y pulideza de colores, con poca imitación del natural. He visto muchas obras de ella, que ya están por el suelo, y principalmente por haber renovado las historias que estaban en el pórtico sobre las puertas de San Pedro in Vaticano, con harto dolor mío, por ser antiquísimas y famosas; y si no me engaño Zonaras u otro autor griego de su jaez hace mención de ellas. Otras se acabaron con el tiempo, y con ruinas de las paredes, donde estaban pintadas. Otras han quedado en diversos lugares, y aun se ha quedado esta manera, y no pasó adelante.

La otra manera, que he llamado latina, era del todo fuera de arte, poco más o poco menos en la bondad y primor, antes sin alguno, toscamente pintadas las figuras, aunque yo las miraba con curiosidad, porque vela en ellas alguna cosa a veces de erudición. No dejaba de haber quien de ellas se aventajaba a las demás, no en otra cosa que en estar mejor tratadas las colores. En San Pedro de Roma solían verse pintados aquellos primeros papas, y algunos ángeles, con ornatos de vestidos harto sencillos, y los unos y los otros con los palios que se ponen los arzobispos cuando están revestidos de pontifical; y aunque pudiera decir de muchas obras, las dejaré a posta por evitar prolijidad, y porque en lo que toca al arte, no hay que decir de ellas. Sólo traeré a la memoria una imagen de nuestra Señora emperatriz, que estaba pintada en un pilar de santa María de Trans-Tíber [Trastevere] con dalmática, conforme a la de los diáconos, con el mundo en una mano y cetro en la otra, con una corona en la cabeza bien sencilla con engastes de piedras, los cabellos algo caídos, adornados de perlas, ornato quizá de las augustas de aquellos tiempos. Teníala yo devoción particular, y así no pude dejar de sentir mucho un día, que pasando por aquella iglesia, la vi toda blanqueada y la imagen también (13).

En la iglesia parroquial de San Pedro de nuestra Córdoba, en la pared que está a mano derecha hay muchas pinturas de aquellos tiempos, a quienes perdoné la furia bárbara de los moros cuando poseyeron esta ciudad, mas no el discurso del tiempo, ni la negligencia de los que han tenido a su cargo la iglesia, y así apenas se pueden comprender con la vista, tanto por estar gastadas, cuanto por el mucho polvo que se ha entrapado encima de ellas. Reverenciolas y beso aquellas santas y antiquísimas paredes, rozadas de la multitud de aquellos ilustres Mártires que entraban y salían en tiempo de sus persecuciones por cerca de ellas. Esta suerte de pintar, aunque tan grosera e inculta, parece que todavía eran las cenizas de donde había de salir la hermosísima fénix, que después salió con tanto esplendor y riqueza, que en estos tiempos ha mostrado este arte.

Estas tan cerradas tinieblas duraron muchos y muchos años, en todos los cuales no hubo más que colores mal asentados y ridículas pinturas, y aun esas en muchas partes no había, hasta que Cimabue, pintor florentino, levantó en lo que sus cenizas le concedían el ánimo, y se aventajó mucho a lo, que entonces corría, y pintó una imagen de nuestra Señora [ la virgen ] con tanta admiración de todos, que el día que la acabó concurrieron en una solemnísima procesión de frailes toda Florencia con tanta demostración, colgando y aderezando las calles de regocijo, que asta hoy se llama la calle donde moraba el pintor Borgo Alegro. Esta imagen vi pasando por aquella ciudad.

Debiera poco después florecer Simón de Siena, que retrató a María Laura, la querida de Francisco Petrarca, quien lo celebró, diciendo:

Per mirar Policleto a prova fiso

Con gli altri ch’ebber fama di quell’arte.

Mill’anni , non vedrian la minor parte

Della beltà, che m’ave il cor conquiso.


Ma certo il mio Simon fu in paradiso,

Onde questa gentil donna si parte:

Ivi la vide, e la ritrasse in carte,

Per far fede quaggiu del suo bel viso.


Y en otro soneto:


Quando giunse a Simon l’alto concetto

Ch’a mio nome gli pose in man lo stile;

S’avesse dato all’opera gentile

Con la figura voce, ed intelletto: .....


Hay de mano de este Simón en el atrio de San Pedro de Roma una imagen de nuestra Señora al fresco de mucha devoción por algunos milagros acontecidos.

Fue poco antes o después de estos maestros Margariton de Arezo, que retrató del natural a San Francisco, el cual yo le descubrí en Roma, y avisé a don Luis de Torres, arzobispo de Monreal, el cual con otras cosas envió a Málaga: entiendo que se echó a perder más de lo que estaba por el camino.

Fue de estos poco tiempo distante Giotto, natural de Florencia: como entiendo, aventajose mucho a todos estos. Yo vi algunas figuritas al fresco de este pintor en la capilla mayor vieja de San Pedro de Roma, harto bien labradas y con harta gracia: perecieron con la misma capilla. Todavía se ve una obra suya maravillosa de mosaico más redonda que la O de Giotto en el mismo atrio o patio de la iglesia de San Pedro, la barca de los apóstoles periclitando en la mar y Cristo nuestro redentor andando sobre las ondas. De estos principios, aunque flacos, subió la grandeza de este arte a la cumbre que en nuestros tiempos se ha visto.

La pintura, llamada de los antiguos monochromaton, y la que llamaron linearis, a mi parecer es poco diferente la una de la otra: ideo et quos pingererit adscribere institutum (14). No se ha de entender lo que algunos dicen por donaire, este es hombre y este caballo. He visto en Roma en casa de Tomás del Caballero, entre otras cosas de mucha estima antiguas, un vaso de barro, alto cerca de vara o más; y ha de advertir vuestra merced que ningún vaso antiguo de aquellos tiempos se halló vidriado, porque no se sabía entonces vidriarlos, más dábanle una tez tan lisa, como si fuera bruñida, y las labores eran de color de estaño, como se ve en algunos muy conservados, las cuales labores el día de hoy con la antigüedad están negras: tengo a este propósito algo notado que verá vuestra merced algún día, siendo nuestro Señor servido. Digo pues que en el gollete de la urna estaban figuradas con líneas algunas figuras algo más obscuras que el campo del vaso. Primus invenit eas colorare, testa (ut ferum) trita, Cleophantus corinthius (15). Las vestes y miembros diferenciados con líneas solamente y bien, no con pequeño dibujo; y una matrona asentada con la mano en la mejilla tenia un letrerito blanco en griego ΤροιΑ; y otra figura en pie Troylus, y a la redonda iban figuras de esta suerte, representando los héroes de la guerra de Troya con sus nombres griegos; y esto es lo que Plinio dice.

Acuérdome haber visto en Nápoles unas sargas ya viejas en la guardarropa de un caballero, que las estimaba harto, hechas en España. La manera de pintar era gentilísima de algún buen oficial antes que se inventase la pintura al ólio [óleo] (16); y todas las figuras (era la historia de Amadís de Gaula) con sus nombres apuestos en español, que también esto se uso cuando después de perdida la pintura, comenzaba a levantarse de sueño tan largo. Entendiera que monocromata eran las pinturas de blanco y negro, si Plinio no hiciese particular mención de ellas, llamándolas Monochromata ex albo. También las estampas podían comprenderse debajo de este nombre y lineares, en las cuales han mostrado grande acierto y maravilloso artificio Alberto Durero, Marco Antonio Boloñés (17), y otros, por quienes se han comunicado por todo el mundo las obras de tan excelentes pintores, y ahora al presente muchos con nueva manera y grandeza del arte, por quienes puede el buril competir con el pincel. Et qui primus in pictura marem foeminamque discrevit (18). Esta enfermedad hubo también en estotros principios. Acuérdome que en San Juan de Letrán en una capilla antes de la de Sancta Sanctorum solía mirar unas historias de ciertos milagros acontecidos en aquel lugar, donde estaba pintado uno en la horca y gente a la redonda, y decían que era una mujer y no sé que cuentos. No eran sino hombres varones todos; pero el pintor no alcanzaba la distinción del varón a la hembra.

Cimonem Cleoneum. Hic catagrapha invenit, hoc est, oblicuas imagines et varie formare vultus, &c. (19). Un pintor, llamado Masaccio florentín, como dicen, fue el primero acerca de nuestros mayores, que se atrevió a eso mismo con una polideza y perfección de pincel, que aun con ser de aquellos tiempos me pone admiración. A mi tiempo estaba aún viva una obra suya en la iglesia de San Clemente en Roma con los rostros en escorzo y otras cosas, como pies, que hasta entonces se hacían extendidos; algunos caballos había maravillosos en aquella débil manera de entonces, que él procuraba engrandecer, y otras cosas con suma diligencia hechas. Cierto, Señor, que a veces me detenía mirándolas muchos ratos, y entraba aposta por verlas, aunque muy gastadas del tiempo y vicio de la pared, y que no lo tenia por tiempo perdido.

Alii quoque post hos clari fuere ante nonagesimam olympiadem, sicut Polignotus Thasius, qui primas mulieres lucida veste pinxit, capita earum mitris versicoloribus operuit, plurimunque picturae primus contulit (20). No puedo dejar de acordarme leyendo esto del mantuano Mantegna (21), que fue también de aquellos primeros. Pintó en su patria cosas muy loadas, que hasta su tiempo no se habían visto, unos triunfos aun todavía famosos, y otras cosas diferentes; y en Roma en los aposentos de Belvedere una capilla y unas piezas: cierto acabadísima cosa, mas que iluminación. Empero yo vi de su mano una tablita al temple en casa del señor Alejandro de Médicis, que después fue cardenal y arzobispo de Florencia: contenía a Judit que se disponía a cortar la cabeza al capitán de los asirios, y su sierva vieja, y él durmiendo debajo del pabellón: cierto cosa divina: ella atendía al favor del cielo con resolución de tan gran hazaña. Tenía una veste lucida, como dice Plinio, de azul ultramarino, tan delgada y linuosa, que aunque se hiciera con agua sola, no se pudiera reducir a mayor fineza, mostrando todos los perfiles del desnudo con gracia maravillosa. La vieja atenta a abrir su talega, vestida como lo requería su edad y oficio, y el pabellón atornasolado de una seda, que los italianos llaman tabí, que casi imita nuestro gorgorán, tan propio que parecía verdadera. Era de aquella fineza esta pintura que en sí tenia la manera buena al temple sobre talla, muy semejante en la hermosura del colorido a la buena iluminación, y casi de las postreras obras del temple que hasta entonces se había usado, porque poco después se inventó la manera al ólio [óleo], y dejáronla los más de los pintores que se siguieron. Era de tanto primor esta manera al temple, de tanta limpieza y polideza, que Miguel Ángel Buonarota [Buonarroti] viendo que en su tiempo se dejaba, y se aplicaban a la manera del ólio [óleo], me dicen que el buen viejo casi llorando decía que era muerta la pintura.

Jorgio [ Giorgio ] Vasari Aretino escribió tres tomos de las vidas de los pintores, escultores y arquitectos en italiano, donde largamente trata de ellas y de sus obras, el cual libro no me ha venido a las manos. En esta breve relación digo lo poco que yo he visto y oído de los antiguos viejos que trataron de aquellos tiempos, y no me alargaré más.

Siguieron después de este poco tiempo antes o después Juan Belino (22) en Venecia y otros de su escuela, el cual era pulidísimo y acababa exquisitamente sus cuadros asimismo al temple; no sé si alcanzó al ólio [óleo].

Siguiéronle Pedro Perugino con harto donaire en la pintura, maestro del gran Rafael de Urbino, aventajándose todavía más, añadiendo a la pintura mayores fuerzas, así en brío a las figuras, como en naturalidad a los rostros, y colorido más desenvuelto (23). Muchas veces fui en Roma a la iglesia de San Marcos, en una capilla colateral a la mayor, miraba con harto gusto una historia de su mano, algo ya gastada del tiempo y de la pared salitrosa, donde un sayón degollaba unos mártires, alzaba la mano a un punto, y torcía el cuerpo para darle con mayor fuerza, de tal manera, que se veía en él que no podía errar el golpe; y un estandarte sedas colgado en mitad de la iglesia, con una figura pintada en él de san Marcos Evangelista harto buena, ya con el tiempo abierta la seda por muchas partes.

Fueron en este tiempo un Dominico Guirlandayo [Ghirlandaio] de Florencia, que cuando Miguel Ángel era muchacho le prestaba papeles que copiase, y dibujábalos tan al propio, que le daba los suyos por los otros, sin que se echase de ver que no eran los propios. Sus obras son en Florencia; y en la capilla del papa Sixto IV no sé que historias. En Orvieto, ciudad cerca de Roma, me mostraron una capilla donde había la batalla de los ángeles y demonios, y otras historias maravillosas de buenas: pareciome manera más nueva que la suya.

Por este tiempo debiera de florecer en España Berruguete el viejo, padre de Berruguete, excelente pintor y escultor, imitador de Miguel Ángel Alejo [Alejandro] Hernández (24), que en Sevilla hizo muchas obras, y en Córdoba en el monasterio de San Jerónimo el retablo grande y otros pequeños; y aquel pintor que pintó las sargas, que arriba he referido; y otro pintor español, que en el palacio de Urbino, en un camarino del duque pintó unas cabezas a manera de retratos de hombres famosos, buenas a maravilla.

También en Florencia Filipo de fray Filipo, que adornó el primero el arte con diversidades de trajes, almaizares y otras maneras inventadas, y otras imitando lo antiguo, con que se acrecentó no poco. Pintó en Roma la capilla de aquellos señores Carrafas, ilustrísima familia napolitana.

Dio también gran esplendor al estudio de la pintura el bienaventurado y santísimo varón fray Juan de Fiesole o Fiesulano, de la orden de santo Domingo, cuya excelencia en la pintura ilustrada con la santidad de su vida, mereció que el papa Inocencio le ofreciese el arzobispado de Florencia, y no queriendo en ninguna manera aceptarlo, alcanzó de S.S. [Su Santidad] que lo diese a S. Antonino, grande amigo suyo, que después lo gozó el dicho santo. Vi en unas costras de un encalado de una capilla en palacio, que por agrandar el edificio se derrocó, un rostro de nuestra Señora al fresco, que se pudo salvar, y otras cosillas, y tanto más lo estimo porque el caballero que lo tenia me dijo, que Miguel Ángel se lo había dado, habiéndolo tenido él muchos años, y porque sé que Miguel Ángel celebraba sus obras, sobre todo una manera delicadísima. Vi en Florencia en la iglesia de la Anunciata una tabla pintada al temple, en ella el juicio universal, delicadísima en extremo, y digna de que Pío V la pidiese prestada, y la hiciese copiar a Bartolomé Sprangers Flandrense [Bartholomeus Spranger], con grande y liberal premio. Nombro aquí a éste por ser tan nombrado en el día de hoy por la elegancia de las estampas que corren por todo el mundo de su invención.

Dejo de hacer mención de otros que en la misma arte y en los mismos tiempos florecieron, porque todos tenían casi una misma manera y entre ellos Lucas de Cortona, y por no tener mucha noticia de sus obras. Omnes hi iam illustres, non tamen in quibus haerere expositio debeat, festinans ad lumina artis (25). El primero y principal fue Micael [Miguel Ángel], siguiendo los tiempos de los ya nombrados: fue luz verdaderamente, y lumbre que resplandeció tal, que ilustró la redondez de la tierra, y lo que hoy se halla de bueno, y esta manera tan grandiosa llegó a lo supremo de la posibilidad: lo que la escultura enriquece, de suerte que no solo iguala con la majestad de los antiguos, antes en ciencia y en inteligencia de músculos y proporciones humanas, le lleva muchos pasos de ventaja: lo que ha levantado la arquitectura con más gracia y terribilidad que la de los edificios antiguos de griegos y romanos, todo salió de esta caudalosa fuente tan abundante y milagrosa, que oso decir que fue con particular socorro del cielo. De ninguno asta hoy se ha sabido de que se pueda decir este primado en todas estas tres artes, y en todo tan perfecto, que en cada facultad de por si tiene el principado; y quien no aprendiere de su doctrina en estas facultades, tendrá poco nervio y menos gracia en lo que hiciere.

En lo primero de su mocedad, o por mejor decir de su niñez, labró al temple algunas obras que no parecen, y un S. Francisco que esta en S. Pedro de Montoro [San Pietro in Montorio] en Roma, aunque algunos dicen que es de mano de un cierto Pedro de Argento, discípulo o practicante suyo, la cual obra por ser de aquella manera delicada de los templicistas, en cuyo tiempo se hizo, no es tan mirada. Hizo a instancia de Angelo Policiano en aquellos tiernos años la guerra de los Lapitas y Centauros de medio relieve en mármol, y una cabeza de mármol de un sátiro viejo que reía, y viéndola el magnífico Lorenzo de Médicis hecha por mano de un muchacho y tan buena, dijo riendo: a los sátiros viejos les suele faltar algún diente porque con la risa los descubría todos. Él muy corrido, entendiendo que era reprehensión, le quitó sutilísimamente un diente, y le trajo al jardín por donde solía pasar Lorenzo, y rio infinito la sencillez de Miguel Ángel, y admiró el ingenio en tan tiernos años. Lo tuvo familiarmente y asentó a su mesa, donde solían comer Pico Mirandulano [della Mirandola] o Ángelo Policiano [Poliziano], y otros graves y doctos varones, y a veces él estaba en mejor lugar.

Sacó a luz aquella gran manera hasta entonces no vista en el juicio y bóveda que pintó en la capilla de Sixto V, de donde han tomado grandeza todos los que desde entonces acá han pintado bien. En la bóveda muchos profetas y sibilas y algunas historias del testamento viejo, las cuales, como Rafael de Urbino, que entonces comenzaba a dar muestras de su estudio e ingenio, viese por maña de Bramante, arquitecto del papa julio II, aprovechó de tal manera que sus obras de allí adelante fueron otras con ventaja particular, que mereció también él en su tanto el principado en la pintura.

Pintó, así mismo, Miguel Ángel dos historias en la capilla, que llaman Paulina, la conversión de S. Pablo y el martirio de nuestro padre S. Pedro, que son y serán escuela universal para todos, así los nacidos en Italia, como a los que de remotas gentes y naciones acuden a deprender a Roma.

De las obras de escultura no haré relación entera por no ser de nuestro propósito, aunque de paso haré mención de las de Florencia. La noche, el día, el crepúsculo y la aurora de mármol y demás figuras en los sepulcros de los Médicis, tan celebrados por los poetas de sus tiempos. Cierto que ellas celebran los poetas y los esclarecen, porque el argumento es mayor que puede ser el poema. Y un David mayor que el natural, que allí llaman el gigante de la plaza, y otras figuras que yo no habré visto, y unos prisioneros que llevaron a Francia, remate de toda grandeza. En Roma un Baco, que después se llevó a Florencia, con que engañó al cardenal Riario viejo, encajándosela por antigua.

De hermosura y lindeza de contornos y proporción de miembros es la más hermosa que yo he visto jamás, aunque entren todas las antiguas, nuestra Señora de las Fiebres que esta en el coro de S. Pedro in Vaticano, con su hijo muerto sobre sus rodillas o faldas, que dicen la hizo de edad de dieciocho a veinte años, de mármol blanquísimo, como son las demás figuras, obra divina. Dicen que el duque Valentín, que le amaba y estimaba mucho, le dijo que el rostro de la Virgen le parecía muy fresco para tener hijo tan grande, y que respondió en su lengua, Le cose divine non s’invecchiano mai. Era hombre callado, pero agudísimo y sentencioso en sus razones.

La sepultura del papa Julio II, donde entre otras figuras hay un Moysen [Moisés] asentado, que podemos llamar coloso, labrado divinamente, y tan acabados los pliegues del manto, que la mano halla vacío donde no pudo entrar el hierro. Es de tanta excelencia y vivacidad que si no habla es por no parecer tartamudo. Un Cristo en pie abrazado con la cruz y con las insignias de su pasión, que representa bien quien es.

De otras obras de arquitectura bastará decir la estupenda maravilla nueva de S. Pedro in Vaticano, que espantaría con su grandeza, artificio y hermosura a todas las obras que ha habido en el mundo. En Florencia la librería de San Marcos con tanta excelencia y novedad de ornatos y variedad, que hizo parecer todas las demás hasta su tiempo como miembros adormecidos. La fábrica nueva del capitolio romano, hecha por traza y orden suya, aunque él dejó el cuidado y prosecución a otros: tantas puertas, tantas ventanas con el ornato peregrino y no visto jamás, en el cual se ven enmendados los perfiles de los antiguos, y añadidos los que dan tanta gracia a los demás.

Fue, últimamente, un nuevo sol, nueva luz, nuevo resplandor en estas artes, que las ilustró y crio sobre lo bueno de lo antiguo, lo mejor y lo sobrenatural que pudieron recibir: hinchó y perfeccionó toda la capacidad que tenían.

Síguese Rafael de Urbino, pintor y arquitecto nobilísimo, de quien sería mejor callar que entrar en un océano de sus loores, sin que se descubra puerto ni término a tan larga navegación. Subió tanto en los pocos años que vivió con su nombre y opinión, que bastará decir de él que fue Rafael de Urbino. Añadió a la pintura, juntamente con el crecimiento del dibujo, la mayor gracia que jamás se había visto y creo no se verá. La ternura grande en los niños, el donaire en las mujeres, hábitos, trajes, ornatos con cierta simplicísima hermosura y con hermosísima simplicidad: un decoro grandísimo en las historias que componía, adornadas de edificios y arquitectura que les dan un ser y una majestad que no pudieron acontecer de otra manera, en las cuales entretejía retratos al vivo de los príncipes y hombres ilustres de su tiempo.

Pintó en el palacio Sacro dos corredores de historietas sagradas, con tanta diversidad de grutescos, de animales, de encañados de parras, de jazmines, de otras diferencias de ramas y flores, tan al vivo que lo natural parece en su presencia pintado. Ayudábase en esto de un discípulo suyo que se lio al estudio de estas frescuras e imitación de cosas naturales llamado Juan de Udine; en lo cual se aventajó de manera, que pocos le han llegado. Las uvas y frutas con su flor y rocío: las aves que unas vuelan; y otras volarían, si se levantasen: los animalitos que muestran con la ternura el regalo en que se criaron, y otros en extremo bien hechos. En las salas y piezas pintó de manara historias eclesiásticas y otras que ellas solas se pueden llamar pintura.

En la sala que llaman de Constantino, por estar en ella sus hechos pintados, entre otras cosas aquella gran batalla que tuvo con Maxệncio [Magencio], que agota los entendimientos de quien la mira, casi roba el huelgo y el resuello con la profunda admiración. Las demás historias y pinturas hacen el mismo efecto; y tantas obras que parece imposible a tan corta vida, que dicen no pasó de treinta y tres ó treinta y cuatro años (*). Ya vuestra merced ha visto aquel epitafio hecho por el cardenal Bembo.

Ille. hic. est. Raphael. Timuit quo.

sospite. vinci

Rerum. magna. parens: quo. moriente.

mori

¿Qué diremos de aquel gran cuadro del altar mayor en la iglesia de S. Pedro de Montoro [San Pietro in Montorio] de la Transfiguración que es tenido por el mejor cuadro al óleo que hay en el mundo? Las obrar de que he hecho mención son al fresco sobre la pared; y si hubiera de hacer mención de todas ellas y de lo que en ellas hay que notar, era menester un particular y muy crecido volumen. Una elocución de Constantino, en que cuenta a sus capitanes la visión del signo, que vio, cuya virtud le había de dar victoria: tantas maneras de armas y hábitos militares, insignias, banderas; y para que las figuras mostrasen mayor grandeza, representándolas algo desviadas, pintó un enano en la delantera que se probaba una celada hecha a la antigua y muy bizarra, tan grande, que cualquiera, cuya era había de ser gigante.

Pintó asimismo al fresco otras muchas historias; y sería nunca acabar, querer relatar por partes las grandezas y lindezas de ellas. Pintó muchos cuadros de nuestra Señora, en que mostró juntamente con la gran fuerza del arte lo que puede el pincel representar: modestia virginal y divinidad en rostros humanos. En una iglesia de S. Lucas un cuadro en el altar mayor, donde está S. Lucas retratando a nuestra Señora, que verdaderamente se menea la mano con el pincel y Rafael de Urbino que está atento mirando la obra, retratado de sí mismo al natural, mozo de dieciocho años, los cabellos hasta los hombros, con sayo de puerta, escotado, al traje de nuestros bisabuelos: cosa cierto que excede la imaginación.

Fueron casi de este tiempo Andrea del Sarto en Florencia, cuyas obras a fresco y óleo pueden competir con las mejores. Daniel de Volterra, en quien mostró el estudio lo mucho que puede alcanzar. Perino del Vaga, práctico sobre manera en cualquier requisito del arte. Hay en Roma y Génova ilustres monumentos de sus obras. Francisco Salviati, gran dibujador [dibujante] y pintor, espíritu brioso y magnánimo. Hay muchas obras suyas en Roma y Florencia, en tan gran manera que espanta. Francisco Parmesano, tan galano y vistoso, con tanto donaire en sus figuras que apenas se pueden imitar. Vino a Roma después de Rafael muerto, con tanta maravilla de los que veían sus pinturas, que se decía que Rafael había resucitado.

Antonio de Correggio con tan divina manera, que se pudieran persuadir los hombres que del cielo traía las figuras que pintaba. Resuélvase todo pincel a cederle. Pintó en Parma muchas obras a fresco y ólio [óleo]. En Módena dos cuadros, tales, que son espectáculo particular de todos los hombres que estiman esta arte y otros cuadros.

Sunt et alia ingenii eius exemplaria, veluti Cyclops dormiens in parvula tabella: cuius et sic magnitudinem exprimere cupiens, pinxit iuxta satyros, thyrso pollicem eius metientes (26). Este mismo argumento pintó en Roma en una loggia de la vía de Madama con tanto dibujo y buena manera de colorido Julio Romano, discípulo de Rafael de Urbino, que parece que el arte no se extiende a más. Y si se ha de encarecer la de Timantes por ser hecha in parvula tabella, como dice Plinio, don Julio Clovio de Croacia el más excelente iluminador que jamás se ha conocido, en las horas que iluminó a su amo el cardenal Farnes, que son un milagro prodigioso del arte. Hizo muchísimas figuras divinamente, que sin la solercia de los sátiros, ni de otros adherentes parecen gigantes en el poco lugar que les pueden dar unas pequeñas hojas, y algunas escorzadas con tal ademán, que muestran no ser menores que las otras, y cúbrelas un cuartín, moneda romana, que es como una blanca de las que se usan en España, y aun menos.

Notas

(I) Arias Montano, doctor teólogo, famoso en la interpretación de la escritura sagrada y en el conocimiento de las lenguas hebrea, siria, caldea, griega y latina. murió en Sevilla año de 1595.

(2) Raro discurso en alabanza de la pintura, escrito por el cronista Pedro de Valencia.

(3) Cayo Plinio segundo en su historia de la naturaleza: obra difusa, erudita, y no menos varia que la misma naturaleza.

(I) [4] Plin. Cap.9. lib, 35. hablando de Apolodoro ateniense, pintor famoso, que floreció en la olimpiada XLIII celebra de su mano un sacerdote que está adorando y Ayax abrasado de un rayo, cuya pintura se hacia en su tiempo en Pérgamo.

(2) [5] Zeuxis Heracleontes floreció en la olimpiada XCV. Fue gran pintor y de igual fortuna, y tan arrogante, que en la pintura que hizo del atleta, puso debajo aquel verso; desde allí famoso y célebre en que decía: invisurum aliquem facilius, quam imitaturum. Más fácil será envidiarle que imitarle: no obstante fue notado de que hacia las cabezas y los artejos grandes.

(6) La competencia de Zeuxis con Parrasio es muy célebre en las historias; porque como aquel trajese uvas pintadas tan al natural y con tan buen suceso, que puestas en público volaron las aves a picar en ellas, Parrasio trajo un lienzo pintado, el cual parecía tan verdadero, que Zeuxis hinchado con el juicio de las aves, comenzó a pedir, que levantase el lienzo v mostrase la pintura, y entendido su error, se concedió la victoria con hidalga y noble vergüenza, porque él había engallado las aves, poro Parrasio le habla engallado a él, siendo artífice. Plinio, lib 35. cap. 10.

(7) Habla de Parrasio. Nació en Éfeso: fue el primero que dio simétrica proporción a la pintura y gracia y donaire a los rostros, sutileza y compostura a los cabellos, hermosura a la boca, y fue el que, confesándolo así todos los artífices, se aventajó en el dibujo.

(8) Dibujos de Parrasio en tablas y en pergamino, celebrados por Plinio, cap. 10, lib. 35.

(9) La majestad de Felipe IV hizo colocar en su palacio algunas historias dibujadas de Pablo Verones, y algunos fragmentos de los nadadores del río Arno de mano de Miguel Ángel. El gran almirante de Castilla tiene algunos [dibujos] de Julio Romano; y el marqués del Carpio, no dejándolos de adquirir por ningún precio.

(10) Dos pinturas de Parrasio nobilísimas de dos hoplítides [ hoplitas ] (que son dos hombres armados), que entran en las contiendas: el uno corriendo, de tal suerte, que parecía qué sudaba, y el otro que dejaba las armas, y se mostraba jadeando. Plin. ibid.

(11) Pintó el mismo Parrasio en tablillas figuras menores y lascivas, rehaciéndose en aquel género de pintura y deshonesto juego. Plin. ibid.

(12) Plin. cap. 10, lib. 35, hablando de Timantes, de quien es esta pintura de Ifigenia, hombre de grande ingenio, y según escribe el Volaterrano, floreció en la olimpiada XCV. Celébrale mucho Plinio y otros autores, y en especial Quintiliano para declarar la variedad de los géneros y formas de decir que han tenido los oradores; porque como a Salustio le faltaron palabras para significar dignamente las cosas de Cartago, y lo disimuló con este color retórico de decir, porque de Cartago más vale callar que decir poco. Así a Timantes faltándole afectos de tristeza para el padre; lo disimuló con cubrirle el rostro, porque habiendo pintado en la inmolación y sacrificio de Ifigenia triste a Calcante, y añadiendo más tristes a Ulises y a Menelao, consumidos ya todos los afectos, no hallando más suma tristeza, que pudiese hacer el arte para poder significar dignamente el rostro triste del padre, le cubrió su cabeza y rostro, dando al animo de cada uno el pensar sobre el grado de su tristeza. Quintil lib. II , Orat. Insit. cap. 4.

(13) Puédese traer los retratos antiguos que vi en poder del Sartorello, anticuario en Roma, labrados en marfil, y también lo que dice Ammiano Marcelino de la dalmática.

(14) Plin. lib 35 , cap. 3.

(15) Plin. ibid. El primero que halló colorir las pinturas con teja (como dicen) molida, fue Cleoanfo Corintio.

(16) Inventase el pintar al ólio [óleo] el año de 1410 en Flandes por Juan de Encina, pintor famoso. Nótese aquí la antigüedad que tiene el pintar bien en España.

(17) Alberto Durero, natural de Norimberg, doctísimo pintor, escultor y arquitecto, escribió muchos libros de su facultad: hizo admirables obras con el buril en madera, cobre y hierro. Marco Antonio Boloñés, pintor famoso y entallador, discípulo de Rafael de Urbino.

(18) Plin. Lib. 35, cap. 8.

(19) Plin. ibid. Cimón Cleonio perfeccionó los principios de la pintura y hallo la catagrapha, esto es, las figuras escorzadas.

(20) Plin. Lib. 35, cap. 9. Polignoto Tasio fue el primero que pintó a las mujeres con lucidas vestidura, y cubrió sus cabezas con mitras de muchos colores; y mejoró mucho antes que otro la pintura. Sus obras escriben Plinio, Eliano, y Pausanias lib. XX. Floreció antes de la olimpiada XC.

(21) Andrea Mantegna, natural de Mantuano, gran pintor, noble en sangre y en ingenio, y el primero que corto estampas en Italia. Alberto Durero vino de Germania a Italia solo por ver a Mantegna, y llegó a verle acabado de espirar.

(22) Juan Belino [Giovanni Bellini]dice el Somazo [Lomazzo], que fue maestro de Tiziano.

(23) Fue también de estos tiempos maestre Hoans, que a fresco pintó.

(24) Alexo [Alejo] Herná ndez a Fernández, vivía el año de 1487 en tiempo de los Reyes Católicos. Son de su mano las pinturas del retablo dicho, historias de la vida de Cristo y de la de S. Jerónimo: en la de la Cena dejo firmado su nombre.

(25) Plin. Lib. XXXV, cap. IX.

(*) Vasari dice que cumplió treinta y siete años justos. (26) Plin. Lib. 35 cap. 10.

(26) Plin. Lib. 35, cap. 10.



DISCURSO SOBRE EL TEMPLO DE SALOMÓN ACERCA DEL ORIGEN DE LA PINTURA

Dejando pues discursos aparte, la primera noticia que de la pintura hallo es acerca de Estrabón, libro XXVI de los edificios de Babilonia. Cosa muy sabida es ser después del diluvio universal la primera ciudad, el primer imperio y la primera corte que tuvo la redondez de la tierra, donde comenzaron grandezas y suntuosidades, que hasta ahora viven en la memoria de los hombres; y de las cosas particulares dice: In ea propter lignorum inopiam ex palmaceis trabibus et columnis aedificia faciunt, circum columnas funes extorta stipula confectos ponunt, postea ea illinientes coloribus pingunt portae bituminatae, et aliae sunt tam ipsae, quam domus, quae omnes propter lignorum penuriam fornicantur, &c.

No tenían ni pedreras, ni maderas, porque carecen aquellas regiones de estos materiales: cortaban las mejores palmas más gruesas y rollizas: rodeábanlas de fortísimas cuerdas: illinientis, embetunábanlas con aquellos betunes acomodados y quedaban fuertes y lisas, coloribus pingunt, que pintaban. Como eran trozos de palmas querían que la pintura representase lo que eran, a mi parecer. Encima tintaban alrededor aquellas hojas que hace el cebollo de la palma, a modo de capitel, que después llamaron corintio. En el fuste o scapo pintaban listas de abajo arriba imitación de la orden que dejan señaladas en el tronco las ramas, que unas de aquellas cortezas son inferiores a otras, y así las demás partes de la columna. Esta manera de pintar, a mi parecer, es la que pudo ser principio de lo demás a que se extendió el arte del pintar.

Origen de la columna corintia [Nota al margen]. De este principio se derivó sin duda ninguna el orden de columnas que llamamos corintias. El scapo o fuste fue la palma rodeada y astringida de las cuerdas: el collarín de la columna nació de una vuelta más las mismas cuerdas para que estuviese la atadura mas fuerte abajo, como cosa que había de estar junto al suelo. Dieron más vueltas, y la más ínfima muy más gruesa, como más sujeta a rozarse primero. El betún rehinchía la agudeza de los ángulos, cortando e igualando sobre el cerco de la maroma; y el asiento después, porque le defendiese de los inconvenientes de posar en el mismo suelo, era un cuadro de un ladrillo o de muchos, por no tener piedra; y así hasta el día de hoy se llama el dicho asiento plintion laterculus. El capitel o era formado en trozo de la misma columna o sobrepuesto, formándole con el mismo betún para que la pintura pudiese fingir sus hojas, que servían solamente el todo de ellas a la manera de pencas, como también han usado en las de mármol los antiguos con extrema gracia, como se ve en S. Juan Laterano [de Letrán] en el pórtico del baptisterio: además que habiéndolas cargado con su arquitrabe les añadieron la cornisa, para que echando fuera la lluvia defendiese las columnas de podrirse la madera y cuerdas, aunque el betún las tuviese vestidas y defendidas por su parte de estos daños; y perdóneme Vitruvio, que estos fueron los principios del orden corintio, y no los que él trae de cosas, a mi parecer ridículas.

Calímaco, escultor corintio, añadió el harpar las hojas: una vez como hoja de olivo, como de ordinario se hallan: otra vez como hoja de roble. De la una manera y de la otra se hallan en esta iglesia mayor de Córdoba algunos capiteles antiguos, labrados con excelencia. De aquí con este presupuesto se entenderá muy bien lo que dice en diversas partes la escritura, hablando de la fábrica del templo. Palmarum species operuit tan Cherubim, quam palmas auro. Sculpsit Cherubim et palmas ante facientes pictura palmarum. Y requería esta materia tratado más particular, porque hay bien que decir, así en éstos como en otros lugares, y este de Jeremías: Quia lignum de saltu praecindit opus manus artificis in ascia. Argento et auro decoravit illud: clavis et maleis compegit ut non dissolvatur. In similitudinem palmae fabricata sunt, &c. Son, como quien dice, sus imagines y dioses, como un pilar que no se mueve sino le mueven, y llámale palma, porque este vocablo fue el primero que tuvo la columna, y aunque después se fabricaron de mármol se le quedó el mismo nombre. Josefo, Antiq. 8 cap. 5. de la Regia de Salomón, Cuius pulchritudo tribus ordinibus opere intexta Asyrio, que como allá comenzó la arquitectura, quedó con los mismos términos, como si dijésemos tres órdenes de corredores de obra corintia.

Paréceme que si ciertos amigos, que hicieron unos comentarios sobre algunos libros de la escritura, hubieran dado en este lugar, ahorrarán algunos años de trabajo que tuvieron bien grandes. A este propósito pregunto ¿Qué es la causa que Vitruvio en sus libros de arquitectura no trata de las columnas torcidas, ni pone la razón de ellas, y Jácome de Vígnola, que escribió en nuestros tiempos, ser el primero que les haya dado regla? ¿Responderíase a esto por ventura no ser antigua cosa, ni de aquel tiempo, ni haberlas él hallado en los ilustres edificios de que hace mención? Que no sean de aquel tiempo, lo contrario se ve en la labor y elegancia de ellas y antigüedad, y en la común opinión de los hombres. Dícese y tiénese por cierto ser algunos despojos del templo de Jerusalén o de otra alguna fábrica de aquella ciudad, que fueron traídos de allí en la guerra del emperador Tito, y lo confirma una de ellas que está en la iglesia de S. Pedro en Roma, cercada de una bien cerrada reja de hierro, que tiene virtud milagrosa de expeler los malos espíritus de los hombres, llegándose a ella, la cual virtud se le quedó desde que nuestro señor Jesucristo se arrimó a ella predicando al pueblo. La columna y la reja son muy antiguas a la virtud manifiesta. Demás que algunas de estas columnas (aunque todas de buena ley) que están en la dicha iglesia son tan hermosamente labradas, que arguyen el cuerpo de la obra, haber sido edificio insigne; y aunque se pueden llamar corintias, tienen no sé que de extrañeza, y en los miembros de peregrino, estriadas el ínfimo tercio y de arriba vestidas de yedras, trepando por ellas algunos niños vestidos, alados y otros animalejos, si mal no me acuerdo.

Supuestas estas razones, que son las columnas antiguas y muy antiguas de los tiempos floridos, y su escultura lo muestra, y que Vitruvio no hace de ellas mención, ni otro alguno de los antiguos escritores, me hace entender que los asirios escultores y los de las otras naciones de la grande Asia, que aprendieron de ellos, considerando este principio, deducido de las columnas de palmas, como viesen que las tales columnas con el gran peso del edificio, y no siendo su materia tal que pudiese henderse o quebrarse, se corbasen [curvasen] a un lado y a otro, ordenaron después esta hermosísima manera de columnas, reduciendo lo que en sus principios era vicio, con artificiosa lindeza a fingirlas de esta suerte, que Vitruvio solamente observó la manera de los griegos, o no vio los edificios donde estaban puestas, o no entendió el modo de sacarlas torcidas.

No nos da Estrabón más lumbre en cosa tan ciega, porque su argumento era diferente. De creer es que si comenzó por imitación de palmas, que pasaría a figuras humanas, o que de figuras humanas se acomodase a imitar ramas, hojas y otras naturales cosas. Y siendo cierto que primero tuvieron imperio los asirios que hubiese reino en Egipto, no seria alejarse mucho de buena conjetura imaginar que los egipcios la tuviesen de los asirios, ni tampoco es tan gran disparate, como a Plinio le parece, decir que los egipcios, que seis mil años antes que los griegos tuvieron ellos pintura, si conforme a lo que tengo dicho comenzaron con los asirios, y los años que ellos decían eran, según su cuenta, de cuatro a seis meses, remítome a la buena razón de los tiempos.

Parece, según esto, que los principios de este arte fueron estos, no con más certidumbre que la conjetura y consideración nos puede dar. Más cierto es el fin que tuvo y en qué tiempo. En su tiempo, dice Plinio: Hactenus dictum sit de dignitate artis morientis. Dice morientis, aun no del todo ya muerta. Vese que se entretuvo algunos años después de Plinio, porque en las termas dioclecianas en mi tiempo, en un nicho grande, como ellos llaman, estaba en la media naranja de pintura una gran figura asentada y otras a los lados en pie, y aun una de ellas desnuda; y aunque con el mucho tiempo y ruinas maltratada, se conocía mucho bueno en ellas, principalmente en los perfiles que se descubrían más. Los frailes cartujos, que tienen allí su convento, hicieron en aquellas paredes un alhorí (*) [Nota al margen: Un granero o alfolí], y así no se pueden ahora ver sino con dificultad.

Asimismo, junto al monasterio de S. Juan y Paulo en una viña, que dicen, por rastros y señales, haber sido la casa de santa Constancia, hija de Constantino magno, hay muchas ruinas y algunas bóvedas, y en una de ellas había de pintura algunos grutescos (cierta especie de pintura, dicha así por hallarse en las grutas de las ruinas de Roma), los cuales mostraban arte y buena manera, y principalmente una historia en medio de la bóveda, que un caballero cortó y arrancó de la bóveda y la puso en un cuadro en su casa, que después se perdió por quererla barnizar para que saliesen las figuras.

Demás de las cuales se ven hoy en aquel templo que llaman de Baco, junto a la iglesia de santa Inés, vía Nomentana, mucha parte de bóveda de cimborio, labradas de mosaico; algunas historias que no dejan de tener, para ser de aquella labor, buena parte de dibujo y manera, hechas en tiempo de Juliano el apóstata, el cual restauró (mas no con la grandeza y ornato que debiera tener primero el dicho templo) para sepultar en él a su mujer Helia Augusta, hermana de santa Constancia, donde también yacía la misma santa en una tumba harto preciosa de pórfido, labrada una a modo de Parca y unos niños y otras cosas en ella que andan en estampa.


POEMA DE LA PINTURA

LIBRO PRIMERO

[Las indicaciones (*) corresponden a notas al margen, y se incluyen al final de cada estrofa]

Mueve al alma un deseo que la inclina

A seguir desigual atrevimiento:

Ardor, que nos parece ser divina

Inspiración, de pretendido intento:

Si el despierto vigor, donde se afina

En mí avivase el fugitivo aliento,

Diría el artificio soberano

Sin par, do llegar pudo estudio humano.



¿Cuál principio conviene a la noble arte?

¿El dibujo, que él solo representa

Con vivas líneas que redobla, y parte

Cuanto el aire, la tierra y mar sustenta?

¿El concierto de músculos, y parte

Que a la invención las fuerzas acrecienta?

¿El bello colorido, y los mejores

Modos con que florece? ¿O los colores?



Comenzaré de aquí, pintor del mundo

Que del confuso caos tenebroso

Sacaste en el primero y el segundo

Hasta el último día del reposo

A luz la faz alegre del profundo;

Y el celestial asiento luminoso

Con tanto resplandor y hermosura

De varia y perfectísima pintura,



Con que tan lejos del concierto humano

Se adorna el cielo de purpúreas tintas,

Y el translúcido esmalte soberano,

Con inflamadas luces y distintas:

Muestras tu diestra y poderosa mano

Cuando con tanta maravilla pintas

Los grandes signos del etéreo claustro

De la parte del Élice y del Austro.



Al ufano pabón alas y falda

De oro bordaste y de matiz divino,

Do vive el rosicler, do la esmeralda

Reluce, y el zafiro alegre y fino:

Al fiero pardo la listada espalda,

La piel al tigre en modo peregrino;

Y la tierra amenísima, que esmalta

El lirio y rosa, el amaranto y calta.



Todo fiero animal por ti vestido

Va diverso en color del vano velo:

Todo volante género atrevido,

Que el aire y niebla hiende en presto vuelo:

Los que cortan el mar, y el que tendido

Su cuerpo arrastra en el materno suelo:

De ti, mi inculto ingenio, enfermo y poco,

Fuerzas alcance: yo a ti solo invoco.



Un mundo en breve forma reducido,

Propio retrato de la mente eterna,

Hizo Dios, que es el hombre, ya escogido

Morador de su regia sempiterna;

Y la aura simple de inmortal sentido

Inspiró dentro en la mansión interna;

Que la exterior parte avive y mueva

Los miembros fríos de la imagen nueva.



Vistiólo de una ropa que compuso

En extremo bien hecha y ajustada,

De un color hermosísimo, confuso,

Que entre blanco se muestre colorada.

Como si alguno entre azucenas puso

La rosa, en bella confusión mezclada;

O del indio marfil trasflora y pinta

La limpia tez con la sidonia tinta (*)

(*) Aquí faltan versos



Primero romperás lo menos duro (*)

De este arte, poco a poco conquistando:

Procura un orden, por el cual seguro

Por sus términos vayas caminando.

Comienza de un perfil sencillo y puro

Por los ojos y partes figurando

La faz. Ni me desplugo de este modo

Un tiempo linear el cuerpo todo.

(*) Principios.



Un día y otro día, y el continuo (*)

Trabajo hace prático y despierto;

Y después que tendrás seguro el tino

Con el estilo firme y pulso cierto

No cures atajar luengo camino,

Ni por allí te engañe cerca el puerto:

Vean que el deseado fin consigas

Pereza y confianzas enemigas.



Así la universal naturaleza

Cuantos produce al esplendor del cielo

No primero los arma de firmeza,

Ni con osado pie huellan el suelo,

Que el sabor de la leche y la terneza

Funde y condensa del corpóreo velo,

Y como va creciendo el alimento

Refuerza con igual mantenimiento,



Hasta que ya crecida, llega al punto

Adulta edad, de más perfeto estado:

El sustento dispone y dalo junto

Al cuerpo y al vigor acomodado:

No quieras adornar más tu trasunto

De lo que conviniere al primer grado,

Que Cuanto, más en él te detuvieres,

Irás más pronto al otro a que subieres.



Ya que la aura segunda de la suerte

Descubre en tu favor felice agüero,

No puede según esto sucederte

¡Menos el resto que el sudor primero;

Por ende con ahínco anteponerte

Pretende entre los otros delantero,

Llevando siempre, y vencerás, por guía

La libre obstinación de tu porfía.



La elegancia y la suerte graciosa (*)

Con que el diseño sube al sumo grado

No pienses descubrirla en otra cosa,

Aunque industria acrecientes y cuidado,

Que en aquella excelente obra espantosa,(**)

Mayor de cuantas se han jamás pintado,

Que hizo el Buonarota de su mano

Divina en el Etrusco Vaticano.

(*) Dibujo

(**) El juicio universal de Miguel Ángel



Cual nuevo Prometeo en alto vuelo

Alzándose, extendió las alas tanto,

Que puesto encima el estrellado cielo

Una parte alcanzó del fuego santo;

Con que tornando enriquecido al suelo,

Con nueva maravilla y nuevo espanto,

Dio vida con eternos resplandores

A mármoles, a bronces, a colores.



Era perpetua noche y sombra oscura

La ignorancia, que tanto ocupa y tiene,

Cuando con llama relumbrante y pura

Esta luz clara se aparece y viene:

Vistióse de vista hermosura

El siglo inculto y rudo, á quien conviene (*)

Con título vencer debido y justo

La fortuna edad del gran Augusto.

(*) El tiempo de Carlos V.



¡O más que mortal hombre, ángel divino!

¿O cuál te nombraré? No humano cierto

Es tu ser, que del cerco impíreo vino

Al estilo y pincel, vida y concierto.

Tú mostraste a los hombres el camino

Por mil edades escondido, incierto

De la reina virtud: a ti se debe

Honra, que en cierto día el sol renueve.(*)

(*) Faltan aquí muchas octavas.



Será entre todos el pincel primero (*)

En su cañón atado y recogido

Del blando pelo del silvestre vero

(El bélgico es mejor y en más tenido):

Sedas el jabalí cerdoso y fiero (**)

Parejas ha de dar el mas crecido:

Será grande o mayor, según que fuere

Formado a la ocasión que se ofreciere.

(*) Pinceles.

(**) Brochas.



Un junco, que tendrá ligero y firme (*)

Entre dos cielos la sinestra mano

Donde el pulso incierto en el pintar se afirme,

y el teñido pincel vacile en vano:

De aquellos que cargó de Tierra-firme

Entre oro y perlas navegante ufano

De ébano ó de marfil, asta que se entre (**)

Por el cañón, hasta que el pelo encuentre.

(*) Tiento.

(**) Tablilla.



Demás de un tabloncillo relumbrante

Del árbol bello de la tierna pera,

O de aquel otro, que del triste amante

Imitare el color en su madera:

Abierto por la parte de delante,

Do salgas el grueso dedo por de fuera:

En él asentarás por sus tenores

La variedad y mezcla de colores.



Un pórfido cuadro, llano y liso, (*)

Tal que en su tez te mires limpia y clara,

Donde podrás con no pequeño aviso

Trillarlos en sutil mistura y rara:

De tres piernas la máquina de aliso (**)

De una a otra poco más que vara,

Las clavijas pondrás en sus encajes,

Donde a tu mano el cuadro alces o bajes.

(*) Atlas de los pinceles.

(**) Caballete.



De macizo nogal sazonado (*)

Derecha regla que el perfil cuadra:

Tendrás también de acero bien labrado (**)

(No faltará ocasión) la justa escuadra,

Y el compás de redondo fiel trabado (***)

A quien el propio nombre al justo cuadra,

Que abriéndose o cerrando no se asienta

El salto donde el paso más se aumenta

(*) Regla.

(**) Escuadra.

(***) Compás.



De más de esto un cuchillo acomodado (*)

De sus perdidos filos ya desnudo,

Que incorpore el color; y otro delgado

Que corte sin sentir fino y agudo (**)

Los despojos del pájaro sagrado,

Cuya voz oportuna tanto pudo

De la tarpea roca en la defensa,

Cuando tenerla el fiero gallo piensa.

(*) Cuchillo para templar colores.

(**) Otro agudo.



Sea argentada concha, do el tesoro (*)

Creció del mar en el extremo seno,

La que guarde el carmín y guardé el oro

El verde, el blanco y el azul sereno:

Un ancho vaso de metal sonoro

De frescas ondas transparentes lleno,

Do molidos a olio [óleo] en blando frío

Del calor los defienda y del estío.

(*) Colores en sus conchas dentro y fuera del agua.



Una ampolla de vidrio cristalina, (*)

Que el perfeto barniz guarde, distinta

De otra, do se conserva, y do se afina

Olio, con que mas cómodo se pinta: (**)

Con estas otra que á la par destina (***)

A la letra y dibujo, oscura tinta,

De caparrosa hecha, agalla y goma

Con el licor que da la fértil soma.

(*) Barniz.

(**) Aceite.

(***) Tinta.



Tiene la eternidad ilustre asiento

En este humor por siglos infinitos:

No en el oro, o el bronce, ni ornamento

Parió, ni en los colores exquisitos:

La vaga fama con robusto aliento

En él esparce los canoros gritos,

Con que celebra las famosas lides

Desde la India a la ciudad de Alcides.



¿Qué fuera (si bien fue segura estrella

Y el hado en su favor constante y cierto)

Con la soberbia sepultura y bella

De las cenizas del esposo muerto

La magnánima reina? ¿Si en aquella

Noche oscura de olvido y desconcierto

La tinta la dejara, y los loores

De versos y eruditos escritores?


Los soberbios alcázares alzados

En los latinos montes hasta el cielo,

Anfiteatros y arcos levantados

De poderosa mano y noble celo,

Por tierra desparcidos y asolados,

Son polvo ya, que cubre el yermo suelo:

De su grandeza apenas la memoria

Vive, y el nombre de pasada gloria.



De Príamo infelice solo un día

Deshizo el reino tan temido y fuerte:

Crece la inculta yerba, do crecía

La gran ciudad gobierno y alta suerte:

Viene espantosa con igual porfía

A los hombres y mármoles la muerte:

Llega el fin postrimero, y el olvido

Cubre en oscuro seno cuanto ha sido.



Humo envuelto en las nieblas, sombra vana

Somos; que aún no bien vista desparece:

Breve suma de números que allana

La parca, cuando multiplica y crece:

Tirana suerte en condición humana

Que con nuestros despojos enriquece.

Deuda cierta nacemos y tributo

Al gran tesoro del hambriento Pluto.



Todo se anega en el Estigio lago:

Oro esquivo, nobleza, ilustres hechos.

El ancho imperio de la gran Cartago

Tuvo su fin con los soberbios techos:

Sus fuertes muros de espantoso estrago

Sepultados encierra en sí y deshechos

El espacioso puerto, donde suena

Ahora el mar en la desierta arena.



Espantoso su nombre fue, espantoso

El hierro agudo a la ciudad de Marte;

Ella lo sabe, y Trasimeno undoso,

Que en su sangre hirvió de parte a parte:

Caverna ahora del león velloso,

Do áspid sorda y cerasta se reparte,

A do no humano acento, más bramidos

De fieras resonantes son oídos.



Vos sentísteis también, menos amigos,

Los tristes hados con discurso extraño,

No tanto por los golpes enemigos,

Mas por vuestro valor último daño,

¡O Numancia! ¡o Sagunto! que testigos

Ahora sois de humano desengaño

Caísteis, mas quitó vuestra venganza

Al vencedor la palma y la esperanza.



¡Que muncho si la edad hambrienta lleva

Las peñas enriscadas, y subidas,

El fiero diente, y su crueza ceba

De piedras arrancadas y esparcidas!

Las altas torres con extraña prueba

Al tiempo rinden las eternas vidas:

Hiéndese y abre el duro lado en tanto

El mármol liso, el simulacro santo.



Del gran Señor la omnipotente mano,

Que las ruedas formó del ancho mundo,

Y cuanto adorna el pavimento humano,

Y el mar, y cuanto esconde en el profundo,

No vemos que refrena, o va a la mano

De la natura el gran poder segundo,

pues todo cuanto a luz sacar le place

Acaba, y con morir su curso hace.



¿Cuántas obras la tierra avara esconde.

Que ya ceniza y polvo las contemplo?

¿Dónde el bronce labrado y oro? ¿Y dónde

Atrios y gradas del asirio templo,

Al cual de otro gran rey nunca responde

De alta memoria peregrino ejemplo?

Solo el decoro que el ingenio adquiere

Se libra del morir, o se difiere.



No creo que otro fuese el sacro rio

Que al vencedor Aquiles, y ligero

Le hizo el cuerpo con fatal rocío

Impenetrable al homicida acero,

Que aquella trompa y sonoroso brío

Del claro verso del eterno Homero,

Que viviendo en la boca de la gente

Ataja de los siglos la corriente.



Como se opuso con igual aliento

El verso grande de Marón divino,

Cuando con paso audaz de ilustre intento

De la áurea eternidad halló camino:

Puso en el trono del purpúreo asiento

La noble tinta del poeta Andino

Al magnánimo Eneas, no el inico [sic]

Pasaje, y la creciente de Numico.



LIBRO II


Y aunque en la proporción generalmente (*)

De los antiguos muchos difirieron,

Una intento seguir, la más corriente,

Que en las mayores obras eligieron:

Yo la vi y observé en aquella fuente

De perenne saber, de do salieron

Nobles memorias, de valiente mano,

Que ornan la alta Tarpeya y Vaticano.

(*) Simetría del Hombre.



Del alto de la frente, do el cabello

Se comienza a espesar obscurecido,

Hasta donde adornado de su bello

El perfil de la barba es más crecido,

Y do más bajo se avecina al cuello

En tres partes iguales dividido,

La medida será con que midieres

Grande o pequeña imagen que hicieres.(*)

(*) Aquí faltan octavas.



El estudio no menos y el cuidado (*)

Que pusiste en humanas proporciones,

A cualquier animal representado

Aplicarás por partes y razones:

Al corzo ligerísimo, al venado,

Pero en particular a los leones

Con fuerte garra y con lanudas crines,

Y cierta ley de rigurosos fines.

(*) Simetría de los animales.



El hermoso lebrel, el crudo alano,

Pintado ser de grande ornato hallo:

El jabalí espumoso, el tigre hircano,

Y otros en grande número, que callo:

Mas sobre todos ten siempre a la mano

El bizarro dibujo del caballo,

Con que tanto enriquece la pintura

El aliento, caudal y hermosura.



Muchos hay que la fama ilustre y nombre

Por estudio más alto ennobleciera

Con obras famosísimas, del nombre

Explica el artificio y la manera:

Solo el caballo les dará renombre

Y gloria en la presente y venidera

Edad, pasando del dibujo esquivo

A descubrirnos cuanto muestra el vivo.



Que parezca en el aire y movimiento

La generosa raza, do ha venido,

Salga con altivez y atrevimiento,

Vivo en la vista, en la cerviz erguido:

Estribe firme el brazo en duro asiento

Con el pie resonante y atrevido,

Animoso, insolente, libre, ufano,

Sin temer el horror de estruendo vano.



Brioso el alto cuello y enarcado

Con la cabeza descarnada y viva:

Llenas las cuencas, ancho y dilatado

El bello espacio de la frente altiva:

Breve el vientre rollizo, no pesado,

Ni caído de lados, y que aviva

Los ojos eminentes: las orejas

Altas sin derramarlas y parejas.



Bulla hinchado el fervoroso pecho,

Con los músculos fuertes y carnosos:

Hondo el canal, dividirá derecho

Los gruesos cuartos limpios y hermosos:

Llena la anca y crecida, largo el trecho

De la cola y cabellos desdeñosos:

Ancho el hueso del brazo y descarnado:

El casco negro, liso y acopado.



Parezca que desdeña ser postrero,

Si acaso caminando, ignota puente

Se le opone al encuentro; y delantero

Preceda a todo, al escuadrón siguiente

Seguro, osado, denodado y fiero,

No dude de arrojarse a la corriente

Rauda, que con las ondas retorcidas

Resuena en las riberas combatidas.



Si de lejos al arma dio el aliento

Ronco la trompa militar de Marte,

De repente estremece un movimiento

Los miembros, sin parar en una parte:

Crece el resuello, y recogido en viento

Por la abierta nariz ardiendo parte:

Arroja por el cuello levantado

El cerdoso cabello al diestro lado.



Tal las sueltas madejas extendías

De la fiera cerviz con fiero asalto,

Cuando con los relinchos encendías

El aire y blanca nieve, a Pelio [Pelión] alto:

Las matas mas cerradas esparcías

Al vago viento igual de salto en salto,

En el encuentro de tu ninfa bella

Saturno volador delante de ella.



Tal el gallardo Cílaro iba en suma,

Y los de Marte atroz iban, y tales.

Fuego espiraba la albicante espuma

De los sangrientos frenos y bozales:

Tal con el tremolar de Libia pluma

Volaban por los campos desiguales

Con ánimos y pechos varoniles

Los del carro feroz del grande Aquiles;



A los cuales excede en hermosura

El cisne volador del Señor mío,*

Que la vitoria cierta se asegura

De otro cualquiera en gentileza y brío.

Va delante a la nieve helada y pura

En color, y en correr al Euro frío;

Y a cuantos en su verso culto admira

La ronca voz de la Pelasga lira.

(*) Es don Pedro Fernández de Córdoba y Aguilar tercer Marqués de Priego, con quien tuvo estrecha amistad Pablo de Céspedes, y cuya casa se señaló por la mejor casta de caballos, que regalaba a sus reyes. [Nota de Ceán a pie de página]



Salve, gran madre, a quien dichoso parto

Digno engrandece de corona y cetro,

Cuyo esplendor se extiende y crece, harto

Más vivo y puro que el diurno Electro:

Rendido el Persa, el Agareno y Partho

A su valor con sonoroso plectro,

Si el cielo tiene aun quien venza y quiebre

De Smirna y Roma el presumir celebre.



Cuales en torno al carro levantado

De uncidos ferocísimos leones

Van al abrigo del materno lado

De estrellas los ardientes escuadrones:

No menor gozo tienta el pecho amado

Ver tú salir de ti tales varones,

Cuya virtud, cual el celeste fuego

Reluce, y más el gran marqués de Priego.



Este, por quien de gloria coronada

Viste de eterno honor mil ornamentos

Córdoba, de laureles adornada

Y de palmas sus altos fundamentos:

Luz de su ilustre patria levantada

Encima a cualesquier merecimientos;

Y es bien razón que en serlo de ella sea

De cuanto alumbra el sol, y el mar rodea.



Y si tú, grave cítara, pretendes

Seguir este subido heroico intento,

Y el valor celebrar, ¿dónde te enciendes

Tanto, y alzar tu voz al claro asiento?

No consienten tus fuerzas lo que emprendes,

Que pocas son, y el ya cansado aliento.

Vuelve, vuelve y conoce la carrera,

Que ya tomaste, a proseguir primera.



Si enseñarte pudiese los concetos (*)

Escritos, y la voz presente y viva,

Los primores abriera y los secretos

Que encierra en sí la docta prospetiva:

Como extendidos por el aire y retos

los rayos salen de la vista esquiva,

Como al término llegan de su intento,

Do paran, como en basa y fundamento.

(*) Perspectiva.



Osaré confesar que alguna parte

EL contino trabajo alcanzar puede,

Por gastar largo tiempo en aquesta arte,

Y la esperanza audaz, que al fin sucede:

De mirar dónde acaba y dónde parte

El corte de las líneas, y do quede

Señalado el escorzo, con certeza

En breve forma y con mayor belleza.



Acórtase por esto y se retira (*)

El perfil, que a los miembros ciñe y parte,

Asimismo escondiéndose a la mira

Y desmiente a la vista una gran parte:

Donde una gracia se descubre y mira

Tan alta, que parece, que allí la arte,

O no alcanza de corta, o se adelanta

Sobre todo artificio, o se levanta.

(*) Escorzo.



Esto llaman escorzo introducido,

Que en la habla común se entienda y nombre,

De tierras extranjeras conducido,

Trajo con la arte misma el mismo nombre:

Hora pues ni el trabajo conocido

Tal vez te haga acobardar ni asombre,

Ni la dificultad severa pueda

Romperte el paso a la sublime rueda.



¿Qué diré de la tabla que desvía

El fulminante brazo y los colores?

Vivo parece y viva fuerza envía

El golpe entre fingidos resplandores,

Al cual se rindió la Asia y la porfía

De los Parthos huyendo vencedores;

Y la pintura tan subida y nueva,

Que con relinchos su caballo aprueba.



Bien hay donde extender la blanda vela,

Por ancho campo, donde el fin no es cierto,

Y traer mil precetos que la escuela

Tuvo de los antiguos y concierto;

Mas mientras la intención más se desvela

Más cerca pido el deseado puerto:

Con todo descubrir el fin se debe

Del camino más fácil y más breve.



Y para mayor luz sabrás, que hay una (*)

Industria, con que muchos han obrado,

Y acudiendo el favor de la fortuna

Y el suceso al estudio y al cuidado:

Sus pinturas ilustres una a una

Las colocaron en tan alto grado

Tan firmes, que la fuerza no ha podido

Del tiempo obscurecerlas, ni el olvido.

(*) Cuadrícula



Harás de cuatro listas bien labradas,

Que entre sí puedan encajarse, un cuadro,

Y por iguales trechos señaladas

A la redonda sean del recuadro:

De señal a señal atravesadas

Vayan las hebras a encontrarse en cuadro;

Cual el vario ajedrez suele mostrarse

Y de ébano y marfil diferenciase.



Podrás como quisieres la figura

En tabla o en papel representarla,

En la cual se descubra en la escultura

Un movimiento vivo en que mirarla:

De suerte la acomoda en la postura,

Que habrás después con tintas de pintarla,

Si aspira el noble pecho a la alta gloria,

Que da de en siglo a siglo la memoria.



El ya dicho instrumento en medio puesto

De esta figura y de tu opuesta vista

La membrana o papel tendrás dispuesto,

Do tu dibujo con razón consista:

Un trazo suba por derecho enhiesto,

Y corra por través la ciega lista

Con otros tantos cuadros y señales,

Todas al justo, o todas desiguales;



Y luego mirarás por donde pasa

Cierto el contorno de la bella idea,

De rincón en rincón, de casa en casa

e aquella red que contrapuesta sea:

tus cuadrados los perfiles casa

Con oscura(*) ematite [sic], do se vea

El escorzo tan con efeto,

Igual en todo al imitado objeto.

(*) Lápiz negro.



Y pues ya sale y resplandece y dora (*)

Con belleza de luz del nuevo día,

El cielo oscuro, la florida aurora,

Y alza la faz rosada a la aura fría:

A vos llamo, y a vos convoco ahora,

Ilustre y animosa compañía,

Que conmigo entendido aquella parte

Habéis de los principios de parte aquesta arte.

(*) El colorido.



¿Mas qué me canso de pintar, si al vivo

Desfallece el matiz y a pena llega?

¿Si con humilde ingenio lo que escribo

Mal el verso declara, o mal despliega?

Del natural pretende alto motivo

Seguir, que a solo estudio no se entrega:

Del natural recoge los despojos

De lo que pueden alcanzar tus ojos.



Busca en el natural, y (si supieres

Buscarlo) hallarás cuanto buscares:

No te canse mirarlo, y lo que vieres

Conserva en los diseños que sacares.

En la honrosa ocasión y menesteres

Te alegrará el provecho que hallares;

Y con vivos colores resucita

El vivo que el pincel, e ingenio imita.



No me atrevo a decir, ni me prometo

Todas las bellas partes requeridas

Hallarse de contino en un sujeto,

Todas veces sin falta recogidas;

Aunque las cría sin ningún defeto

(A todas en belleza preteridas)

Naturaleza: tú entresaca el modo, (*)

Y de partes perfetas haz un todo.

(*) Belleza.



En el silencio oscuro su belleza, (*)

Desnuda de afeitadas fantasías,

Le descubre al pintor naturaleza

Por tantos modos y por tantas vías,

Para que el arte atienda a su lindeza

Con nuevo ardor, cuando en las cumbres fría

La luna enviste blanca, y en cabello

Al pastorcillo desdeñoso y bello.

(*) Imágenes de fantasía.



Las frescas espeluncas ascondidas

De arboredos silvestres y sombríos,

Los sacros bosques, selvas entendidas

Entre corrientes de cerúleos ríos,

Vivos lagos y perlas esparcidas

Entre esmeraldas y jacintos fríos

Contemple, y la memoria entretenida

De varias cosas quede enriquecida.



Si dispusiese el soberano cielo (*),

Cuyo imperio corrige y la ley gobierna

Cuanto a luz manifiesta el ancho suelo,

Y el estado mortal siguiendo alterna,

Que después que de vuelta el leve vuelo

Del tiempo, que consume y desgobierna

Cuanto produce y cría el universo,

Viviese la memoria de mi verso:

(*) Conclusión.



Será quizá que entre otros desvaríos

En que dan los que aquesta humana senda

huellan, mirase los precetos míos

Uno que alzarse a la virtud pretenda;

Y añadiendo al cuidado nuevos bríos (*)

Levantar a su antiguo honor emprenda

Vista arte ya perdida y desechada,

Sin honra en el olvido sepultada.

(*) Simetría del caballo.



¿Cómo? ¿No puede ser? Un tiempo estuvo

(Y pasaron mil años) ascondida

En tanto que la niebla escura tuvo

De la ignorancia la virtud sin vida,

Hasta que aventajada mente hubo

Quien la ensalzó do ahora está subida;

Mas (como todas cosas) nunca puede

Firmarse donde permanezca y quede.



No asienta en nada el pie, ni permanece

Cosa jamás criada en un estado:

Este hermoso sol que resplandece,

Y el coro de los astros levantado,

El vago aire y sonante, y cuanto crece

En la tierra y el mar de tirado en grado

Mueven como ellos, cambian vez y asientos,

Y revuelven los grandes elementos.



CARTA SOBRE LA PINTURA A FRANCISCO PACHECO. AÑO DE 1608.

(* Duración de la pintura.) Plinio refiere de algunas pinturas de un templo de la ciudad de Ardea, que fueron más antiguas que Roma, y que estando sin techo a cabo de tan luengo tiempo parecían nuevas y recien pintadas. También en Lanubio, ciudad no lejos de Roma, estaba Atlante y Elena, pintados desnudos de excelentísima forma y se mantenían frescas, aunque el templo estaba arruinado..............

Fabio, ilustrísimo romano, el primero que dio sobrenombre de pintores a sus descendientes, pintó el templo de la Salud en Roma, y sus pinturas duraron cuatrocientos y cincuenta años hasta el imperio de Claudio, en que se acabaron en un incendio y nos acordamos de ellas. Y no me maravillo que durase tanto si estaba en tabla y al temple bien labrada, porque yo he visto alguna de Cimabué bien conservada que ha casi los mesmos años. Y otra pintura del tiempo del Petrarca a fresco, harto bien tratada. Demás de esto una figura o historia dibuada en piedra con el dibujo del pintor, abierta por quien sepa cortar la piedra, será tan durable como la mesma piedra, y lo formado en ella le dará el valor que no tiene la materia. Algunos piensan que es nuevo el retocar la escultura y pintar sobre piedra, pues dice Plinio que preguntando a Praxíteles que obras suyas de mármol aprobaba, respondía que aquellas en quienes Nicias, famoso pintor, habia puesto la mano. Tanto atribuía a su pintura. De suerte que Nicias pintaba o retocaba la escultura de Praxíteles. Después pasó a los romanos la invención de pintar sobre piedra, y se halló en el principado de Claudio..........

(* Pintura de azulejos.) Tal suerte de pintura vi yo en el estudio de Tomaso del Caballero, ilustre de romano, en un vaso antiguo de barro, bien grande, labrado el vientre de follajes, y alrededor del cuello estaba Troya en figura de una grave matrona y puestos por orden aquellos héroes que asistieron en aquella guerra, con unas letras griegas en que cada uno tenia su nombre....

(* Pintura al temple.) Para que fuesen las pinturas de aquellos tiempos a temple es menester saber que había dos suertes de colores. unas floridas y otras austeras (I). Las floridas era obligado a dar al pintor el señor de la obra, por ser muy costosas. Las austeras ponía el pintor de su casa. Entre las floridas entraba el minio, color de muy gran precio, que corresponde a nuestro bermellón, excepto que era aquel natural y el nuestro es artificial. Dice, pues, Plinio que para hurtar del minio el pintor, aunque estuviese el dueño presente, que hartaba bien de minio el pincel, y luego lo lavaba en la maceta del agua, como que hubiese de tomar otro color con el mismo pincel, y a muchas de estas hallaba el minio asentado en el fondo de donde le cogía después.

También parece poderse inferir que las obras excelentísimas de Apeles y de los otros valientes pintores, que cada una de ellas valía todas las riquezas de una ciudad, se hicieron con cuatro colores solos (2): de los colores blancos, con sólo el melino, o tierra melina: de los amarillos con el sil ático: de los colorados con la tierra sinópide póntica, de los negros con el atramento, color oscuro (cual se sea). No usaron mas que de estos cuatro colores, y todos ellos son suertes de tierras; y aunque los tres de ellos se podrían gastar al ólio (aunque mal porque obscurecen) como el ocre, almagra y negro: la tierra melina en ninguna manera. Era esta tierra de la isla de Melo, una de las Esporades, como dicen Dioscórides y Plinio, la cual era buena para las pinturas, por cuanto conservaba más tiempo la firmeza de los colores. Y esto atribuiría yo a que era más magra que otras tierras blancas, pues refregándola entre los dedos crujía, y por esto tenia más cuerpo, empero a ólio muriera luego su blancura.

Demás de esto entre los colores muy preciosos era uno el índico (3), que acerca de nosotros se llama añil: gastado a ólio se muere a dos días (como ha hecho a mí), empero a temple cuando es bueno se conserva mejor, y en aquellos tiempos lo debía de ser. Venía de la india oriental, moliéndolo parecía negro, mas después hechas sus mezclas hacia maravilloso color, mixto, de púrpura azul: esta mixtura no vemos que a ólio la hace.

Plinio en el mismo capítulo claramente nos dice que eran las pinturas a temple, donde no hay necesidad de discurso, ni de buena conjetura. Dice que pintaban con sandier (era color semejante a nuestro azarcón), y bañándolo o velándolo después con purpuriso mezclado con templa de huevo, hacia aquella alegría o esplendor del minio; y si querían hacer color de púrpura pintaban con azul, y encima bañaban con purpuriso templado con huevo. Y no se ha entender que esta manera de temple era como la que vemos en lienzos que hacen flamencos, porque esta se llama pintura aguazo, y tiene nombre de por sí: el temple que digo era sobre tablas aparejadas y con tan delicada manera, que no hay iluminaciones que lleguen a ellas.

Dícenme hombres que comunicaron con Miguel Ángel, que solía el santo viejo llorar viendo que se dejaba la manera a temple, y que todos abrazaban el ólio; y decía que ya la pintura era fenecida y acabada. Lo que yo me atrevo a decir es, que si no se hubiera introducido la manera a ólio, que hubiera menos pintores malos, según barrunto; entendiendo siempre usándose aquella buena manera a temple que usaron aquellos grandes hombres, y el mesmo Miguel Ángel.

(* Pintura al fresco.) Yo me hallé en Roma con pintores al fresco, muy doctos y práticos, los cuales porfiaban que no sólo no hubo pintura a ólio antiguamente, pero que los pintores antiguos no alcanzaron el arte de pintar a fresco, sino solo a temple, cosa nueva para mí. Y parece, bien considerado, que se pueden traer por una y otra parte algunas razones. Que la hubiese lo testifican algunas pinturas halladas en Roma en grutas y bóvedas soterrañas, de donde se dijo pintura grutesca. A esto responden, que bien mirado, no están hechas a fresco, sino a temple; y aunque yo he visto algunas, no me cabría determinar: a mí me parecieron a fresco, y púdome engañar la mucha antigüedad, y no estar tan enteras que se pudiesen bien discernir (4). También confirma esta opinión lo que dice Plinio hablando del negro y como se usaba de él, que si era para escribir se mezclaba con goma; y si para pintar sobre las paredes se mezclaba con cola o engrudo. Llamaban esta manera de pintar sobre el muro opus tectorium. Y es cosa clara que a fresco no se gasta color ninguno con otra cosa que con agua pura; y también que el negro de humo (que es de quien trata Plinio en este lugar) no es a propósito para el fresco.

Que hubiese pintura a fresco parece que se puede colegir de lo que el mesmo Plinio en el cap. 3 refiere de tres pinturas en la ciudad de Ardea; las cuales faltándoles el techo habían durado muchos años, y asimismo en Lanubio, ciudad cerca de Roma. De suerte que siendo pintadas en la pared, las unas sin techo y de tanta antigüedad, como afirma, y las otras con haber padecido el templo alguna ruina, según él da a entender, mantenerse tan frescas son indicios que no eran a temple, pues habiendo tantos años que estaban hechas, se habían conservado en su primera hermosura. Nota asimismo en el capítulo 4, que Fabio ilustrísimo romano (que se honró con el nombre de pintor) pintó el templo de la Salud en Roma, y sus pinturas duraron hasta el imperio de Claudio emperador, y que un incendio las acabó; y por lo menos se conservaron trescientos años.

(* Pintura encáustica.) Había otra suerte de pintura llamada encáustica, la cual se hacia con ceras mezcladas con colores de cualquier suerte, principalmente de las finas, que llama Plinio floridas (5), de la cual no usaban en paredes, sino solamente en las galeras y naves. Esto era porque otra cualquier pintura la quitara y lavara el agua, y más salada, y la cera podía resistir: estas tales mezclas de colores y pinturas se hacían con fuego. De donde consta que si se hubiera hallado el pintar a ólio, no usaran de pintura tan enfadosa; y bien se ve que el ólio fuera de mejor expedición que la cera y secara presto, que la cera no podemos decir que seca, mas que se endurece con el tiempo. Y me parece a mí que realmente en aquellos tiempos no se había hallado esta nuestra manera de ólio, porque si se hubiera descubierto, no usaran del gastar los colores con cera al fuego, con lo cual no conseguían su intento, ni se podían unir tan bien, siendo tan mala de gastar y tratar la cera. Y ha de entender vm. pintura lisa y llana, lucen figuras de medio relieve, como se hacen ahora estos retratos de cera de colores. Porque demás que los autores las llaman pinturas, no eran a propósito para pintar ni adornar las naves y armadas, que a ser de relievo, en cualquiera cosa que tocaran se deshicieran y quebraran; y no era lo que ellos pretendían eso, sino la perpetuidad, y que estuviesen seguras que el agua no las había de quitar.

Según lo que de estas razones puedo conjeturar, ellos carecieron de la manera a ólio hasta los tiempos de Constantino Magno, que entonces todavía duraba la manera de pintar con ceras, y por consiguiente la del temple. Hace mención de ella Eusebio Pamphilo Cesariense, tratando del cuidado vano de los hombres en procurar conservar las memorias de sus antepasados, hora con pinturas hechas con cera, hora con imágenes de otra materia, imitando los movimientos con escultura, parte con letras en columnas y otros mármoles; y aunque todo este lugar no hace a nuestro propósito, sino aquello que trata de pintura, todavía lo he puesto hasta el cabo, por ser a mi parecer bueno para considerar nuestra vanidad y engaño en pensar perpetuarse los hombres con obras caducas y sujetas al cuchillo del tiempo.

Tornando, pues, a lo que tratábamos de la pintura, oso afirmar, que usándose gasta los tiempos del dicho Constantino la pintura a temple y la encáustica de ceras de colores, y no la de ólio, que tampoco se usó en los años que se han seguido hasta cerca de los nuestros.

Desde el tiempo de este emperador comenzaron las artes buenas de pintura y escultura a caer de manera, que casi se puede decir, que entonces fueron sepultadas, y así se ve por las obras de escultura que en Roma se ven de su tiempo, que con dificultad se pueden ver peores. Vense por aquellas ruinas de Roma algunas pinturas, hechas algunos años después, de imágenes de nuestra Señora, y de otras devociones, tan fuera de manera de pintura, que casi no hay rastro de ella. Es bien verdad, que en algunas hay cierta polideza y asiento de colores a fresco, según me parecía, que holgaba de mirarlas, aunque pocas. Siguiéronse después los tiempos de los godos y longobardos, donde se remató del todo. A cabo de años vinieron unos griegos a Roma, que pintaron y enseñaron una tal manera a su modo, que fue bastante para desterrar del mundo la buena manera; hasta que Cimabue (que nació año de 1240) apartándose de la que estos habían introducido, comenzó a sacar de tinieblas la pobre pintura, y después Giotto y Masaccio a levantarla de punto, y después de ellos otros, cultivándola; más hicieron obras milagrosas a temple y a fresco, hasta que el gran Buonarota [Miguel Ángel] la puso en su perfección.


(I) Plin. Lib 35. c.6.

(2) Id. Lib. 35. 7.

(3) Plin. Lib 35. c.6.

(4) Lib. 35. cap.6

(5) Lib. 35. cap. 7.