Diferencia entre revisiones de «Mohedano de la Gutierra, Antonio»

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Mohedano de la Gutierra, Antonio
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Especialidad Pintor
Nacimiento h.1563 Lucena (Córdoba, Andalucía)
Fallecimiento 1626 Málaga (Andalucía)
Cronología XVI-XVII
Ciudad de trabajo Córdoba, Luena, Sevilla
Ubicación en el diccionario Tomo 3, Página 159, Letra Letra M, Grupo Grupo MO
Referencia bibliográfica *J. R. Sánchez del Peral y López, "Museo del Prado", en Mohedano de la Gutierra, Antonio. Accesible en: https://www.museodelprado.es/recurso/mohedano-de-la-gutierra-antonio/0f07585c-b131-49e8-b74c-0642a580d0d5 (consultado en 18/10/2021)


Mohedano (Antonio) pintor y uno de los mejores de la Andalucía. Nació en Antequera el año de 1561: su padre, jurado en esta ciudad, luego que supo la llegada a Córdoba de Pablo de Céspedes, que venía de Roma con grandes créditos en las tres nobles artes, le envió su hijo, que había descubierto inclinación y talento a la pintura, para que le recibiese por su discípulo. Después de haber tomado Céspedes. posesión de su prebenda el año de 77, estableció su escuela, en la que Mohedano fue el primero que se recibió, y el que en poco, tiempo hizo extraordinarios progresos en el dibujo y exactitud de perfiles.

Para adquirir manejo y buen gusto en el colorido, comenzó a pintar sargas [ Tela pintada para adornar o decorar las paredes de las habitaciones ], sistema adoptado en la Andalucía en aquellos buenos tiempos, con lo que se perdía el miedo a los pinceles. Las obras de Julio y Alejandro en Ubeda y Granada, las de los Perolas en el Viso [ del Marqués ], y las de Arbasía en Córdoba, le excitaron a preferir el fresco al óleo, llegó en este modo de pintar a aventajarse a todos los artistas de su edad en aquel país. Antes de comenzar alguna obra meditaba y estudiaba mucho, dibujando y trazando por el natural, sobre modelos y maniquí que él mismo formaba, como han hecho todos los hombres grandes que aspiraron a la perfección, máxima que había tomado de su maestro. Así llegó a ser muy feliz en la composición, eligiendo instantes oportunos para poder expresar con claridad y nobleza el asunto: a contrastar con artificio y naturalidad unas figuras con otras, y unos grupos con otros: a dar carácter a los personajes y grandiosidad a las formas; y en fin a poseer la parte filosófica del arte. Tuvo mucho gusto en las frutas y en los adornos, imitando los grotescos de las loggias de Juan de Udine. De todo quedaron señales en el claustro principal del convento de San Francisco de Sevilla, cuyos cuatro lienzos de pared, arcos y artesonados había pintado al fresco, ayudado de Alonso Vázquez, que el tiempo, el clima y la mano de un inexperto religioso destrozaron, quedando por fortuna intactas cuatro historias de la santa Cruz, para muestra de su gran mérito.

No existen en la nave del sagrario de la catedral de Córdoba las otras de la escritura, ni los profetas, que también había pintado al fresco con los Perolas. Retirado en sus últimos años a Lucena, pintó los cuadros del retablo mayor de la principal iglesia de aquella ciudad, en la que falleció el año de 1625. Francisco Pacheco, que le conoció y trató, le respetaba como a uno de los mayores profesores de Andalucía.

No fue tan atinado al óleo; y esta circunstancia, la de haberse pintado el año de 1604 de orden del cardenal Niño de Guevara, arzobispo de Sevilla los lienzos que están en el techo del salón del palacio arzobispal de aquella ciudad, atribuidos a Luis de Vargas, que hacía algunos años había muerto, y cierta semejanza entre las formas y actitudes de las figuras que contienen con las que hay en las de los frescos de Mohedano, han hecho sospechar a un inteligente que sean de su mano.

Fue muy instruido este profesor en las letras humanas, y tuvo mucho gusto en la poesía castellana. Así lo manifestó Pedro Espinosa, su gran amigo y paisano, en la escogida colección de poesías españolas que publicó en Valladolid el año de 1605 con el título de Flores de poetas ilustres de España, insertado en los folios 60 y 92 los dos siguientes sonetos, compuestos por el mismo Mohedano.

En vano es resistir al mal que siento,

Si echada por el suelo mi esperanza,

Sujeta a mi razón con tal pujanza,

Que ni aun libre le deja el sentimiento:

Así padece y calla el sufrimiento,

Sin esperar del tiempo la mudanza,

Ni en aquesta tormenta la bonanza,

Que siempre ha de soplar contrario el viento.

Estoy a padecer el mal tan hecho

Que en el bien estaré, si viene, extraño,

Porque el mal en sí propio me convierte;

Y temo venga ya, porque sospecho,

Que el bien ha de causar en mí mas daño,

Que causa el mal, pues no me da la muerte

Aguarda, espera, loco pensamiento,

Y no lleves volando la memoria,

A ver la causa de tu amarga historia,

Que doblas la ocasión al sentimiento:

Para el curso veloz y muda intento,

Huye la senda de tu fin notoria,

Pues ves que el mal publica la victoria,

De mi vida Vencido el sufrimiento.

Ya pensamiento, cese tu pujanza,

llegado habemos a la muerte triste,

Posada cierta del dolor amigo.

De ti quiero tomar justa venganza,

Y es, pues que tú contigo me perdiste,

Morirme yo, y perderte a ti conmigo.

El mismo Pedro Espinosa compuso otro soneto a Mohedano, que está en la página 159 de la propia colección, y no debemos omitirle aquí, por su mérito y por ser en loor de nuestro artista. Dice así:

Pues son vuestros pinceles, Mohedano,

Ministro del más vivo entendimiento,

Almas que dan vida al pensamiento

Y lenguas con que habla vuestra mano:

Copiad divino un ángel a lo humano

De aquella que se alegra en mi tormento,

Porque tenga a, quien dar del mal que siento

Las quejas que se lleva el aire vano.

Cuando el original me diere enojos,

Quejáreme al retrato, que esto medra

Quien trata amor con quien crueldades usa:

Mas temo que quedeis, viendo sus ojos,

Como quien vio a Campestre, o a Medusa,

Enamorado, o convertido en piedra.


Pacheco, Un manuscrito del Palacio Arzobispal de Sevilla, Palomino, Ponz, Espinosa.

(Tomo III, pp. 159-163)

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